Yo no sé ustedes, pero este apóstata confeso guardará el resto de sus días la imagen del papa en su última aparición pública. Asomado al alféizar, se esfuerza por hablar, por respirar, y sólo le sale un frustrado ademán. Karol Wojtyla ha sido portador de una voluntad férrea y de la dignidad más humana: enérgico hasta el final, mas sin soberbia. Algunos han criticado esas imágenes y hablan de morbo, de ensañamiento; yo, sinceramente, deseo ese gesto y esa dignidad para mí, cuando el momento llegue.
Última Hora.
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