27 enero 2008

Muertos de miedo

Se han ido publicando varias encuestas que dan a Unión, Progreso y Democracia uno o dos escaños en las generales. Sorprendentemente, la opción electoral más novedosa de los últimos veintidós años, desde la llamada Operación Roca de 1986, y desde luego la única que podemos llamar progresista en estos tiempos sectarios, apenas recibe atención en la gran prensa, la más claramente asociada al poder. Ya me imagino la noche electoral: en la sede de UPyD, Rosa Díez, Carlos Martínez Gorriarán, Mikel Buesa, Álvaro Pombo, Fernando Savater y demás dirigentes y amigos del partido celebrarán el éxito mientras las televisiones entrevistarán sin cesar a dirigentes del PSOE y del PP e ignorarán la alegría desbordante de los militantes de UPyD en la calle Orense.

No es para menos. Se acaba de conocer que una encuesta que maneja Ferraz ya atribuye a UPyD tres escaños que saldrían directamente de exvotantes socialistas: Madrid, Sevilla y Valencia. Teniendo en cuenta que los bancos nos han negado los créditos, que no salimos apenas en diarios o televisiones nacionales y que somos un partido fundado sólo el pasado 29 de septiembre, cabe extraer varias conclusiones. Apuntaré tres.

Primero, parece evidente que, si sin apenas haberse dado a conocer UPyD ya cuenta tres diputados (que sin duda serán más, dado que la encuesta la encargó el PSOE), ¿cuántos escaños contará la noche electoral, después de quince días de intensa campaña y la correspondiente publicidad? Muy bien lo tendrían que hacer los ciberesbirros de Pepe Blanco para anular nuestra capacidad de difusión de noticias y opinión a través de Internet, por ejemplo. Esperen ustedes sorpresas.

La segunda consecuencia que sacamos es que existía una demanda casi clamorosa de un partido como UPyD, que propone reformas sustanciales y no sólo palabras, que repudia la negociación con ETA y los pactos con los nacionalistas, que desea reformar la ley electoral que da sobrerrepresentación a éstos y relativiza el sufragio dependiendo de donde uno viva, que quiere un Senado que represente auténticamente a las comunidades autónomas, que promete una educación de calidad y para ello rescatará para el estado las competencias correspondientes, que -frente a normalizaciones e inmersiones- garantiza el bilingüismo en las regiones donde éste existe, que exigirá que jueces y fiscales se independicen de la tutela del gobierno y, por tanto, promoverá una auténtica separación de poderes. Todavía no he oído que a nadie disgusten nuestras propuestas, salvo a los tradicionales enemigos de la democracia española.

Por último, cabe concluir una tercera afirmación: en Ferraz y en Génova están muertos de miedo. Sólo eso explica, aunque no justifique, la mezquindad de su comportamiento –y del de sus amigos en la banca y en la prensa– con la nueva formación. Pero ningunear no equivale a suprimir. Aquí estamos, y aquí seguiremos el diez de marzo. Periodista Digital. Baleares Liberal. España Liberal.

26 enero 2008

Profesionales de lo suyo

Durante la transición entró en política lo mejor de cada profesión. No hace falta recordar los nombres de las personas que, desde opciones muy diversas, participaron en aquel período constituyente, todas ellas con una trayectoria sólida y prestigiosa que pusieron al servicio del interés general. Todos podían dejar la política activa y la mayor parte lo hicieron, porque no necesitaban servirse de ella.

Hoy tenemos profesionales de la política. Padecemos una casta de políticos que jamás aportaron a la sociedad nada fuera de la política. Esto sería aceptable si los políticos españoles, como los franceses, pasasen por una prestigiosa escuela de administración del Estado: serían profesionales en el buen sentido. Pero no; el cursus honorum en España se reduce a satisfacer los deseos del líder que señala con dedo omnipotente quién será y quién no será candidato. Alberto Ruiz-Gallardón lo sabe bien. En estas circunstancias, es difícil destetar a los políticos. Sus promesas caducan el día después de las elecciones; nadie que yo conozca tiene fe en ellas. No podemos esperar que nos solucionen nada que previamente no los solucione a ellos: después de veinte años no pueden retomar una carrera profesional que simplemente no tienen, así que harán lo que sea por perpetuarse.

Asistimos, así, al bochornoso espectáculo de un gobierno que planea ilegalizar ANV y el PCTV justo antes de las elecciones, y nadie en España duda que el motivo es el interés de ese gobierno por hacernos olvidar su incalificable desempeño en materia antiterrorista. Especular con este asunto es perverso, y que fiscales y jueces ejecuten los designios del ejecutivo es indecente; pero ahí siguen, y seguirán mientras se lo permitamos. La regeneración democrática que algunos proponemos es más necesaria que nunca. Periodista Digital. Baleares Liberal. Última Hora.

20 enero 2008

El Príncipe de la Paz

Salvo en círculos afines al PSOE y consideraciones ideológicas aparte, parece haber en España un acuerdo general en clasificar a José Luis Rodríguez Zapatero como el peor presidente de la democracia. Si bien algunos se remontan a Carlos Arias Navarro para encontrar un perfil inferior, he llegado a escuchar aquello de “el peor presidente del gobierno desde Godoy”. No conviene exagerar en esta materia, como en ninguna, pero esta última comparación me hizo reflexionar sobre algunas coincidencias.

En efecto, Manuel Godoy Álvarez de Faria no llegó a secretario del Despacho de Carlos IV por sus condiciones de estadista. El guapo extremeño, según las malas lenguas, aprovechó su intimidad con la reina María Luisa para ascender en cuatro años del rango de guardia de corps al de primer ministro de una de las tres grandes potencias de la época; en cualquier caso, méritos ajenos al buen gobierno y la ausencia de mejores alternativas le supusieron el poder supremo e infinitos honores en un tiempo récord.

En una época crítica para España, Godoy demostró una gran ignorancia de los problemas del estado y un notable desprecio por los intereses de la ciudadanía, que lo llevaron primero a combatir el progreso revolucionario, luego a doblegarse ante Bonaparte y en todo momento a seguir los impulsos de la improvisación y el oportunismo, sin que parezca que la pérdida misma de España llegase a significar nada para él. Godoy, que también carecía de virtudes militares, se distinguió por una manifiesta incapacidad para entender la escena internacional y establecer una línea propia de actuación en ese ámbito. Lo cual no le impidió ornarse, tras el tratado de Basilea de 1794 y contra la evidencia de su fracaso, con el título de Príncipe de la Paz. Después de los acontecimientos de 1808 pasaría más de la mitad de su vida en el exilio, añorando los tiempos de su privanza. Murió olvidado.

Después de sus muchos errores, que tuvieron funestas consecuencias para España, surgió la luz de un movimiento de progreso materializado en la carta magna de 1812, que en Cádiz refundaba la nación española y la ponía a salvo de la disgregación y de la reacción. Hoy pocos nos acordamos de Godoy; doscientos años después, en cambio, todos celebramos la Pepa como el origen de nuestra legitimidad constitucional.

No sé si me explico. Periodista Digital. España Liberal. Baleares Liberal. Mallorca Actual. Foro Civis.

06 enero 2008

Rosa Díez o un nuevo lenguaje político

El barcelonés Eduardo Moga, uno de los poetas más importantes y posiblemente el crítico literario más importante de España en este momento, escribió en cierta ocasión un comentario sobre el famosísimo microcuento de Augusto Monterroso, “El dinosaurio”, aquel que dice: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Basándose en esas siete palabras, Moga publicó un ensayo de diez o doce folios de los que no sobraba ninguno.

Sin pretender estos extremos de prolijidad, pero sí de lucidez, a uno le gusta que el discurso de los políticos contenga algún grado de rigor y contenidos fieles a la realidad, y no sólo a sus propias tácticas. Que Zapatero tenga la desvergüenza de describir la nefasta legislatura que está a punto de cerrar como un éxito; que la consejera Galmés pretenda combatir el fracaso escolar y la violencia en las aulas con su chiste del “Institut per a la Convivència i l‘Éxit Escolar”; que la oposición del Partido Popular consista indefectiblemente en decir no donde el gobierno haya dicho sí; que llamemos “proceso de paz” a negociar con los terroristas y “normalización lingüística” a excluir una de las dos lenguas oficiales (y la materna de la mitad de los ciudadanos) de los ámbitos educativo y administrativo, y hasta del privado: todo indica que los políticos tradicionales no están interesados en atacar la realidad, sino sólo en persuadir a una ciudadanía a la que parecen respetar muy poco de que detrás de sus acciones y de sus omisiones hay razones que las justifican. Pero ensartar palabras que sorteen las necesidades reales del ciudadano en vez de asegurarse de que respondan a ellas no es justificar: es buscar pretextos, engañar, lanzar cortinas de humo, torear... En cualquier caso, no es hacer política en el sentido noble de esta palabra.

Por eso la ciudadanía acaba de premiar a Rosa Díez con un tercer puesto en la valoración de los líderes políticos nacionales, pese a que su partido (Unión, Progreso y Democracia) sea un recién llegado, un perfecto outsider si consideramos la atención que le dispensan los medios: porque sus diagnósticos no eluden la fealdad de los hechos, porque formula sus propuestas sin aspirar a la corrección política. Porque da donde duele y receta sin complejos. En marzo, ya lo verán, nos espera una sorpresa. Última Hora. Periodista Digital.

02 enero 2008

De la incompetencia en los despachos al fracaso en las aulas

Y yo que estaba preocupado por el asunto de la educación, que me tenía sin vivir… Pero la consejera de Educación del Govern acaba de darme la tranquilidad que, como padre y como ciudadano, necesitaba yo más que el pan. Esta coalición de sabios que gobierna Baleares va a acabar con el fracaso escolar y con la violencia en las aulas de un plumazo.

Doña Bàrbara Galmés anunció hará medio mes, con la aprobación del Consejo Escolar de las islas, la inminente creación del Instituto para la Convivencia y el Éxito Escolar, un organismo dependiente de su consejería que combatirá la violencia y la indisciplina en las aulas. Es cierto que ya el gobierno del Partido Popular había atacado los males de nuestro sistema educativo por medio de un invento similar, el Observatorio para la Convivencia Escolar, y también lo es que este organismo había sido incapaz de poner en marcha con eficacia la red de comités que en los centros habían de ocuparse de esto de la convivencia, al parecer un asunto desligado de la educación en general y que, por tanto, requiere la creación de comités ad hoc; nada de dotar al profesorado de medios y autoridad suficientes, no: esto sería franquista como poco, y ni siquiera el PP iba a caer en eso. Mejor inventar comités y observatorios.

La consejera de Educación pretende que el Instituto que empezará a funcionar este enero “trabaje con planes de mejora del éxito escolar específicos para cada centro” (ahí es nada). Lejos de proponer –qué sé yo– una mejora general del currículo o el incremento de la formación y de la retribución de los docentes, el ICEE incentivará “que algunos colegios o institutos abran por las tardes para la realización de actividades lúdicas que ayuden a fomentar la socialización” (“programas de inserción socioeducativos” se llama esta tontuna). En la línea: donde esté lo lúdico que se quite el estudiar. Casi 30.000 euros va a dedicar el Govern a semejante memez. “La lucha contra el fracaso escolar la vinculamos a la convivencia escolar”, ha afirmado la señora Galmés en un momento de máxima lucidez. “Hemos de hacer algo por esos estudiantes que han perdido el tren y cuya forma de estar en el centro, durante el periodo de escolarización obligatoria, es ser antisistema”, afirma la consejera; y nada como un Instituto para la Convivencia y el Éxito Escolar para “coordinar todas las políticas en esta materia” y “articular medidas preventivas”. Llevo toda la vida escuchando discursos huecos por parte de demagogos profesionales; pero la señora Galmés es, en este sentido, una artista.

Doña Bàrbara sustituye, pues, un artefacto del gobierno Matas por otro de factura propia que dispondrá, según las noticias, de una “Unidad para la Convivencia” –en el Observatorio se llamaba “Comité de Expertos”– a la que colegios e institutos podrán acudir, y de “un equipo de intervención con técnicos y juristas que se desplazarán a los centros educativos que deban afrontar un momento puntual complicado de violencia o indisciplina”. Así pues, en el caso de que a ese repetidor cafre que todos hemos conocido se le ocurra medirle el recto al empollón de turno con un cartabón mellado, imagino que, tras la apertura del correspondiente expediente, la recepción de los oportunos informes y su valoración en debate plenario, después de oír a las partes implicadas y al director del centro y –en fin– en el breve plazo de tres meses, el ICEE enviará al lugar de los hechos a su flamante “equipo de intervención”, que suena como a unos hombres de Harrelson al pedagógico modo pero temo no pase de un par de “técnicos y juristas” novatos que, eso sí, le darán una aleccionadora charla al joven macarra (quien, si tienen suerte, no les sacudirá también a ellos con la colaboración de su padre) y un poco de técnico consuelo a la víctima, en el caso de que haya sobrevivido. Y a otra cosa. Nada de formar en valores, nada de mejorar los contenidos, nada de buscar con ahínco la excelencia del profesorado como hacen esos pedantes de los finlandeses, nada de legislar un régimen disciplinario como el que necesitan los centros, nada de insistir en el valor del esfuerzo, de la paciencia, del respeto… Pamplinas: aquí decretamos un par de institutos, les ponemos nombres positivos y modernos, convocamos una rueda de prensa, salimos por la tele un poco y se han acabado todos los problemas.

Se han acabado en la escuela y en casa: propongo que el Govern, para paliar la violencia doméstica, cree un Instituto para la Convivencia y el Éxito en el Hogar que, cuando algún marido enfurecido quiera imponerle un correctivo a su mujer valiéndose de la llave inglesa y se oigan los gritos por la ventana, reúna en pleno la Unidad para la Convivencia en el Hogar y lance el correspondiente equipo de intervención a proceder sin contemplaciones, amenazando al agresor con retirarle el acceso al bar durante tres días e implantando un programa de inserción con actividades lúdicas como, no sé, partidas de brisca en el salón de su casa para fomentar su socialización con su magullada señora. Y lo mismo con la Convivencia en los Campos de Fútbol, el Éxito en el Botellón Nocturno y un largo etcétera... Porque, en fin, no sé si ustedes se hacen cargo de cuántos menores de dieciséis años pueblan nuestras aulas: exactamente tantos como nuestros hogares y casi tantos como nuestros botellones. Ni siquiera una división acorazada de intervención poblada de psicólogos, pedagogos y juristas, incluso aunque se tratase de buenos profesionales y no de meros funcionarios descontentos de sus condiciones laborales, daría abasto, dada la magnitud del actual desastre educativo español y, particularmente, balear. No es catastrofismo: hay estudios serios y recientes que prueban que, en comparación con los países de su contexto, la enseñanza española forma titulados muy deficientes.

Dicen algunos malpensados que doña Bàrbara ha desmontado el Observatorio para la Convivencia, sin que éste hubiera tenido aún el recorrido suficiente para rendir sus por otra parte improbables frutos, por el mero hecho de que se trataba de una criatura del gobierno del PP. Otros, tan malpensados o más, se preguntan quién estará al frente del nuevo instituto (si un funcionario o un nuevo cargo de confianza), quién nombrará a sus miembros, qué dietas cobrarán los expertos que acudan a sus sesiones y de quiénes serán hijos los trabajadores contratados. Algunos papanatas, porque de todo ha de haber, se preguntan en qué consiste eso del éxito escolar, y si en lugar de jugar con las palabras y multiplicar los gastos en parches absurdos con cargo al contribuyente no merecería más la pena reformar a fondo las escuelas de magisterio y las facultades, formar a los licenciados que vayan a ser docentes como a verdaderos docentes (porque todo el mundo sabe que el CAP nunca fue una herramienta formativa eficaz, sino un trámite para cubrir el expediente), dotar a los centros con los recursos suficientes, implantar una disciplina más severa y olvidar de una vez por todas las perspectivas localistas, la batalla de las lenguas y las memeces identitarias; pero éstos, aparte papanatas, seguro que son unos fachas.

Unión, Progreso y Democracia propone una reforma en todos los niveles educativos con el fin de incrementar los conocimientos medios de los estudiantes españoles, presupuestando lo que sea necesario para mejorar los centros de enseñanza, favorecer la cualificación del profesorado y aumentar su retribución. El llamado partido de Rosa Díez desea una educación de calidad y laica, atenta al mérito y a los conocimientos de los alumnos con independencia de sus recursos económicos. Entre las formaciones que presentarán candidaturas en las próximas elecciones generales, UPYD es la única que considera necesario y promoverá, si está en posición de hacerlo, que el Estado vuelva a hacerse cargo de las competencias en materia de Educación y, desde luego, de las relacionadas con fijar unos contenidos curriculares troncales únicos en todo el territorio nacional, con la financiación que sea pertinente. Porque un elemento esencial no sólo para la formación de una ciudadanía crítica y responsable, sino también para la productividad, la competitividad y el desarrollo económico de una nación, junto con la tecnología y las infraestructuras, es una educación que en todos los niveles atienda al conocimiento y al esfuerzo. Así lo demuestra la experiencia internacional. El aterrador fracaso de la LOGSE no puede ser parcheado mediante la creación de comisiones, consejos e institutos que distraigan al ciudadano del verdadero problema, sino a través de una nueva concepción del sistema educativo que asuma sinceramente la importancia del esfuerzo (frente a la motivación) y de la excelencia (frente a la mediocridad) en todos los ámbitos e imponga el respeto a las normas como marco de convivencia.

En uno de sus artículos más recientes, Arturo Pérez-Reverte describía rotunda y certeramente la casta de demagogos que hoy señorean los despachos de la enseñanza en España y que tanto mal han hecho y seguirán haciendo a los españoles si en marzo no les ponemos coto. “Qué miedo me dais algunos, rediós”, escribía el creador de Alatriste. “En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado”. Amén. Pero incluso un problema tan grave tiene solución. Puede ser en marzo. Periodista Digital. España Liberal. Es Diari Digital de Menorca. Mallorca Actual. Baleares Liberal.