22 febrero 2012

ETA y la coherencia del PP de Rajoy

Lo bueno de llevarle la contraria al gobierno Rajoy es que no hace falta ni argumentar: ellos mismos muestran cada día sus propias contradicciones éticas y estratégicas.

Por ejemplo: si UPyD pide en el Congreso la ilegalización de Amaiur, Bildu y demás testaferros de ETA en aplicación de la Ley de Partidos que promovió -no lo olvidemos- un gobierno Aznar en el que Mariano Rajoy era ministro, el PP y el PSOE (ese Jano de la partitocracia española) acusan a Rosa Díez de populista, demagoga, inconsistente y radical. Pues bien, si echamos un vistazo al programa del Partido Popular para las elecciones del pasado noviembre, entre las medidas comprometidas contra el terrorismo leeremos lo siguiente (p. 187):
04. Impulsaremos la aplicación de la Ley de Partidos [...] a las organizaciones políticas vinculadas a ETA. Instaremos las actuaciones oportunas en tanto esta banda terrorista continúe existiendo y existan organizaciones políticas que quieran legitimar, continuar, gestionar, justificar o defender el terrorismo perpetrado o el proyecto incompatible con un régimen democrático de libertades que ETA ha pretendido imponer. Adoptaremos las medidas precisas para impedir la utilización de las instituciones en cualquier actividad de apoyo, legitimación o justificación del terrorismo y de sus responsables".

Ese compromiso contraido con la ciudadanía que aupó al PP al gobierno se corresponde exactamente con lo que ha pedido en el Congreso UPyD, que ha aportado además una potente batería de pruebas que demuestran los vínculos entre Amaiur-Bildu y Batasuna-ETA. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Lo que en noviembre podía ser una propuesta programática hoy es un exabrupto oportunista y radical? El portavoz de Amaiur en el Congreso, señor Errekondo (antes Recondo), durante el debate llamó "compañeros" a los etarras recientemente detenidos. ¿Hace falta mejor demostración de los vínculos entre Amaiur y ETA? ¿O es que sus señorías, para darse por enterados, necesitan que les metan un cóctel molotov por... la gatera?

El PSOE y el PP están jugando con fuego. El mismo lehendakari Patxi López, de cuya irresponsabilidad hace mucho tiempo que no me cabe ya duda alguna, esta semana ha manifestado en una entrevista su deseo de que el terrorista Arnaldo Otegi salga de la cárcel. Según la propuesta del PP de sólo hace tres meses ("utilización de las instituciones en cualquier actividad de apoyo, legitimación o justificación del terrorismo y de sus responsables"), a López habría que aplicarle de inmediato medidas... Pero, muy al contrario, en el debate parlamentario de ayer las dos formaciones políticas mayoritarias -no hablemos de los nacionalistas- trataron con más deferencia a Amaiur que a UPyD.

Un deplorable cortoplacismo caracterizó la política de Zapatero, y creíamos que nadie podría actuar jamás tan mal como el expresidente en materia de terrorismo. Continuar por esa senda sólo puede fortalecer a aquellos que ya han demostrado tener una meta bien definida, sólida, si es necesario a largo plazo y, si hace falta, a sangre y fuego. Atendiendo el corto plazo, los principios suelen salir malparados. Y la coherencia. Y la libertad de los ciudadanos.

11 febrero 2012

Justicia o folclore

Apelar al abuelo fusilado en 1936, como se está haciendo, para desacatar una sentencia de 2012 que condena a un juez que conscientemente ha violado el derecho a la defensa de los acusados es, sencillamente, un disparate, pero sobre todo una enorme falta de respeto hacia quienes murieron hace 80 años por defender el estado de derecho. La reciente sentencia del Supremo contra el ya exjuez Garzón es impecable, pero algunos salieron anteayer a manifestarse contra ella sin siquiera haber leído un resumen, aunque -eso sí- con la bandera republicana a cuestas. ¿Qué clase de circo bananero es España? Durante demasiados años nos hemos acostumbrado a ser frívolos e irresponsables en nuestras conductas y opiniones, porque este era uno de los modelos de prestigio social imperantes (véanse, si no, un par de películas de Almodóvar), pero si queremos juzgar una sentencia judicial hace falta, primero, tener sensatez y conocimientos para entenderla; segundo, haberla leído; y tercero, haber reflexionado sin prejuicios irracionales.

La intervención judicial de conversaciones de presuntos delincuentes es un instrumento que el juez ordena cuando lo estima conveniente a fin de impedir sus crímenes; pero no estamos hablando de eso, sino de escuchar las conversaciones entre un acusado y su abogado. No se trata de investigar un delito, sino de espiar la estrategia de defensa de un reo en un proceso ya iniciado. Esto en nuestro ordenamiento jurídico sólo se permite en el caso del terrorismo, de manera muy excepcional y restrictiva, y aun así es una excepción de dudosa constitucionalidad porque, como principio procesal elemental, entendemos que espiar al abogado de un acusado socava el derecho a la defensa de éste. A Baltasar Garzón se lo ha condenado por pasar por encima de un derecho fundamental.

¿En serio a los que protestan por la condena de Garzón no les importaría que un juez conociese sus conversaciones con sus abogados preparando su defensa en un juicio? Imaginemos que a Pilar Bardem, por inocente ejemplo, la procesaran un día por algún delito y el juez encargado del caso usara contra ella escuchas ilegales de sus conversaciones con su abogado. ¿Alguien duda que Cayo Lara, el exjuez Garzón y demás estrellas de la izquierda de salón saldrían a la calle con las pancartas y las banderas republicanas a cuestas y calificarían al magistrado de franquista?

La clave de todo es que el fin no justifica los medios. El caso Garzón no tiene nada que ver con las fosas de los abuelos republicanos, ni con los presuntos delitos de los dirigentes valencianos del PP, ni con Franco, ni con los Reyes Católicos. Tiene que ver con el derecho a una defensa justa. La actuación de Garzón en el caso Gürtel es característica de un estado como el franquista, y por eso se lo ha condenado. Y se lo condena ejemplarmente porque no hay peor delincuente que un juez delincuente. Si quedan libres los (presuntos) facinerosos de Gürtel será precisamente porque Garzón actuó contra las normas y dinamitó el proceso.

Cualquier otro argumento está fuera de lugar cuando estamos hablando de un señor que ha violado un derecho fundamental desde el estrado del juez. Si juzgamos con rigor y nos atenemos a lo juzgado, Garzón es culpable de un delito de prevaricación. Nadie que defienda que un juez puede prevaricar si con ello puede meterle mano a los malos puede darnos lecciones de democracia. Porque, en derecho, la verdad la dicta una sentencia firme y hasta ese momento la protección de la defensa de un acusado es sagrada y no hay buenos ni malos.

Y, efectivamente, como dicen los detractores de la sentencia, este estado de derecho es muy mejorable. Hace falta despolitizar la Justicia, hace falta dotarla de medios y hacen falta muchas otras cosas en las que seguiremos insistiendo; pero sobre todo hace falta que a un juez no se le permita prevaricar impunemente y que dejemos de juzgar las sentencias con criterios folclóricos. La condena de Garzón, pese a todos sus méritos pasados en la lucha contra ETA, contra el GAL y en otros ámbitos, es un triunfo del estado de derecho. Tenemos que tener muy claro que ni los héroes ni los santos están por encima de la ley en democracia.

05 febrero 2012

Una nueva etapa para UPyD Cataluña

Se me ocurren unas cuantas reflexiones, breves y poco originales, en torno a las elecciones internas al Consejo Territorial que se celebrarán el próximo día 11 en UPyD Cataluña. Y es que en ambas candidaturas encuentro méritos personales y colectivos por los que apoyarlas.

En un lado veo el reflejo de una solitaria y meritoria resistencia de muchos años, la batalla por los derechos lingüísticos de los catalanes hispanohablantes que UPyD no debe dejar de defender nunca: una candidatura de reacción frente a la injusticia de la Cataluña que conocemos. En el otro, veo un perfil más abierto a otros intereses, más parecido en definitiva a la Cataluña ideal que deseamos.

Es fundamental que, gane la candidatura que gane el próximo sábado, quienes a partir de su designación van a representar el nombre y las ideas de UPyD en aquella región proyecten hacia la sociedad su convencimiento de que el conflicto político asociado a la lengua y otros elementos de la llamada identidad, un conflicto que ciertamente existe y no deberemos descuidar, no es el asunto único de una política de progreso. La acción política nunca puede ser mera reacción. Insisto: entender esto es fundamental.

Quienes formen el nuevo CT deben garantizar también que la época de los personalismos, de las intrigas mediocres y de arrastrar conflictos caducos entre los diversos sectores del constitucionalismo catalán ha acabado y no va a volver. Que ese es, en todo caso, un asunto del pasado, que UPyD es un partido nacional que ha demostrado su pujanza de sobra y sin la ayuda de nadie, que tiene un presente propio brillante y un futuro lleno de promesas, en el que se va a contar cada vez con más catalanes con o sin pasado, y que quienes van a dirigir UPyD, por tanto, piensan estrictamente en clave UPyD.

Por último, but not least, el nuevo consejo territorial debe asumir tareas de organización, expansión y acción institucional que desde la fundación del partido hasta el día de hoy, creo yo, jamás se asumieron con eficacia, seguramente porque el interés de quienes deberían haberlas asumido estaba en otras cosas (y no quiero volver al punto anterior). Siempre en mi modesta opinión de observador externo, la organización de UPyD en el Principado nunca ha pasado del estado embrionario, y una comunidad como Cataluña merece un gran partido nuevo para hacer política nueva. Hay que identificar las carencias y emprender las tareas subsiguientes con ilusión, ideas nuevas y -si es necesario- siguiendo el ejemplo de cómo se ha trabajado en otras regiones de España, donde los éxitos electorales han sido consecuencia de un éxito organizativo anterior.

Dicho todo esto -que, ya lo sé, es muy fácil de decir desde la barrera-, sólo me resta desear suerte a ambas candidaturas; pedir a los compañeros de Cataluña que la participación en el proceso electoral sea muy alta y esperar que su reflexión previa al voto coincida con lo que he planteado en los párrafos que anteceden. Y, a partir del 11, comprobaremos que el nuevo equipo directivo llevará UPyD Cataluña a la posición de protagonismo que nuestro partido está ya más que en condiciones de defender. ¡Ánimo!

03 febrero 2012

Política tribal

A propósito de la polémica sobre si la señora Chacón se ha de hacer llamar Carme o Carmen -pese a todo, posiblemente el debate de ideas de más densidad de los que están teniendo lugar en el seno del proceso de primarias del PSOE-, estoy de acuerdo con algunos en que se trata de reduccionismo antropológico. Sin embargo, discrepo en cuanto a que dé igual cómo se llame la señora: no me parece conveniente ni natural que alterne el uso de ambos nombres dependiendo del contexto lingüístico. ¿Debería el presidente del Consejo de Europa, señor Van Rompuy, dejarse llamar don Germán cuando visita España, por ejemplo? ¿No es más natural que los españoles reconozcan la identidad de este señor respetándole el nombre?

Dejando a un lado la consideración que me merecen el oportunismo, la amnesia voluntaria y la demagogia en política, y en las primarias del PSOE en particular -coincido plenamente con Joaquín Leguina-, sin pretender caer en ningún fanatismo nominalista afirmo que yo me llamo Juan y no Joan, y que la normalidad llegará a España cuando alguien que se llama Josep-Lluís y no José Luis entienda que debe respetar mi nombre y yo sepa que el hecho de que él escoja su nombre, sea el que sea, no implica que sea un separatista de tomo y lomo; ni todo lo contrario. ¿No significa nada para nosotros que el presidente de los Estados Unidos que fundaron Washington, Jefferson y Franklin se llame nada más y nada menos que Barack Hussein Obama? Claro que a algún cafre todavía le parecerá que el señor Obama debería largarse sin tardanza a algún país oriental donde semejantes señas cuadren con sus prejuicios. Los del cafre, digo.

Porque el nombre es sólo un factor de nuestra identidad personal, pero hay más y todos merecen respeto. En otras palabras: que uno puede llamarse Gorka Arrizabalaga, ser natural de Toledo, vecino de El Ferrol, hincha del Valencia, mormón, hermano de la cofradía del Santo Silencio, casado por el rito zulú, haber estudiado en Salamanca, tener rasgos filipinos y el letón por lengua materna, preferir llevar a sus hijos a un colegio alemán y ser aficionado a la torta del Casar. Y no pasa nada. Y nadie tiene por qué llamarlo Jorge, ni acusarlo de herejía, ni practicar la inmersión lingüística con sus hijos, ni obligarlo de manera alguna a que se afilie a un bloque identitario establecido por los poderes públicos, por los partidos dominantes o por la corrección política, que no es más que otro de los nombres de la estupidez colectiva. Todo esto se llama respeto a la libertad de los demás. Porque la identidad o es individual o es tribal, y hemos progresado mucho hasta el siglo XXI para caer ahora en los delirios del señor Mas o los disparates del señor Eguiguren.

En lugares cosmopolitas como Nueva York, San Francisco o Singapur se morirían de un ataque de risa ante nuestro afán reduccionista, ante nuestra afición por catalogar a las personas de acuerdo con el idioma que hablan o el nombre que usan; en definitiva, ante la constatación de que en España muchos elevan rasgos personales de cuya elección no son responsables a la categoría de virtudes cívicas; y sus limitaciones más vulgares a la de identidad nacional. Y así nos luce el pelo.

(Reproducido parcialmente el 30 de septiembre de 2013 en "Mercancía averiada", mallorcadiario.com.)

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02 febrero 2012

Willie Stark o el poder como pasión personal

En su último artículo en La República, Luis de Velasco, diputado de UPyD en la Asamblea de Madrid, reflexiona sobre las actuales primarias republicanas y algunos defectos de la democracia norteamericana, y a propósito de ello nos recuerda un cinismo lanzado por el senador Penrose en 1896, pero aún vigente: "I believe in the division of labor. You send us to Congress; we pass laws under which you make money... and out of your profits, you further contribute to our campaign funds to send us back again to pass more laws to enable you to make more money". Todavía a día de hoy, parece imposible descartar el intercambio de favores entre candidatos y gobernantes, por un lado, y lobbys y corporaciones por el otro, como parte fundamental del engranaje político en los Estados Unidos y, para qué mentirnos, también en España.

Este problema se encuentra en el centro del esquema argumental de la película de Robert Rossen El político (All the King's Men, 1949), que anoche fue proyectada dentro del programa del II Cinefórum de UPyD Baleares que tan meritoriamente dirige Arturo Muñoz; una obra que, como recordó en su comentario inicial el profesor Ramon Català, pese a sus casi 63 años sigue totalmente vigente. El protagonista de la película, un gobernador Willie Stark encarnado magistralmente por Broderick Crawford, pasa, sin apenas transición y merced a un profundo desengaño, de la ingenuidad a la identificación más completa con lo peor de la política: aquello que siempre criticó cuando permanecía en la pureza de las intenciones.

En el I Cinefórum de UPyD ya se había planteado hace un año la disyuntiva democracia/demagogia a través del filme El candidato (The Candidate, Michael Ritchie, 1972), en el que un Bill McKay (Robert Redford) idealista y carismático acaba arrastrado por la dinámica electoral, en la que los argumentos pesan mucho menos que la apelación a los sentimientos. El problema planteado es el del poder de la propaganda sobre las masas, y el de cómo el aspirante ha de adaptarse a un discurso demagógico si quiere alcanzar sus fines: ganar las elecciones y permanecer en el poder para desarrollar su programa.

El político va más allá: no sólo el candidato se da cuenta tras su decepción inicial de que lo más importante de su derrota es que ha "aprendido a ganar" (abandonando los argumentos y excitando las pasiones de un campesinado del que se proclama primus inter pares), sino que su rendición al populismo aparece inmediatamente relacionada con la asociación del candidato a los poderes fácticos a través de promesas muy bien adornadas de carisma. Robert Rossen pretendió reflejar un sistema político democrático sólo en apariencia, pero en el fondo profundamente oligárquico. Que el ya gobernador Stark se rodee de esbirros, tolere y oculte la corrupción, incurra sistemáticamente en el soborno, la amenaza y la violencia física, compre voluntades y controle los medios de comunicación ilustra en toda su crudeza esta visión de la política.

La traición de Stark a la democracia se refleja con fría naturalidad en su traición a su mujer, la misma que lo hizo llegar tan lejos, y en sus sucesivas traiciones a todos los que lo rodean. Ningún logro del gobernador (escuelas, hospitales, infraestructuras) tiene sentido si no lleva su nombre rotulado. Las palabras de Stark justo antes de morir resumen su deriva: sólo es capaz de pronunciar una y otra vez su propio nombre. Ante la afirmación de que el fin justifica los medios, que se repite en la película bajo diversas fórmulas (por ejemplo: "el bien sale del mal"), constatamos que, en aras de esta filosofía, todos los medios acaban poniéndose indefectiblemente, desenfrenadamente, al servicio de una finalidad que no puede ser otra que el poder como pasión personal. Frente al sistema de balances de la democracia, la hybris política que en nada contribuye a corregir los defectos de la democracia.

Lamentablemente no me fue posible quedarme al coloquio posterior a la proyección, pero sí llegué a escuchar algunas de las cuestiones planteadas a la audiencia por el profesor Català, que me permito resumir: ¿es posible llegar al poder sin concesiones a la demagogia?; ¿es posible permanecer en el poder sin corromperse?; ¿serán capaces las personas que integran UPyD, cuando lleguen a gobernar, de mantenerse al margen de estas dinámicas que distorsionan y llegan a anular la democracia...?

Entre la ética pura y paralizante y la corrupción de los principios ha de existir, en un terreno pedregoso pero necesario, la racionalidad instrumental, la "ética de la responsabilidad" de la que hablaba Weber, que no es lo mismo que la resignación, porque pone por encima de todo las consecuencias de la acción política sobre el bien común. Determinar los límites de conceptos tan peliagudos y aplicarlos es tarea de los nuevos políticos. Porque los viejos, me temo, ya olvidaron sus tiempos de cinefórum...


01 febrero 2012

Salinas, la muñeca romana y algunas sombras tarraconenses

En Tarragona pasé dos años de mi infancia. De esos segundo y tercer curso de la EGB de entonces me quedan, lógicamente, pocos detalles, aunque sorprendentemente vívidos: la amistad infantil -hoy inverosímil y enriquecedora- con Isabel Camblor; el tufillo sospechoso que escapaba del hábito del padre M***; las visitas a aquel parque de Cambrils en el que desplegaba sus habilidades el loro Paco, un guacamayo azul y amarillo con el que aún sueño; las panteras rosas que nos daba de merendar mi madre, cual lujo asiático, en la Playa de la Rabassada; la luz deslumbrante y tópica del mediodía mediterráneo.

Ya por motivos adultos, Tarragona vuelve a ser para mí objeto de recuerdo cariñoso gracias a las iniciativas literarias del poeta Ramón García Mateos: un catalán de Salamanca que habría que inventar si no fuera tan torrencialmente evidente que está ahí. De El Escorial a Cambrils, pasando por Zamora, Ramón riega la existencia con amistad, poesía, canciones, vino, ética y compromiso a partes iguales. Y, en Cambrils, el Goethe con Ricardo Hernández Bravo, y todos aquellos poetas en el Instituto...

Tarragona ha sido para mí, por tanto, causa de alegrías y satisfacciones. Como otros lugares. Y, también como a otros lugares, vuelvo ahora a ella triste de constatar una vez más que en todas partes cuecen habas.

Me enteré en un grupo de Facebook -uno de esos raros grupos que no cultivan la banalidad ni la propaganda- de que el profesor Fernando Parra, colaborador de Diari de Tarragona, había propuesto al director del museo arqueológico local que, junto a la célebre muñeca romana de marfil que en él se exhibe, se mostrase en una cartela el poema que el poeta Salinas dedicó al juguete tras su visita a la ciudad del Francolí en 1927. La sensibilidad del poeta había quedado impresionada por el hallazgo de aquel objeto frágil y cotidiano, creado sin intención de perduración, 1.600 años después de ser inhumado.

También me he enterado de que, tras un cordial intercambio de cartas, el director, señor Tarrats, ha denegado la exhibición del poema junto a su objeto con el peregrino argumento de que no se cumplen efemérides que lo justifiquen, restringiendo tal categoría sólo a los aniversarios múltiplos de 25. El señor Tarrats le dice al profesor Parra que se lo recuerde en 2027, en que se cumplirán cien años del hallazgo, y se queda tan ancho.

Parra ha comentado la jugada en su columna del Diari y, diplomático como es, ha atribuido el enorme disparate a lo que llama tiranía de las efemérides. Sólo sugiere, para descartarlo enseguida porque es un caballero, que la negativa se haya debido al hecho de que el poeta se llamase Pedro Salinas y no Pere Salines, o Pierre Dessalines siquiera. Al hecho de que, aunque se trate de un poeta universal, fuese natural de Madrid y no de Vic, o en su defecto de cualquier localidad suficientemente alejada de la Meseta.

Yo, qué quieren que les diga, no me puedo creer que el director de un museo renuncie inocentemente a avalorar su colección con la aportación de un importante poeta sobre una de sus piezas más brillantes; una aproximación interdisciplinar de coste muy próximo a cero que cualquier gestor que aplicase criterios estrictamente museológicos aprobaría sin dudarlo un segundo y sin hacerla depender de conmemoraciones pedestres. El subterfugio de las efemérides es demasiado infantil como para creérselo. Que el motivo sea, en cambio, que Salinas escribió su obra en español y no en catalán -que sea un poeta español, y no un poeta catalán- puedo creérmelo más fácilmente; porque como criterio es igual de absurdo, pero por desgracia está a la orden del día en aquella tierra de la que tan buenos recuerdos tengo.

En manos del director Tarrats queda, por tanto, rectificar este disparate en beneficio de sus conciudadanos o bien seguir proyectando la sombra del sectario adocenado que sin duda no es. Estoy seguro de que su intención nunca fue perjudicar a Tarragona.