23 abril 2006

Eduardo sin Cristina

Con los seres que nos abandonan para siempre se va una parte de lo que fuimos. Cuando la pérdida es muy cercana, morimos un poco: es tanto lo que compartimos con quien se fue, y tan intenso, que lo que sobrevive de nosotros nos parece harto poco. Es cierto eso de que las pérdidas son irreparables, y es cierto que nunca volveremos a ser quienes éramos, y en los momentos que siguen a los hechos luctuosos algunos tienden a pensar en términos de punto final.

Pero es punto y seguido. El tiempo pasa sin que podamos hacer nada –ni a favor ni en contra. La muerte es consecuencia de numerosas causas de las que, en el mejor caso, sólo alcanzamos atisbos, e igualmente tampoco determinamos sino una pequeña parte de cómo la vida cicatriza. Un buen día nos encontramos con que ha transcurrido la jornada sin que hayamos dedicado algún momento al recuerdo doloroso. Otro día descubrimos que podemos pasar por cierto lugar, que nos parecía firmemente establecido en nuestra geografía del luto, y no nos duele. La mejor noche es aquélla en que volvemos a soñar con la persona que perdimos y en su rostro, por primera vez desde que se fue, ya no están los rasgos de la enfermedad. Sonríe, escucha un disco, fríe unos huevos: en nuestro sueño ya no muere permanentemente. Tengo la experiencia y ese despertar es, por mucho que se demore, ineludible y luminoso.

Hasta que llega esa mañana, sin embargo, todo duele. Son las agujetas que nos deja en el alma la muerte para persuadirnos de que ha ganado. Pero no. Tampoco vencemos nosotros; es un combate sin final, pero sigue siendo vida. Aunque ahora sea otra. Última Hora.

09 abril 2006

Concursos de misses

Uno tendía a pensar que cuando una muchacha en torno a la tierna edad de dieciocho años, con el cuerpo de pan recién horneado y la personalidad, en cambio, semicruda, decide presentarse a un certamen de belleza, la explicación radica en que ha leído poco, tiene escasa estima por su condición de mujer y, además, está muy mal aconsejada por unos padres que tampoco deben dedicar gran consideración al complemento espiritual que suele acompañar al cuerpo femenino. Pero quizá se tratase de puro vicio de criticar: si tantas personas siguen estos espectáculos, deben ser algo honesto y saludable.

La televisión, la publicidad y las pasarelas nos revelan la verdadera vía de la redención femenina. ¿Que es usted desgraciada? Pues deje de ser un callo, mujer. No es el mundo el que se equivoca cuando la juzga por su físico: es usted la que absurdamente se empecina en ser solamente inteligente, eficiente y honrada. Déjese de tonterías y opérese ya esa birria de tetas. Guste a los hombres. Abrace la cosmética. No estudie un máster: actualice su vestuario. So fea.

Qué ingenuos ésos que inducen a sus hijas a formarse como personas antes que a comerciar con su imagen; a cultivar virtudes ciudadanas en vez de recoger las rosas de su juventud. Es comprensible que los medios dediquen mucho más tiempo a un concurso de misses que a los malos tratos domésticos, la discriminación laboral, el proxenetismo, la violación y, en otros ámbitos, la lapidación de las adúlteras, la ablación, la exclusión de la escuela, la imposición del matrimonio, esto es, la venta de las hijas al mejor postor... Pero discúlpenme; está saliendo por la tele Miss Baleares en un bikini escuetísimo y tengo que dejarles. Última Hora.