27 junio 2017

Marías vs. Fuertes

Ciñéndonos al artículo de Marías que tanta polémica ha causado estos días, y no a su calidad como novelista (no lo he leído) ni como persona (no lo conozco), lo importante de todo lo que dice el texto no es que Gloria Fuertes sea una poeta bastante floja (en lo cual coincido), sino que los homenajes que se le rinden caen bondadosamente en el elogio, al margen de la poca calidad literaria que el autor le concede, porque era mujer y lesbiana. Y que esto, en unos tiempos en que un meme medianamente ingenioso y bien alineado puede más que un libro, nos importa más que lo que hiciera o no hiciera como poeta.

Marías critica, pues, la interferencia de ciertos prejuicios cognitivos muy poderosos (ese enorme conglomerado de supersticiones más o menos modernas que llamamos corrección política) en el juicio de calidad de la obra de una escritora en este caso, aunque hoy sucede en cualquier ámbito de la crítica posible.

No está tomando partido contra Fuertes ni contra nadie; está posicionándose a favor de la inteligencia y de la independencia de criterio de los intelectuales frente a la consigna, frente al pensamiento débil, frente al nauseabundo calor de la manada. Ese es el debate y no otro; y en eso, Marías tiene más razón que un santo.

Y argumentar si Marías tiene o no tiene derecho a opinar (¡hola!), si es un pedante o un pésimo novelista, si Gloria Fuertes enseñó a muchos niños a leer (cosa que habría que demostrar, porque a mí me parece una afirmación más hagiográfica que científica) o, incluso, afirmar con condescendencia que el pobre hace estas cosas para llamar la atención... ¡o que es machista...!

En fin, todo esto es forofismo, tuiterismo, intolerable atrevimiento, da la razón al articulista y en muchos casos demuestra menos comprensión lectora que la que requieren los chascarrillos rimados, más o menos ingeniosos, de doña Gloria; que en gloria esté. El Español.

12 junio 2017

A propósito de la responsabilidad


Hace bastantes años, un día, mis alumnos decidieron hacer huelga y no venir a clase. La mayor parte de mis compañeros no se complicaron la vida y se aprestaron a disfrutar de esas inesperadas horas libres. Mis alumnos me avisaron. El más echado para adelante, Diego, me lo anunció.

-Juan, mañana no vendremos a clase. Hacemos huelga.

-¿Y eso?

Aquí Diego me explicó el motivo, que no recuerdo. Sí recuerdo que se trataba de un paro general en el centro y de que era una solemne chorrada.

-Diego -le pregunté-, ¿acaso tú y yo tenemos una relación laboral?

-¿Cómo?

-¿Yo soy vuestro jefe? ¿Trabajáis para mí? ¿Os pago dinero por venir a estudiar? ¿O más bien sois mis alumnos?

-Somos tus alumnos -concedió Diego, que no sabía qué se estaba cociendo pero ya sospechaba que yo lo iba a poner en su sitio. Porque Diego suspendía todas pero era un chico listo.

-Mira, Diego. Mirad, todos. La huelga es una cosa muy seria, un derecho sagrado que tienen los trabajadores para defender las condiciones y la calidad de su trabajo. Está para evitar que sean explotados por sus jefes y para reclamar, en casos extremos en que es imposible negociar, que se respeten esos derechos laborales. Mientras hacen huelga, los trabajadores no cobran su salario. Si hacen diez días de huelga, ese mes les descontarán diez días de sueldo. Pero lo sacrifican porque luchan por un futuro mejor. Algunas personas incluso sacrificaron sus vidas en el pasado, sus patrones los torturaron o los asesinaron por defender ese derecho para que sus familias no pasaran hambre y salieran adelante dignamente, para que nadie volviera a ser explotado, para que sus hijos pudieran estudiar y tuvieran futuro. Ellos no hacían huelga como excusa frívola para librarse un día o dos de trabajar, no. Se jugaban la vida.

Ya sabían lo que venía a continuación.

-Vosotros no sois trabajadores ni yo soy vuestro patrón. Soy vuestro profesor y vosotros mis alumnos. Tenéis catorce años y no tenéis ni idea de lo que es trabajar ni de lo que supone sacrificar algo muy preciado por responsabilidad hacia los demás. En el contexto de nuestra relación, que no es laboral, mi obligación es daros clase lo mejor que sepa, y -aquí me puse un poco vehemente- la vuestra es venir y aprovecharla para, en el día de mañana, ser ciudadanos conscientes, críticos y responsables. Ciudadanos con trabajo, con derecho a la huelga, con conocimiento para usarlo y con una familia y una sociedad por las que pelear. Pero para eso, primero, tenéis que aprobar este curso y algunos más, formaros y no perder vuestro tiempo. Así son las cosas. Así que mañana no hay huelga.

Hubo un silencio. Lo habían entendido todo y les jodía que les hubiera estropeado el juguete. Diego me miró, desafiante pero con respeto; no me pregunten cómo lo sé, pero era así.

-¿Y si de todos modos no venimos? -preguntó, con cierta firmeza.

Sonreí y contesté con mucha calma:

-Uno es dueño de sus actos y responsable de las consecuencias de sus actos. Mañana habrá clase. El que no venga tendrá falta. Es posible también que ponga un examen sorpresa, y el que no lo haga suspenderá la asignatura.

Más silencio. Los más revolucionarios estaban jodidos. Diego dijo, a modo de resumen resignado:

-Joder, es que eres peor que Franco.

Yo volví a sonreír y le dije:

-No, Diego, te equivocas. Franco dio un golpe de estado: quebrantó la ley para hacer su voluntad. Yo os estoy invitando a cumplir vuestra obligación con madurez. El que quieres romper las normas para hacer lo que te da la gana, o sea, ser Franco, eres tú.

Tras otro breve silencio, pregunté:

-¿Alguna otra duda sobre la jornada de mañana?

Como no la había, seguí con mi clase.

Al día siguiente no faltó nadie. Ni siquiera Diego, a quien aprobar o suspender se la traía al fresco. Se me acercó y me dijo: "No estoy de acuerdo, pero entiendo lo que dijiste". Yo obvié la primera parte de su frase (no necesitaba una rendición incondicional) y le guiñé un ojo.

Estoy seguro de que hoy Diego entiende por qué en Cataluña ni se debe ni se va a celebrar referéndum alguno. Algunos también se acordarán de Franco, pero Diego ya tiene claro quién es Franco en este episodio. El Español.