Mientras en el PP seguimos a la espera de que Rajoy señale con su dedo omnímodo al sustituto de Mayor Oreja, en el PSOE ya asistimos al episodio digital con respecto a Elena Valenciano. No parece que el
PSOE haya apostado seriamente por esas primarias de las que alardea o que, al
menos, haya considerado las elecciones europeas suficientemente importantes
desde el punto de vista democrático como para ponerlas en práctica. Como se
puede comprobar en su web, el cartel del PSOE es un enorme rostro (el de
Valenciano), porque en el fondo da un poco igual quién vaya detrás en la lista
ni cuáles sean las ideas que defiende: se trata de movilizar el voto con vistas
a 2015, de establecer un continuum
electoral para que el electorado no se disperse. Valenciano es, así, más que
una candidata, la pastora de Rubalcaba. Se trata de propaganda de consumo
interno, un paso para las siguientes generales y poco más.
La costumbre española de mirar a Europa como campo
de pruebas para las elecciones nacionales es muy perniciosa: nadie en los
partidos grandes se ocupa de insistir en la idea de que la mayor parte de las
normas que nos afectan cotidianamente emanan directa o indirectamente –mediante
la transposición nacional de las directivas europeas– del Parlamento que vamos
a renovar en mayo de 2014. Nadie en el PP ni en el PSOE se ocupa de hacernos
ver que la solución a la mayor parte de nuestros problemas proviene, también,
de allí ni de que, por tanto, la obligación de unos partidos políticos que se
pretenden serios es echar toda la carne en ese asador.
Solo en el ámbito europeo solucionaremos uno de los
asuntos más espinosos de nuestra actualidad, que implica aspectos de seguridad,
laborales y de derechos humanos: la inmigración ilegal. Sin el concurso europeo
estamos condenados a estrellarnos, nosotros también, en las alambradas que
tiende el Gobierno en nuestras ciudades norteafricanas, como el que quiere
achicar un tsunami con una espumadera. Dada la tradicional inacción de nuestros
gobiernos, el espacio jurídico europeo nos recuerda que procesos absurdos y
dañinos como el soberanismo convergente no tienen ninguna posibilidad real.
Gracias a Europa crecimos en las dos décadas anteriores hasta estándares nunca conocidos
y, gracias a Europa, lo que pudo ser una catastrófe socioeconómica y un
retroceso de décadas como sociedad quedará –así y todo– como la mayor crisis de
nuestra economía en los últimos cincuenta años, de la que, pese a los enormes
daños que ha causado, saldremos sin habernos caído del euro y en condiciones de
remontar. En Europa tenemos ejemplos y recomendaciones que nos convienen;
Italia ya está en ello y acaba de suprimir –como propone UPyD para España– las
provincias y, con ellas, 3.000 cargos políticos y 800 millones de gasto
superfluo. Europa es un espacio educativo y de investigación al que no podemos
renunciar. Es también nuestra vocación histórica. Europa es, de hecho, el único
ámbito en que podremos desarrollarnos plenamente en el contexto de una
competencia global que no admite la dispersión de esfuerzos, y el único en el
que, por otra parte, podemos aspirar a ello sin renunciar a una sólida
tradición de ciudadanía democrática y respeto a las libertades.
Por ello desde UPyD pedimos menos naciones y más
Unión Europea. Creemos que es hora de incrementar los poderes del Parlamento
Europeo: que pueda controlar eficazmente a sus instituciones (Comisión, Banco
Central Europeo, Tribunal de Cuentas), que sirva para elegir una Comisión Europea
que actúe como un poder ejecutivo verdadero, democrático y operativo, conforme
a las necesidades del gobierno: formado a partir de una mayoría parlamentaria y
no por cuotas de países. Creemos también que es hora de suprimir el Consejo de
Jefes de Estado y de Gobierno, que supone una rémora nacionalista para la
construcción de Europa, y avanzar en la integración fiscal, financiera y de
mercados en detrimento de las competencias nacionales. No es un proceso de
pocos años, desde luego, pero Europa debe aspirar a convertirse lo antes posible
en algo parecido a unos Estados Unidos de Europa; si no, el proyecto perecerá
–y pereceremos– en el intento. Europa es una necesidad urgente; no puede ser
una excusa ni un laboratorio, y en UPyD lo tenemos muy claro. mallorcadiario.com.
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