08 agosto 2003

Glazunov

A todo el mundo le suenan Las cuatro estaciones del barroco italiano Antonio Vivaldi. Esa obra genial oscurece en parte el recuerdo de otros magnos autores que, a lo largo de la historia, han interpretado con sus compases el paso de las estaciones. El ruso Alexander Glazunov (1865-1936) fue discípulo de Rimsky-Korsakov. Aunque su prestigio ha pasado por distintas fases y consideraciones, de todos es reconocido que Glazunov ha representado una interesante síntesis entre la música del nacionalismo ruso y la occidental. Algunas de sus piezas son sencillamente conmovedoras, como el Canto del Trovador, que jamás abandonará a quien lo haya escuchado interpretado por Mstislav Rostropovich. Su ballet Las Estaciones, enraizado en la tradición tchaikovskiana, incluye en su Otoño un adagio sublime que pertenece sin duda al capítulo principal de la historia de la Música. Se trata de un músico muy cinematográfico: los autores de bandas sonoras orquestales deberían aprender de su pericia a la hora de sugerir paisajes y estados de ánimo. Habrá para quien esto sea precisamente un defecto; no siempre es así para nosotros.