No se demoraron, tras publicarse la baja del sátrapa cubano, las declaraciones del congresista por Florida Lincoln Díaz-Balart, sobrino de la primera mujer de Castro y significado ultraconservador, no sólo por sus antecedentes familiares batistianos y su lógica oposición a Castro, sino también por su habitual defensa de los intereses de aliados como Marruecos o Israel. El cinco de agosto Díaz-Balart instó a su gobierno a presionar hacia “una transición democrática en Cuba”, criticando la orientación del gobierno español en esa materia. Sin embargo, parece que lo que más teme el gobierno norteamericano en estos momentos es la avalancha de inmigrantes que se prevé al menor signo de apertura del régimen caribeño.
Se impone la paciencia, como ha recordado Andrés Oppenheimer, editor de The Miami Herald y columnista de más de cuarenta importantes diarios del continente, premio Pulitzer, analista político de la CNN, autor, entre otros, del libro La hora final de Castro (1993) y sin duda uno de los periodistas más influyentes de Hispanoamérica, en quien podemos reconocer la voz del anticastrismo inteligente. En ese sentido, acaba de hacerle al presidente Bush cinco recomendaciones: mantener un “perfil bajo” en sus declaraciones; autorizar los contactos directos con La Habana; preparar un fondo de reconstrucción de Cuba o, como dice con más cinismo, “unas zanahorias para poner sobre la mesa”; iniciar ya los necesarios “cabildeos” en el Congreso; y actuar de común acuerdo con Europa e Iberoamérica. También Oppenheimer insiste en la importancia del papel de España y lamenta que Bush haya desoído las llamadas del presidente Zapatero. Posiblemente éste no sea el estadista que los cubanos desearían ver al frente del gobierno español, pero aún queda tiempo para encarar la situación con inteligencia y justicia. Ojalá. Última Hora.