Hay un momento para que hablen ingenieros y contables y delimiten los requisitos técnicos y presupuestarios de un proyecto ferroviario; y hay también, o debería haber, un momento para los políticos: para confirmar que deseamos un modelo de sociedad insolidaria, despreocupada de valores ambientales y humanos o, al contrario, apostar –en la parcela correspondiente– por una comunidad más auténtica. En un vagón de tren se ahorra, se lee, se conversa, se comparte un espacio: se es. En el asfalto se consume; se es veloz. Qué pobreza.
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