Durante la comida discuto con mi mujer sobre las virtudes de la fabada Litoral, esa marca de potajes en lata que lleva décadas haciendo la felicidad de miles de españoles. No acertaron con el cocido madrileño, le digo, ni con el pote gallego. En cambio, su fabada es un producto digno de preservación, algo que a muchos de mi generación nos sigue devolviendo hoy el perfume (si cabe decirlo así) de un pasado feliz, libre. No tiene nada que ver con una fabada asturiana casera como Dios manda, no. Es otra cosa, estimable por sus virtudes intrínsecas: simple, sin sorpresas, de fácil consumo. Algo que no debería desaparecer nunca de nuestras vidas. Ante la mirada incrédula de mi mujer, me sorprendo afirmando: “la fabada Litoral es algo más que un plato precocinado; forma parte de nuestra identidad”. Mi mujer me mira de hito y suelta: “Tú lo que tienes es muchas manías de soltero”.
En la sobremesa le echo un vistazo a un par de catálogos; primero, al que el Espai d’Art Miquela Nicolau y el Ayuntamiento de Son Servera editaron este año con motivo de la última exposición de escultura de Pedro Flores, Autoretrat en pedra i ferro: una colección de piezas que combinan dichos dos materiales en la búsqueda de esencias reconocibles. En sus páginas encuentro la reproducción de una hermosa obra en la que la presencia de la piedra domina abrumadoramente sobre la del metal. Se trata de tres grandes bloques de roca de evidentes reminiscencias prehistóricas, sin apenas tallar, cosidos en fila por tensores de hierro oxidado: una especie de tren pétreo, inmóvil por su propio peso y por su antigüedad. La mineral instantánea de un viaje a ninguna parte. Una estructura que pretende articular lo que por su propia naturaleza no tiene movimiento. La geología fuera de contexto. El contrasentido hecho forma. El título de la obra no podría ser más explícito: Nacionalismo. El comentario del autor al pie de la imagen, tampoco: “la ignorancia es el alimento de los necios”. Tan rotundo como revelador.
Otro artista mallorquín que precisamente estos días vuelve a exponer en Palma, Fernando Megías, daba a conocer su obra el año pasado en el volumen Modos de ver, que hojeo ahora. Megías aplica la imaginación y la ironía a la realidad más cotidiana y, así, nos sugiere otros puntos de vista, interpretaciones nuevas y desprejuiciadas. Poeta visual lucidísimo, asume la diversidad como ingrediente especialmente importante y significativo de la realidad; con su obra pretende despabilar los sentidos, desautomatizar la percepción y llevarnos a nuevas consideraciones sobre lo que vemos. Modos de ver, editado a principios de 2006, incluye reproducciones de esculturas, fotografías y textos asociados que emplean las palabras más sencillas y, si recordamos a Brecht (“con sólo decir lo que está pasando, a cualquiera se le tendría que partir el corazón”), las suficientes. Mostrando algo más de sutileza que Flores, pero mayor tino si cabe, Megías escribe en el centro de una de las páginas de este libro: “La identidad no es más que una idea fija”.
Mi mujer no me lo habría dicho mejor. Luke. Periodista Digital.