Uno es de la opinión de que, cuando el sonriente señor Zapatero negocia con Marruecos a propósito de inmigración o de cualquier otro asunto, debe explicar con claridad qué es lo que da, a cambio de qué y exactamente de qué manera garantiza el régimen marroquí el cumplimiento de los compromisos contraídos en condiciones de respeto a unos derechos humanos que incluso al sur del Gurugú constituyen obligación legal. Tiquismiquis que es uno.
Entre otras cosas, ese régimen con el que negociamos es culpable del saqueo de la nación saharaui. Es causante de un alto número de presos políticos, desaparecidos, casos de tortura y de restricción de la libertad de expresión y de otras muchas libertades, todo lo cual ha sido denunciado públicamente por Amnistía Internacional repetidas veces. La cúpula gobernante marroquí, y ello incluye a la familia de Mohamed VI, es beneficiaria directa de las pingües ganancias de las mafias que explotan el comercio de las drogas y el indigno tráfico de inmigrantes que de cuando en cuando siembra de cadáveres las costas de Fuerteventura o las vallas de Ceuta y Melilla.
Esas connivencias son hoy las nuestras. Tenemos la evidencia sonrojante de que los expulsados de las ciudades autónomas han sido expuestos por las autoridades alauíes a una muerte lenta y cruel en el desierto. Y no asombra tanto su falta de escrúpulos morales como la desfachatez demostrada, insólita incluso en quienes gozan del respaldo de los gobiernos francés y norteamericano, probablemente muy inclinados a concederlo a aliados más fiables –menos menesterosos– que el señor Zapatero. Éste debe explicar qué razones, aparte la necesaria vecindad, lo animan a mantener relaciones amistosas con un déspota responsable de tantos crímenes. Última Hora.
23 octubre 2005
09 octubre 2005
Salinas de Baleares
Cuando es necesario que una institución privada programe una exposición para que sepamos algo de esas joyas de nuestro patrimonio que son las salinas, es que algo no funciona. El magnífico montaje que abre Sa Nostra hasta finales de noviembre en la calle Concepción, Les salines de les Balears: el paisatge inventat, viene a paliar en parte el desinterés que por esta manifestación de la cultura balear y por su conservación demuestran las instituciones públicas.
Miquel Frontera, biólogo prestigioso y excelente fotógrafo, ha coordinado una labor de campo y de documentación inédita en ese terreno. Sus conmovedoras imágenes del paisaje salinero realzan el aspecto estético que estas industrias presentan, en peculiar intersección de botánica, zoología y geología. Frontera es también autor de los textos de un catálogo editado con un gusto exquisito y todo el rigor exigible, que será desde ahora referencia bibliográfica. A uno le gustaría poder llenar siempre la columna de elogios tan merecidos.
La exposición y su catálogo sirven al visitante para conocer el vocabulario particular y preciso que atañe al laboreo de la sal, que no quedó bien recogido en los mejores diccionarios generales, como el Alcover-Moll. Pero también para enredarse minuciosamente en sus aspectos técnicos, su historia, su geografía, su naturaleza y su etnografía; o para asistir, en un salto atrás de medio siglo, a las faenas propias de una durísima actividad tradicional que supuso un recurso fundamental en las economías insulares. La selección de fotografías de archivo es bellísima; destaca la serie de Català-Roca de los años cincuenta. Cuando uno sabe que sólo las salinas de Formentera han sido protegidas mediando declaración de Bien de Interés Cultural, que sólo las de Ibiza han sido estudiadas con cierta intensidad y que la mayor parte de ellas duermen un sueño de abandono y amenazan con desaparecer, uno no entiende nada. Última Hora.
Miquel Frontera, biólogo prestigioso y excelente fotógrafo, ha coordinado una labor de campo y de documentación inédita en ese terreno. Sus conmovedoras imágenes del paisaje salinero realzan el aspecto estético que estas industrias presentan, en peculiar intersección de botánica, zoología y geología. Frontera es también autor de los textos de un catálogo editado con un gusto exquisito y todo el rigor exigible, que será desde ahora referencia bibliográfica. A uno le gustaría poder llenar siempre la columna de elogios tan merecidos.
La exposición y su catálogo sirven al visitante para conocer el vocabulario particular y preciso que atañe al laboreo de la sal, que no quedó bien recogido en los mejores diccionarios generales, como el Alcover-Moll. Pero también para enredarse minuciosamente en sus aspectos técnicos, su historia, su geografía, su naturaleza y su etnografía; o para asistir, en un salto atrás de medio siglo, a las faenas propias de una durísima actividad tradicional que supuso un recurso fundamental en las economías insulares. La selección de fotografías de archivo es bellísima; destaca la serie de Català-Roca de los años cincuenta. Cuando uno sabe que sólo las salinas de Formentera han sido protegidas mediando declaración de Bien de Interés Cultural, que sólo las de Ibiza han sido estudiadas con cierta intensidad y que la mayor parte de ellas duermen un sueño de abandono y amenazan con desaparecer, uno no entiende nada. Última Hora.
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