Jorge Campos es un tipo que me cae bien, pero podría caerme mal. No comparto todas sus posiciones políticas; podría compartirlas todas o no compartir ninguna. No obstante, la ética me obligaría igualmente a escribir lo que viene a continuación, porque no pretendo hablar de simpatías ni de ideas, sino de algo que está mucho antes que eso: la libertad.
En marzo de 2010 se celebró una loable manifestación en contra de la corrupción política en Palma. Lo que no es tan loable es que la organización de la misma pretendiese impedir al Círculo Balear que se adhiriera a la misma. No sabemos si porque dicha organización estaba decidida a marcar la lucha anticorrupción como patrimonio de la izquierda o porque su sectarismo le impedía compartir manifestación con una fundación declaradamente constitucionalista; lo cierto es que entidades separatistas que viven del contribuyente como la OCB o el sindicato STEI-i creyeron tener derecho a decidir quién se manifiesta y quién no contra la corrupción. Es el caso que el Círculo Balear, a cuyos dirigentes nunca han faltado los ánimos, desplegó desde el balcón de su sede en la Plaza de España una gran pancarta en la que manifestaban públicamente su adhesión al acto, justo cuando los manifestantes oficiales se congregaban en la céntrica plaza.
Tal vez los convocantes tenían la intención de dar a entender que la corrupción sólo puede provenir de la derecha, por lo que -en ese caso- deberían haber dirigido sus críticas a los partidos de izquierda que en 2007 pactaron con Unió Mallorquina sin escrúpulo alguno: PSM, ERC, IU y PSOE. O bien, quizá, deseaban asociarla con el españolismo rampante (como todo el mundo sabe, sobre todo en los alrededores del Liceo de Barcelona y de la Diputación Foral de Álava, la corrupción es cosa de españolistas). La cosa es que en lugar de alegrarse de que el CB se adhiriera con entusiasmo al movimiento anticorrupción, interpretaron que les estaba estropeando la estrategia electoral del PSM y reaccionaron con abucheos; para que luego digan que esto no es España... Dentro de la multitud abucheante, algunos fascistas extremaron su celo y, presuntamente (y digo presuntamente por escrupuloso respeto al proceso judicial abierto, ya que los hechos fueron y son públicos), amenazaron e injuriaron a los manifestantes del balcón. Entre los extremistas, al parecer, se encontraba Rafael Sedano, un conocido dirigente del PSM que lleva siglos chupando del bote de ese Estado que denuesta.
El caso es que Jorge Campos, presidente del Círculo Balear, se querelló a consecuencia de estos hechos y el próximo viernes se celebra el correspondiente juicio de faltas contra nueve personas, que el separatismo mallorquín, en uso de ese lenguaje entre épico y adolescente al que son tan aficionados, ya ha convertido en “Els nou de Palma”. Ya saben: los doce del patíbulo, los siete magníficos, los cinco de Cambridge, los nueve de Palma... En su propaganda, estos nueve elementos son presentados como víctimas (claro, ¿no se acuerdan?, estamos hablando de catalanismo: nunca falla) de una persecución política dirigida por lo peor del españolismo ultra, en el que naturalmente incluyen al juez. Y a fin de evitar tal persecución, algunas de aquellas mismas organizaciones, todas de izquierdas y todas separatistas en diversos grados, han convocado una manifestación a la puerta del juzgado con el fin de presionar al juez y a la sociedad y hacerse un poco más de propaganda victimista. Apuesto a que llevarán una pancarta magnífica, pues ya sabemos quién paga gastos.
Es burdo, pero en algunos sectores de la sociedad sigue calando este discurso irresponsable según el cual, para que estos jóvenes fascistas -y no tan jóvenes- no se sientan perseguidos por el malvado españolismo, los ciudadanos que respetan las leyes, pagan sus impuestos y viven de su trabajo deben seguir financiando a aquellos sus fantasías infantiles y tolerar que infrinjan toda norma que no les parezca adecuada. ¿Que rompen cristales o pintarrajean fachadas, que insultan a voz a en grito y amenazan de muerte? Pues a callar, si no queremos ser acusados de ultras españolistas...
Pero ¿saben qué les digo? Que eso se ha acabado. Si hace falta explicarlo, lo repetiremos hasta la saciedad: en España no se persigue a nadie por opinar. De hecho, si nos querellásemos contra todos los majaderos que campan a sus anchas en España y pretenden elevar sus indocumentadas extravagancias a la categoría de doctrina política, no daríamos abasto. No. Nadie salvo los violentos pretende aquí condenar las ideas. No existe el delito de opinión. El juez está procesando a unos individuos que, con independencia de cuáles sean sus ideas políticas, tienen derecho a discrepar de otros ciudadanos, pero no, como creen, a injuriarles y amenazarles por ejercer la libertad de expresión. Y eso, señoras y señores del Lobby de Dones, de ATTAC, de Maulets o de Iniciativa Verds, es volver a la selva. Jorge Campos, con su iniciativa, no sólo está defendiendo un derecho personal sagrado, sino que presta a la sociedad un impagable servicio: nos marca el camino para librarnos de estos parásitos violentos, tan valientes cuando van en manada, tan cobardes ante el juez que necesitan que una banda de enemigos de la democracia, que no respetan ni la sede de la Justicia, los arropen. Estamos hablando también, por tanto, del respeto a la independencia judicial.
En España no caben más violentos, y el próximo viernes 29, a las 9:30, los ciudadanos de bien, sean de derechas o de izquierdas, estarán, a título personal, porque aquí no hay política sino civilización, con Jorge Campos.
(Abreviado en El Mundo-El Día de Baleares, 28 de julio de 2011)