16 mayo 2011

Algo más que indignarse

El notable éxito de la convocatoria de indignados en la tarde de ayer, 15 de mayo, prácticamente en todas las capitales de España, significa muchas cosas y tiene muchos ingredientes. Pero principalmente señala el déficit brutal de credibilidad que padece nuestra clase política y, por contagio, nuestras instituciones. Un caldo de cultivo magnífico, por cierto, para los enemigos de la democracia.

El hecho de que uno de los lemas coreados por los manifestantes madrileños haya sido "No nos mires, únete", un lema utilizado por Unión Progreso y Democracia en una campaña de hace menos de un año, indica bien a las claras el componente de activismo ciudadano que forma parte de la esencia de nuestro partido. Sin embargo, muchas de las personas que se han dejado atraer por la iniciativa Democracia Real Ya, en principio, preferirán votar en blanco o no votar antes que entregar su voto a un partido con vocación institucional como UPyD. Está claro que, salvando adherencias ácratas o interesadas, UPyD comparte con los ciudadanos que ayer se manifestaron un objetivo general común: el de regenerar la calidad democrática de las instituciones y devolver el control de la política a los ciudadanos.

Nuestro éxito como partido estribará en buena parte en que hagamos saber a todas esas personas, y a los millones que sin haber ido a las manifestaciones desconfían de los partidos políticos, que ni el voto en blanco ni la abstención van a forzar estructura o voluntad alguna sino que, bien al contrario, engordarán la cuenta de escaños del PP y del PSOE, a quienes el descenso de participación apenas hará pestañear antes de seguir dedicándose al mercadeo durante otros cuatro años.

La reforma de un sistema político caduco, si queremos evitar la violencia -y todos queremos-, pasa por introducir el mensaje de insatisfacción en las instituciones y hacerlo fructificar. ¿De qué vale protestar en la calle si esa protesta no se traslada a las instituciones en forma de reforma de la ley electoral, de la justicia, de la educación, del mercado laboral, todas ellas propuestas irrenunciables de UPyD...? Yo se lo diré: de nada. En Islandia, en una situación mucho peor aún que la de España, con el estado en quiebra, los ciudadanos no optaron por la abstención, sino por dirigir su voto hacia nuevas opciones.

Muchas personas sienten simpatía por el proyecto de UPyD, y en esta campaña hemos oído muchas veces la frase "que tengáis suerte". Pero la única fortuna posible en unas elecciones pasa por la recepción del voto, y el que desea suerte pero no la propicia con su voto tendrá su cuota de responsabilidad si, después, el llamado voto útil al PP o al PSOE vuelve a defraudarle por enésima vez; porque llevamos treinta años de alternancia y ya sabemos de lo que ambos son capaces. Si todos los que nos desean suerte nos llegan a votar, estoy convencido de un vuelco electoral a nuestro favor. Pero hay que tener el coraje suficiente para rebelarse y desatender los sondeos que cada día se publican -desengáñense- con el único propósito de desanimar al votante crítico y orientar el voto hacia las opciones tradicionales, que son las que los costean.

Nuestra victoria, insisto, dependerá de que seamos capaces de captar al elector que vota tapándose la nariz; de que convenzamos al votante de que UPyD ya ha influido en el discurso público en el sentido de acercar la política al interés real de los ciudadanos, y puede seguir influyendo mucho más desde el seno de las instituciones, allí donde se legisla; de que sepamos llegar al descontento que no encuentra otro camino que la protesta, sin saber aún que desde hace tres años existe un partido que pide todo eso que pedían ayer los manifestantes; de que consigamos hacer ver que la única manera de cambiar las cosas es participar en su reforma, porque exigir que otros la hagan sin implicarnos nos deja a merced del engaño.

UPyD debería conectar con esa masa de descontentos, pese al bloqueo televisivo, pese a las campañas de descrédito, pese a las encuestas manipuladas, porque la razón de ser de UPyD es precisamente dar voz en las instituciones al ciudadano insatisfecho con la calidad de nuestro régimen democrático. Las personas que ayer se manifestaron están hartas del sistema, y algunas podrían seguir hartas por los siglos de los siglos -porque, todo hay que decirlo, hay jóvenes -y no tan jóvenes- que hacen de la protesta seña de identidad sin llegar nunca al fondo del asunto-, pero quienes estén hartos de estar hartos deben saber que existe una opción que pretende llevar ese afán de reforma a las instituciones, el único ámbito en el que las reformas pacíficas son posibles. Se llama Unión Progreso y Democracia y, contra todo eso que les cuentan, es el verdadero voto útil.

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