Bajo el título "Berlusconi a la balear" publica el señor Miquel Payeras una columna (UH, 10-10-2009) en la que advierte del riesgo de que, ante el descrédito de Zapatero por su gestión y de los políticos en general por el fenómeno de la corrupción, aparezcan "formaciones antisistema". "Ante el hundimiento de la credibilidad de los partidos políticos institucionales, los demagogos acechan", afirma en un ladillo. Según él, Baleares sería campo abonado para "salvadores" que "encanten suficiente gente como para sacar cabeza en las instituciones". Los "acomodados políticos institucionales" serían responsables de crear "las condiciones para que nazca [un Berlusconi] a la balear". Y todo ello lo encarna en el fenómeno UPyD.
El señor Payeras debe pertenecer a esa raza privilegiada de periodistas con acceso a la ciencia infusa; porque, si no, no se entiende que haya formado opiniones tan firmes acerca de UPyD, dado que el número de veces que se ha dirigido a miembro alguno de UPyD con el fin de contrastar sus prejuicios con la realidad es exactamente cero. ¿Se cree el señor Payeras con derecho a insultar a los cientos de miles de ciudadanos españoles que ya en varios comicios han depositado su creciente confianza en Rosa Díez y su partido, máxime cuando, según nuestras evidencias, salen hasta el momento del sector más liberal, más instruido y más informado de la sociedad española?
En algo estamos de acuerdo: los políticos tradicionales son responsables del enorme deterioro de nuestra democracia. En lo que no coincidimos es en la solución: ¿quién nos ha de sacar del lamentable estado de cosas en que nos encontramos? ¿Esos mismos políticos profesionales que recuestan sus poltronas en el derroche público y en corruptelas que intentan disimular con la complicidad de todos los partidos que el señor Payeras llama "institucionales", y que pretenden no cambiar nada mientras puedan seguir ordeñando el sistema? ¿O más bien un partido de voluntarios de la política que propone, por ejemplo, la reforma electoral y las listas abiertas para que todos los votos valgan lo mismo y los elegidos respondan de su actuación ante el ciudadano y no ante su ejecutiva; la limitación de permanencia en los cargos; la elección directa de cargos unipersonales como alcaldías y presidencias autonómicas; la reforma del poder judicial y de la fiscalía para posibilitar su independencia con respecto a los partidos; la reforma de la educación para forjar ciudadanos de provecho y trabajadores cualificados en empresas competitivas; la igualdad de derechos de todos los españoles...? ¿Estos objetivos son demagógicos, son antisistema? ¿O son más bien expresión del sentido común que reside en una gran mayoría de los españoles y que ningún partido a excepción de UPyD había ofrecido? ¿No son mucho más nocivos para el sistema los partidos que toleran que una banda de trapisondistas de medio pelo a la que hasta anteayer criticaban por corrupta arbitre a su antojo la política (por llamarla de algún modo) local, insular y autonómica, llegan a venderle lo que sea necesario con tal de permanecer en el poder y llaman a eso "pacto por la gobernabilidad"?
¿No serán demagogos más bien quienes prefieren la pervivencia de un sistema viciado a que un movimiento cívico lo reforme para que funcione? ¿A qué tiene miedo el señor Payeras? ¿Por qué, según él, UPyD "encanta" a unos votantes supuestamente incautos? ¿Es acaso mejor el procedimiento de comprar el voto mediante prebendas y subvenciones? ¿Armengol y Antich no siguen honrando a ciertos piratas de la política, pese a todas las deslealtades, con la dignidad inmerecida de interlocutores y socios? ¿No es cierto que el gobierno de Baleares lleva dos años vegetando sin más influencia sobre la sociedad y la economía de las Islas que su enorme y prescindible despilfarro y un lamentable ejemplo de cómo no se hacen las cosas? ¿Por qué los grandes empresarios, los profesionales de prestigio, los líderes de la sociedad civil, como los ciudadanos en general, expresan en privado el enorme desprecio que les inspira una clase política balear mediocre, carente de ideas y de escrúpulos, con la que tienen que lidiar a diario? ¿El espectáculo que los partidos del Pacte están dando estos días es a ojos del señor Payeras más digno, menos berlusconiano que el diario y silencioso trabajo de UPyD? ¿Tiene que tener UPyD algún complejo ante semejante panorama?
Que un columnista se permita tildar a UPyD de partido demagógico o antisistema, por haber osado proponer -con convicción, desde el más riguroso respeto a los principios democráticos y en consonancia con la sensibilidad de una enorme número de ciudadanos- la remoción de una casta política reprobable y la reforma de unas instituciones que no funcionan, tiene tanto fundamento como que yo llame a cualquier columnista que me fastidie plumífero paniaguado: ninguno. Lo que sí tiene sentido es que se debatan las ideas, y no las etiquetas, y así invito al señor Payeras a hacerlo. Pero para debatir hace falta que dos quieran. Descalificar es mucho más fácil. Última Hora. Periodista Digital.
15 octubre 2009
10 octubre 2009
La democracia en UPyD y en los partidos viejos
Los ciudadanos asisten atónitos al espectáculo que estos días da el Partido Popular de Baleares frente a la circunstancia de tener que elegir un presidente para su agrupación palmesana. En pocas palabras: uno de los candidatos quiere que voten todos los afiliados y el otro defiende que los afiliados escojan una serie de compromisarios y éstos a su nuevo líder. También en pocas palabras: el sufragio universal libre garantiza que los afiliados manifiesten su voluntad sin intermediarios, mientras que el sistema de compromisarios favorece que la cúpula de un partido tergiverse esa voluntad colectiva mediante el cambalache de prebendas entre individuos y familias territoriales y/o clientelares, de modo que la cúpula pueda controlar el desenlace de las elecciones a través del viejísimo procedimiento del do ut des. Entre el método de los compromisarios y el aplicado recientemente por el PP de Calvià, en el que todos sus afiliados han podido expresar su deseo y verlo cumplido, el ciudadano sabe muy bien cuál es el más democrático.
Pero, al fin y al cabo, uno contempla estos hechos como lo que son: anécdotas de un partido ajeno (a uno mismo pero también a la ciudadanía) que no va a mudar sus modos si no es por conveniencia coyuntural. También el PSOE ensayó en alguna ocasión las elecciones primarias, pero hay que decir que los políticos profesionales se desengañaron muy pronto de aquella novedad: no garantizaba a la cúpula dirigente un control suficiente de todo el proceso. Hoy, el sufragio universal, las listas abiertas y la participación son en los partidos tradicionales sólo un recuerdo -si acaso lo son- en todos sus niveles y estructuras territoriales. Los ciudadanos conocen la exigencia constitucional de que los partidos tengan un funcionamiento interno democrático, pero muchos se han resignado a que en esto, como en tantas otras cosas, la Carta Magna sea papel mojado.
Por ello llama tanto la atención el poco eco, tal vez debido a una incredulidad lógica, que recibe el proceso electoral iniciado este mes en Unión Progreso y Democracia con motivo de la celebración a finales de noviembre de su primer Congreso, en el que se renovarán todos sus órganos y se enmendará y definirá la ponencia política que orientará su acción al menos en el próximo trienio. En muchos lugares de España se han celebrado ya elecciones para delegados a ese Congreso, y en breve se cierran a nivel nacional y se publicarán sus resultados. Los militantes de UPyD han leído las propuestas de los candidatos, los han escuchado en asamblea y han escogido mediante listas abiertas y voto secreto a los que de entre ellos han merecido mejor su confianza. Fue enormemente satisfactorio escuchar en la asamblea que a tal efecto se celebró en Palma el pasado fin de semana a algún militante cuando pedía una papeleta para sustituir la que traía ya rellena de casa, "porque he escuchado a esta chica y me ha gustado mucho". Democracia en estado puro, con consecuencias impensables en los partidos viejos, como la sorprendente elección de alguna candidata prácticamente desconocida entre la militancia, sólo gracias al poder de las ideas y de la persuasión. Consecuencias impensables en unos partidos en los que la espontaneidad, la sinceridad y la apelación a los principios y no al interés como motor del sufragio pasaron a mejor vida ya hace demasiados años.
Las listas abiertas son sólo una de las medidas que UPyD propugna para promover una mayor calidad de nuestra democracia, junto con la sustitución de la circunscripción provincial por la autonómica o, como defendemos muchos, por la circunscripción única que se corresponde con el carácter nacional del Congreso de los Diputados, medidas que respectivamente permitirían una mayor autonomía de los representantes electos con respecto a las ejecutivas partidarias y, por tanto, una selección más democrática; y la igualdad efectiva de todos los votos, de manera que fuese imposible que, como sucede hoy, el PNV multiplicase por seis el número de escaños de UPyD habiendo recibido menos votos. La superación de esa democracia pobre, meramente formal, alcanza todos los niveles internos del partido: en nuestro Congreso de noviembre, los delegados elegirán por el mismo procedimiento de lista única abierta a los 150 militantes que formarán en adelante nuestro órgano deliberativo, el Consejo Político, sin que a estos efectos sea relevante la comunidad de procedencia de los candidatos, como creemos que corresponde a un órgano nacional. Todos los afiliados, y no sólo los delegados asistentes al Congreso, votarán mediante sufragio electrónico directo al equipo que dirigirá el partido en los próximos años desde el Consejo de Dirección, a través de tantas candidaturas como los afiliados deseen, pues, a diferencia de lo que sucede en otros partidos, en ninguna de las fases de esta renovación orgánica se exige a los aspirantes firmas ni aval alguno. Resulta evidente la diferencia con los procesos pseudoelectorales en los partidos viejos, que casi invariablemente se resuelven a voluntad de sus respectivas cúpulas mediante la designación directa o la mediatización por compromisarios. Tan evidente que la mera posibilidad de que cunda el ejemplo hace que algunos prefieran silenciar o desvirtuar los hechos. Pero los hechos son tozudos, y quienes nos embarcamos hace ya dos años en esta aventura de regeneración democrática, también. Periodista Digital. El Mundo-El Día de Baleares. España Liberal.
Pero, al fin y al cabo, uno contempla estos hechos como lo que son: anécdotas de un partido ajeno (a uno mismo pero también a la ciudadanía) que no va a mudar sus modos si no es por conveniencia coyuntural. También el PSOE ensayó en alguna ocasión las elecciones primarias, pero hay que decir que los políticos profesionales se desengañaron muy pronto de aquella novedad: no garantizaba a la cúpula dirigente un control suficiente de todo el proceso. Hoy, el sufragio universal, las listas abiertas y la participación son en los partidos tradicionales sólo un recuerdo -si acaso lo son- en todos sus niveles y estructuras territoriales. Los ciudadanos conocen la exigencia constitucional de que los partidos tengan un funcionamiento interno democrático, pero muchos se han resignado a que en esto, como en tantas otras cosas, la Carta Magna sea papel mojado.
Por ello llama tanto la atención el poco eco, tal vez debido a una incredulidad lógica, que recibe el proceso electoral iniciado este mes en Unión Progreso y Democracia con motivo de la celebración a finales de noviembre de su primer Congreso, en el que se renovarán todos sus órganos y se enmendará y definirá la ponencia política que orientará su acción al menos en el próximo trienio. En muchos lugares de España se han celebrado ya elecciones para delegados a ese Congreso, y en breve se cierran a nivel nacional y se publicarán sus resultados. Los militantes de UPyD han leído las propuestas de los candidatos, los han escuchado en asamblea y han escogido mediante listas abiertas y voto secreto a los que de entre ellos han merecido mejor su confianza. Fue enormemente satisfactorio escuchar en la asamblea que a tal efecto se celebró en Palma el pasado fin de semana a algún militante cuando pedía una papeleta para sustituir la que traía ya rellena de casa, "porque he escuchado a esta chica y me ha gustado mucho". Democracia en estado puro, con consecuencias impensables en los partidos viejos, como la sorprendente elección de alguna candidata prácticamente desconocida entre la militancia, sólo gracias al poder de las ideas y de la persuasión. Consecuencias impensables en unos partidos en los que la espontaneidad, la sinceridad y la apelación a los principios y no al interés como motor del sufragio pasaron a mejor vida ya hace demasiados años.
Las listas abiertas son sólo una de las medidas que UPyD propugna para promover una mayor calidad de nuestra democracia, junto con la sustitución de la circunscripción provincial por la autonómica o, como defendemos muchos, por la circunscripción única que se corresponde con el carácter nacional del Congreso de los Diputados, medidas que respectivamente permitirían una mayor autonomía de los representantes electos con respecto a las ejecutivas partidarias y, por tanto, una selección más democrática; y la igualdad efectiva de todos los votos, de manera que fuese imposible que, como sucede hoy, el PNV multiplicase por seis el número de escaños de UPyD habiendo recibido menos votos. La superación de esa democracia pobre, meramente formal, alcanza todos los niveles internos del partido: en nuestro Congreso de noviembre, los delegados elegirán por el mismo procedimiento de lista única abierta a los 150 militantes que formarán en adelante nuestro órgano deliberativo, el Consejo Político, sin que a estos efectos sea relevante la comunidad de procedencia de los candidatos, como creemos que corresponde a un órgano nacional. Todos los afiliados, y no sólo los delegados asistentes al Congreso, votarán mediante sufragio electrónico directo al equipo que dirigirá el partido en los próximos años desde el Consejo de Dirección, a través de tantas candidaturas como los afiliados deseen, pues, a diferencia de lo que sucede en otros partidos, en ninguna de las fases de esta renovación orgánica se exige a los aspirantes firmas ni aval alguno. Resulta evidente la diferencia con los procesos pseudoelectorales en los partidos viejos, que casi invariablemente se resuelven a voluntad de sus respectivas cúpulas mediante la designación directa o la mediatización por compromisarios. Tan evidente que la mera posibilidad de que cunda el ejemplo hace que algunos prefieran silenciar o desvirtuar los hechos. Pero los hechos son tozudos, y quienes nos embarcamos hace ya dos años en esta aventura de regeneración democrática, también. Periodista Digital. El Mundo-El Día de Baleares. España Liberal.
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