02 diciembre 2013

Seguiremos

La situación es la siguiente: me encuentro ayudando a mi hijo con sus deberes españoles, haciéndole un dictado en catalán para que -dado que en nuestra familia usamos el español- no deje de avanzar también en esa lengua durante su curso inglés. “L’hivern passat vaig anar a Andorra amb la meva família. Tots vàrem practicar l’esquí”, etc. En ese momento me avisan: tres o cuatro decenas de energúmenos han ocupado por la fuerza la sede de UPyD en Barcelona, han zarandeado al trabajador que se encontraba allí en ese momento, han colgado una pancarta del balcón “en defensa de la lengua”, han sido desalojados por los mossos d’esquadra sin que se practicase ninguna detención y a continuación se han manifestado y han injuriado a mis compañeros catalanes frente a la misma sede y ante las narices de los mossos.

Los energúmenos, miembros de un sedicente Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes, es decir, una banda de jóvenes separatistas sin mayor interés por los estudios pero mucho tiempo libre para andar dando por saco a los ciudadanos, protestaban así por la imputación de cinco de sus compañeros, dos de ellos concejales de la izquierda independentista, por los actos de agresión y coacción contra Rosa Díez en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2010.

Por lo que toca a UPyD, estos cachorros del independentismo serán también denunciados y procesados. Porque sus actos vandálicos no son una protesta pacífica, como la mayor parte de la prensa catalana ha escrito, sino la ocupación ilegal y con violencia, por primera vez en la historia democrática de Cataluña, de la sede de un partido político, que no es la calle ni es nada sobre lo que estos niñatos tengan derecho alguno. Lo que buscan estos frutos orgullosos de nuestro sistema educativo es la impunidad, porque la ley es para los demás: ellos ya tienen suficiente con sus banderas y sus consignas lingüísticas, y las imputaciones de sus compañeros resultan injustas por el mero hecho de enarbolar las unas y gritar las otras. La policía, según reconoció in situ uno de los mossos, tenía órdenes de no detener a los radicales. Ningún partido ha condenado los hechos, y solo a título particular dos diputados del PP y otro de Ciudadanos han enviado su solidaridad. La prensa escrita ha hablado de “reivindicaciones”, “protestas pacíficas” y similares, y la audiovisual ha ignorado este atentado antidemocrático.

“La lengua”, eso que para mí es un idioma hermoso y útil que a mi hijo no le conviene descuidar, pero que para estos descerebrados no es más que una buena coartada para sus fechorías, no justifica los desmanes que se están perpetrando en su nombre. La lengua no justifica, por ejemplo, que a quienes defendemos otra forma de gobernarnos y ponemos las libertades por delante de los mitos nos llamen fascistas, como hicieron la otra noche en Barcelona esos niñatos que se llenan la boca de revolución mientras tuitean las fotos de la hazaña desde sus carísimos smartphones. Porque uno se rebela contra el poderoso; pero cuando uno ataca al débil, como lo es UPyD en Cataluña, y además recibe la comprensión de la policía, de la prensa y del establishment político, entonces no se trata de una rebelión, sino de una caza del diferente, de fascismo y de cobardía: de una fase inicial del totalitarismo. La lengua no justifica que en Cataluña unos tengan derechos políticos y otros no, que algunos exhiban su pretendida superioridad moral y su supuesto caché democrático mientras los niños que se educaron en las escuelas que ellos diseñaron hoy revientan la sede de un partido que cometió el grave pecado de disentir. La lengua no justifica privilegios en el acceso al trabajo o a los estudios. La lengua no justifica las coacciones al comercio ni la tergiversación de la historia. La lengua no justifica nada de esto, ni tiene derechos, ni siente ni padece, ni esculpe identidades inamovibles, ni lo hace a uno mejor que sus semejantes. La lengua, si no es una herramienta de comunicación, no es nada. Y para estos valentones que actúan gregariamente para sentirse más fuertes, es evidente que la lengua no sirve para comunicar otra cosa que odio.

No lo van a conseguir. Seguiremos defendiendo los derechos de los ciudadanos hablen el idioma que hablen. Seguiremos defendiendo el imperio de la ley, cuando nos guste la ley y cuando no nos guste. Por más que nos ataquen, cada vez seremos más los que seguiremos defendiendo el modelo de estado que nos parece coherente con la historia (con la historia digo, no con los mitos que al parecer muchos se han creído y de los que otros han sacado grandes rendimientos) y coherente con una gestión más justa y equitativa de los recursos comunes. Seguiremos defendiendo una educación que haga ciudadanos respetuosos y no vándalos sectarios. Seguiremos, y seguiré, amando una lengua que ellos no tienen derecho a apropiarse, porque es de todos. Seguiré haciéndole sus dictados a mi hijo, porque la lengua que ellos defienden no es el catalán, sino las palabras del miedo, del odio y de la discriminación. Esos cretinos no tienen nada que ver con el catalán, sino con el totalitarismo. Y, por lo tanto, sí: seguiremos. mallorcadiario.com. Versión catalana en Diario de Mallorca.


No hay comentarios: