El argumento de que el matrimonio siempre fue heterosexual es semejante al ya superado de que las mujeres nunca ostentaron cargos públicos: porque un fenómeno que consideramos imperfecto lo haya sido
siempre no dejaremos de desear su reforma. El lenguaje busca las formas de que nos entendamos, y que el contenido de la palabra “matrimonio” se amplíe no inducirá a confusión mayor que la que produjo la palabra “coche” cuando dejó de designar un vehículo arrastrado por caballos para significar “automóvil”: en eso consiste el progreso.
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