30 julio 2006

El Líbano no es para simples

El embrollo no puede ser más complicado. A la simpleza de reducir el actual conflicto a una fase más del ya centenario enfrentamiento judeoárabe se opone una realidad cuajada de contradicciones. Hezbolá ha sido condenada por un jeque cuvaití y recientemente objeto de una fetua dictada por otro saudí. Los gobiernos árabes se lavan las manos ante lo que parece, como ha señalado muy acertadamente Marcos Aguinis en La Nación [véase aquí su artículo], una operación de limpieza en que Israel pone la escoba y los regímenes sunníes aplauden disimuladamente; y es que Hezbolá es uno de los brazos más activos y sanguinarios del Irán de los ayatolás, y no olvidemos que el islam chií aspira a la restauración del califato. El régimen sirio, de orientación laica, apoya a los fanáticos de Hamás y Hezbolá en su oposición a la existencia tanto de Israel como de Palestina (la Gran Siria sigue en su horizonte). Europa y los Estados Unidos asignan a la ONU el papel de coartada. Israel ni se inmuta y sigue asesinando civiles.

Entre tanto, el presidente Zapatero, que debió dejar de leer en 1989, se coloca el kefieh palestino y luego recula y dice que se trata de un gesto sin importancia; dados el simbolismo enorme del pañuelo a cuadros y los innumerables muertos a que va asociado, uno no puede imaginar a qué dará importancia este señor. El inefable Blanco ofende a Israel, estado al que pese a su sistemático desprecio del derecho internacional llamamos amigo, y luego se ve igualmente obligado a envainársela... Por fortuna, absolutamente nadie en el ámbito internacional toma en serio lo que diga el gobierno español; si no fuera así, quizá nos hallaríamos ante una delicada situación. Última Hora.

02 julio 2006

Creer o saber

Una amiga me comenta sus avances en su curso de masaje. Ha aprendido a darlos con ciertos principios de fisioterapia y de anatomía muy correctos; sin embargo, al mismo tiempo se va introduciendo en el terreno de las creencias infundadas que en determinados ambientes cumplen el papel del conocimiento científico. Mi amiga ahora quiere aprender reflexología podal (por ejemplo, para curar una migraña mediante la manipulación de los pulgares de los pies) y, cuando uno opina que esto es un cuento, cierra el debate algo ofendida con una afirmación: “pues yo me lo creo”.

Sorprenden estas fes, cada vez más frecuentes en personas con estudios superiores, intereses artísticos y aparentemente capaces de manejar sus vidas en términos racionales. El “me lo creo” sustituye a todo razonamiento basado en el método científico, arrinconado éste por retóricas pseudocientíficas tan absurdas como las que pregonan la existencia del chi o energía natural del universo, un concepto perfectamente ajeno a la realidad empírica. Jamás entregaríamos a un charlatán nuestra gestión financiera, porque no se asocia placebo a la compra de acciones sin valor; pero sí nuestra salud. Contribuyen a esto el extendido prestigio de toda tradición que no sea la nuestra, obviando que ha sido la medicina occidental la que ha erradicado en Asia plagas y enfermedades que las medicinas orientales jamás habían combatido eficazmente; y el componente psicoterapéutico o de consuelo que presentan estas prácticas a medio camino entre la filosofía y la mitología. Lo cual no impide que quienquiera que haga valer su pensamiento crítico perciba claramente que acupuntura, homeopatía y reflexología no sanan: medran sólo en la confluencia de un crédulo y un embaucador, como el tarot, la astrología o los embustes de Iker Jiménez. Última Hora. Luke.