Léanse los siguientes titulares de esta tarde, ordénense los medios periodísticos que los han emitido de más servil/previsible a menos servil/previsible y consígnense por ese orden en los comentarios a esta entrada. Entre las respuestas acertadas se sorteará un paquete de acciones de Bankia.
1. El País: Rescate a España
2. ABC: España logra de Europa «un préstamo bancario en condiciones muy favorables»
3. El Mundo: Rescate a la banca de hasta 100.000 millones sin condiciones al Gobierno
4. La Razón: «Hemos pedido apoyo financiero para los bancos, no un rescate»
5. Expansión: Rescate: España pide ayuda para la banca
6. Público: Rescate bancario
7. El Confidencial: El Gobierno pide ayuda para salvar la banca pero evita hablar de "rescate"
8. El Plural: España es rescatada, pero el Gobierno dice que es ¡una buena noticia!
9. El Economista: 'Rescate' y amarga victoria de España
10. La Vanguardia: España pide a Europa que rescate su sistema bancario
11. El Correo: España solicita el rescate
12. La Gaceta: 'Un préstamo en condiciones muy favorables'
13. Marca: Un 'español' rescata a Alemania (referido al gol del futbolista nieto de españoles Mario Gómez en el partido Alemania-Portugal; no me digan que no es bueno)
Fuera de concurso (pero no hagan mucho caso: estos extranjeros no tienen mucha idea de las cosas de España, sus periodistas son muy poco profesionales y, sobre todo, nos tienen mucha pero que mucha envidia).
Financial Times: Spain seeks Eurozone bail out (España pide el rescate de la Eurozona)
The Times: Spain seeks bank bailout of up to €100 billion (España pide un rescate bancario de hasta 100.000 millones de euros)
The New York Times: Spain to Accept Rescue From Europe for Its Ailing Banks (España aceptará el rescate de Europa para su banca achacosa)
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09 abril 2012
Es la hora de los valientes
No es que nos guste ponernos solemnes, ni que ignoremos las dificultades que supone un proceso de refundación del Estado como el que proponemos desde UPyD; es el caso que en algún momento hay que empezar a demostrar la voluntad de que los cambios sucedan. Anteayer hemos recordado nuestra propuesta de suprimir los consells insulares, y ayer la de fusionar los ayuntamientos pequeños, como medidas de reducción del déficit. Entendemos que el Govern Balear tiene mucho que decir aquí.
Nos dirán que los consells son entes muy queridos en las islas, pero de sentimientos no vamos a comer. Nos dirán que aproximan la administración al ciudadano, y es cierto, pero también lo es que facilitan la corrupción y entorpecen el ahorro; por no hablar del hecho de que contar con cuatro administraciones pseudoautonómicas, sumadas a la local, la autonómica, la nacional y la europea, en un conjunto que ronda el millón de habitantes -cuando hay ciudades en Europa que triplican esa población y se contentan con un simple ayuntamiento- es a todas luces un despilfarro intolerable. Nos dirán que suprimir los consells requiere reforma constitucional, y tendrán razón; pero alguien, en algún momento, tiene que abrir ese proceso, y mostrar voluntad de que sí desea reformas serias. Lo que no nos dirán es que en ese proceso los partidos se dejarían por el camino redes clientelares, cuotas de poder, intereses particulares.
Nos dirán que los municipios son también un nivel de la administración muy cercanamente identificado con el ciudadano; que prestan servicios desde la cercanía; que gozan de una tradición... Pero la tradición por sí sola nunca ha sido garantía de eficacia. El mapa municipal de España data del siglo XIX, deriva directamente de las parroquias decimonónicas y no tiene nada que ver con la realidad demográfica, económica o administrativa de la España de 2012. Está estudiado que el tamaño mínimo adecuado para una gestión local eficiente es el de los 20.000 habitantes. Nuestros alcaldes piden mancomunar servicios como la Policía local, pero sin que desparezca la administración local correspondiente... Es evidente que la prestación eficaz de los servicios y la economía de escala exigen la fusión de los ayuntamientos más pequeños, lo que no significa ni la desaparición de los núcleos de población ni la de sus bienes comunales, tradiciones o toponimia. Lo que no nos dicen es que si suprimimos concejalías y alcaldías los partidos políticos pierden cuota de poder y capacidad de adjudicar contratos a dedo.
Es la hora de los valientes. El ministro Montoro acaba de afirmar en una entrevista que “hay que revisar, reequilibrar y ordenar el Estado autonómico”. Pero esto no puede quedar en palabras. En un momento crítico de la historia de España son necesarias personas corajudas al frente de las instituciones. Necesitamos líderes que nos hablen de sacrificio, pero no precisamente de recortes en Sanidad o Educación para eludir la responsabilidad de eliminar el verdadero cáncer de nuestro país: las administraciones superfluas, el caos insensato de empresas públicas, el exceso de funcionarios. Es preciso pisar callos, renunciar al interés particular, olvidar el corto plazo electoral y mirar con ojos de estadista. Necesitamos visión de Estado.
Y desde las comunidades autónomas se puede hacer mucho. Los estadistas son necesarios en Madrid, pero también en las comunidades autónomas. El presidente Bauzá debe decidir si quiere ser un obstáculo más o prefiere ser recordado como uno de los hombres con visión de Estado que instaron al gobierno de la Nación, con sus ideas y su apoyo, a refundarlo. El President tiene la obligación de dar un paso al frente: puede reclamar el fin de los consells insulares y hacer uso de las competencias que la Ley de Bases del Régimen Local le otorga en materia de fusión de ayuntamientos. Puede tratar al ciudadano como a un adulto y tendrá el apoyo de la ciudadanía y, desde luego, el de UPyD.
O puede elegir ser una rémora más para la solución de la profunda crisis institucional que nos aqueja y nos hunde sin remedio en el marasmo económico. Puede seguir jugando al juego que le dicta la trasnochada troupe del nacionalismo sociológico, eludir los problemas de fondo, aplicar la lupa localista y seguir haciendo de la política un circo paleto. En ese caso no tendrá nuestro apoyo.
Nos dirán que los consells son entes muy queridos en las islas, pero de sentimientos no vamos a comer. Nos dirán que aproximan la administración al ciudadano, y es cierto, pero también lo es que facilitan la corrupción y entorpecen el ahorro; por no hablar del hecho de que contar con cuatro administraciones pseudoautonómicas, sumadas a la local, la autonómica, la nacional y la europea, en un conjunto que ronda el millón de habitantes -cuando hay ciudades en Europa que triplican esa población y se contentan con un simple ayuntamiento- es a todas luces un despilfarro intolerable. Nos dirán que suprimir los consells requiere reforma constitucional, y tendrán razón; pero alguien, en algún momento, tiene que abrir ese proceso, y mostrar voluntad de que sí desea reformas serias. Lo que no nos dirán es que en ese proceso los partidos se dejarían por el camino redes clientelares, cuotas de poder, intereses particulares.
Nos dirán que los municipios son también un nivel de la administración muy cercanamente identificado con el ciudadano; que prestan servicios desde la cercanía; que gozan de una tradición... Pero la tradición por sí sola nunca ha sido garantía de eficacia. El mapa municipal de España data del siglo XIX, deriva directamente de las parroquias decimonónicas y no tiene nada que ver con la realidad demográfica, económica o administrativa de la España de 2012. Está estudiado que el tamaño mínimo adecuado para una gestión local eficiente es el de los 20.000 habitantes. Nuestros alcaldes piden mancomunar servicios como la Policía local, pero sin que desparezca la administración local correspondiente... Es evidente que la prestación eficaz de los servicios y la economía de escala exigen la fusión de los ayuntamientos más pequeños, lo que no significa ni la desaparición de los núcleos de población ni la de sus bienes comunales, tradiciones o toponimia. Lo que no nos dicen es que si suprimimos concejalías y alcaldías los partidos políticos pierden cuota de poder y capacidad de adjudicar contratos a dedo.
Es la hora de los valientes. El ministro Montoro acaba de afirmar en una entrevista que “hay que revisar, reequilibrar y ordenar el Estado autonómico”. Pero esto no puede quedar en palabras. En un momento crítico de la historia de España son necesarias personas corajudas al frente de las instituciones. Necesitamos líderes que nos hablen de sacrificio, pero no precisamente de recortes en Sanidad o Educación para eludir la responsabilidad de eliminar el verdadero cáncer de nuestro país: las administraciones superfluas, el caos insensato de empresas públicas, el exceso de funcionarios. Es preciso pisar callos, renunciar al interés particular, olvidar el corto plazo electoral y mirar con ojos de estadista. Necesitamos visión de Estado.
Y desde las comunidades autónomas se puede hacer mucho. Los estadistas son necesarios en Madrid, pero también en las comunidades autónomas. El presidente Bauzá debe decidir si quiere ser un obstáculo más o prefiere ser recordado como uno de los hombres con visión de Estado que instaron al gobierno de la Nación, con sus ideas y su apoyo, a refundarlo. El President tiene la obligación de dar un paso al frente: puede reclamar el fin de los consells insulares y hacer uso de las competencias que la Ley de Bases del Régimen Local le otorga en materia de fusión de ayuntamientos. Puede tratar al ciudadano como a un adulto y tendrá el apoyo de la ciudadanía y, desde luego, el de UPyD.
O puede elegir ser una rémora más para la solución de la profunda crisis institucional que nos aqueja y nos hunde sin remedio en el marasmo económico. Puede seguir jugando al juego que le dicta la trasnochada troupe del nacionalismo sociológico, eludir los problemas de fondo, aplicar la lupa localista y seguir haciendo de la política un circo paleto. En ese caso no tendrá nuestro apoyo.
20 marzo 2012
Viva la Pepa
13 marzo 2012
Carta abierta a Moviment per la Llengua
Estimados señores,
Les agradecemos muy sinceramente su cortés invitación al encuentro con partidos en Sa Pobla el próximo día 15 en contra de la Ley de la Función Pública.
Paso a detallarles nuestra posición con respecto al asunto que les mueve.
1. Para empezar, nos parece que la sociedad balear no entenderá que partidos y asociaciones malgasten tiempo y energía en problemas ficticios como el inexistente conflicto lingüístico cuando la economía amenaza con hundirse y arrastrar a buena parte de la población. Por supuesto cada quién es libre de escoger el objeto de sus preocupaciones, pero espero que no les parezca demagógico que les recuerde que en Baleares hay a día de hoy 100.000 parados y que eso, si algo tiene que ver con la lengua, será porque durante demasiado tiempo los políticos hayan atendido ese conflicto inventado antes que los problemas reales.
2. En UPyD no creemos que haya que defender ninguna lengua. Tampoco creemos que haya que defender los martillos hidráulicos, ni los contadores Geiger, ni las gomas de borrar, ni la norma ISO 690-1987 para referencias bibliográficas, ni la tecnología del sílex. Todas son herramientas más o menos complejas y hermosas que están ahí para usarlas mientras sirvan. No sentimos ninguna aflicción especial por la condición de lengua muerta del latín y nos parece inevitable que el catalán y el español caigan en desuso también algún día, cuando dejen de ser necesarios. Reparen en que digo desuso, no extinción; porque las lenguas no son, contra lo que podría parecer a tenor de ciertos discursos sin duda bienintencionados, organismos vivos. No lo son y, por lo tanto, no se extinguen.
3. En particular, el catalán es una lengua que ha sobrevivido a casi mil años de no ser oficial. Hoy es hablada por diez millones de personas en cuatro estados europeos, es oficial en el Principado de Andorra y en tres comunidades autónomas españolas, se enseña en las escuelas, se utiliza en la Administración en todos esos lugares y es vehículo de una literatura de gran vitalidad. Afirmar que está en riesgo de extinción sólo puede ser fruto de la ingenuidad o del deseo de engañar. Y basar en esa afirmación falsa -e incluso aunque no fuera falsa- una política de discriminación hacia quienes no tienen el catalán como lengua materna entra en el terreno de lo totalitario. Sin ambages.
4. Tampoco creemos -antes bien rechazamos- que las lenguas sean un elemento determinante de la identidad, que por supuesto nunca es colectiva -en una sociedad que no esté enferma o sojuzgada por el totalitarismo-, sino individual. Es un hecho antropológico que las lenguas no son por sí solas el ingrediente definitivo de las culturas, como no lo son las razas ni las religiones, y afirmar lo contrario es mitología, no ciencia; y además es muy peligroso.
5. Creemos que es un acierto intentar garantizar por ley el acceso al trabajo en igualdad de condiciones para los hablantes de ambas lenguas oficiales. Por tanto, no nos oponemos a la Ley de la Función Pública.
6. No sólo eso, sino que en UPyD -lo hemos dicho muchas veces- somos partidarios de derogar la Ley de Normalización, que nos parece negativa para las libertades, e incluso de desterrar del Estatuto el falso concepto de lengua propia, que como ustedes saben o deberían saber no corresponde a realidad alguna, sino a un concreto prejuicio ideológico sin fundamento científico. Queremos que catalán y español tengan el mismo estatus legal, cosa que hoy no sucede.
7. Estamos seguros de que el tan citado consenso de los partidos viejos en torno a la llamada normalización lingüística no es muy distinto a los consensos que existen entre esos mismos partidos, de manera igualmente mayoritaria o unánime, en favor de la incontinencia en el gasto público, o contra una reforma del sistema electoral que garantice la proporcionalidad en la representación, o contra la racionalización del estado autonómico (por ejemplo, haciendo desaparecer el Consell de Mallorca, las diputaciones provinciales y los ayuntamientos inviables), o contra la supresión de las ruinosas televisiones autonómicas... Consensos todos estos que se mantienen contra los intereses de los contribuyentes, de espaldas al sentido común y a lomos de la cobardía política, los complejos o la estrechez de miras, cuando no de un concepto inmoral de la política; consensos, sí, que sólo adquieren sentido en el contexto de una democracia muy imperfecta y en el seno de una clase política adocenada, desvinculada de la realidad y de los ciudadanos a los que hace ya mucho tiempo que se ha olvidado de representar.
8. Somos partidarios del bilingüismo y, sobre todo, de la libertad de elección lingüística, porque -por las mismas razones expuestas más arriba- las lenguas no tienen derechos. Son los ciudadanos que las usan quienes los tienen.
9. Creemos que el debate siempre es positivo, pero también que ya existe un foro de partidos, el Parlamento de las Islas Baleares -al que por cierto UPyD aún no pertenece- que goza de carácter institucional y de legitimidad democrática suficiente porque ha sido elegido por los ciudadanos. Establecer encuentros, plataformas o mesas de partidos al margen del Parlamento introduce confusión en esta o cualquier otra materia, puede dotar de protagonismo político y apariencia de legitimidad democrática a quienes sin duda no los tienen y atrae la atención de la prensa sobre entidades que efectivamente solo se representan a sí mismas. No es nuestra foto.
10. Por último, no podemos ocultar cierta inquietud frente a cualquier organización que, grande o pequeña, se viste de pueblo y se denomina a sí misma movimiento.
Como ven, partimos de premisas radicalmente opuestas, y por ello ni nos parece de interés para ustedes ni resulta coherente con nuestro propio discurso que respaldemos con nuestra presencia un encuentro que, desde nuestro punto de vista, en el mejor de los casos nos distrae de las prioridades políticas del momento y, en el peor, promueve el recorte de las libertades de los ciudadanos de Baleares.
Pese a ello, les deseamos mucha suerte en su deseo de ejercer su legítimo derecho de petición, un derecho que como españoles les reconoce la misma carta magna que prescribe -también- el derecho de todos los ciudadanos de nuestra Nación a usar la lengua común -el español-, ya que en UPyD respetamos todos los artículos de esa Constitución.
Gracias de nuevo por la invitación y un saludo muy cordial.
09 marzo 2012
Berlanga, 2012
Consideren una comunidad política en plena decadencia. Sin recursos económicos propios apreciables, sometidos a un régimen benigno pero retrógrado y privados de estímulos intelectuales serios, algunos de sus miembros se alinean con cierto oscurantismo de baja intensidad, o con las glorias del pasado; otros -escasos y desatendidos-, con el conocimiento y la ciencia; los más, con el ocio de masas más ramplón. No confían su progreso material a la educación, ni al esfuerzo emprendedor, ni a una reforma de las estructuras fosilizadas, sino a la recepción -pretendidamente justificada mediante un cultivo metódico de la apariencia- de una ayuda exterior que se supone ilimitada. Y cuando finalmente el maná pasa de largo, dejando detrás de sí la factura de los sueños infundados, toda la comunidad se ve obligada a hacerse responsable de esa deuda, incluidos aquellos que desaconsejaron la descabellada inversión o rechazaron los beneficios prometidos, con una resignación que no es más que la otra cara de la frivolidad con que antes se permitió a las autoridades tomar decisiones arbitrarias y/o descabelladas.
Anoche tuvo lugar una nueva sesión del meritorio ciclo Cine políticamente incorrecto del Cinefórum de UPyD Baleares que dirige Arturo Muñoz. Se proyectó la película ¡Bienvenido, Mr. Marshall!, de Luis García Berlanga, con un guión inteligente y divertido -a veces hilarante- en el que es fácil reconocer la huella de Miguel Mihura. La introducción de Javier Navarro Ferrer y los comentarios posteriores del público asistente coincidieron en que una descripción como la que da inicio a este texto, y que pese a las apariencias se refiere a aquella postguerra recreada por Berlanga, mantiene hoy toda su actualidad tras cambios políticos tan aparentemente sustanciales para España como los operados en los sesenta años que nos separan de 1952.
Anoche tuvo lugar una nueva sesión del meritorio ciclo Cine políticamente incorrecto del Cinefórum de UPyD Baleares que dirige Arturo Muñoz. Se proyectó la película ¡Bienvenido, Mr. Marshall!, de Luis García Berlanga, con un guión inteligente y divertido -a veces hilarante- en el que es fácil reconocer la huella de Miguel Mihura. La introducción de Javier Navarro Ferrer y los comentarios posteriores del público asistente coincidieron en que una descripción como la que da inicio a este texto, y que pese a las apariencias se refiere a aquella postguerra recreada por Berlanga, mantiene hoy toda su actualidad tras cambios políticos tan aparentemente sustanciales para España como los operados en los sesenta años que nos separan de 1952.
22 febrero 2012
ETA y la coherencia del PP de Rajoy
Lo bueno de llevarle la contraria al gobierno Rajoy es que no hace falta ni argumentar: ellos mismos muestran cada día sus propias contradicciones éticas y estratégicas.
Por ejemplo: si UPyD pide en el Congreso la ilegalización de Amaiur, Bildu y demás testaferros de ETA en aplicación de la Ley de Partidos que promovió -no lo olvidemos- un gobierno Aznar en el que Mariano Rajoy era ministro, el PP y el PSOE (ese Jano de la partitocracia española) acusan a Rosa Díez de populista, demagoga, inconsistente y radical. Pues bien, si echamos un vistazo al programa del Partido Popular para las elecciones del pasado noviembre, entre las medidas comprometidas contra el terrorismo leeremos lo siguiente (p. 187):
Ese compromiso contraido con la ciudadanía que aupó al PP al gobierno se corresponde exactamente con lo que ha pedido en el Congreso UPyD, que ha aportado además una potente batería de pruebas que demuestran los vínculos entre Amaiur-Bildu y Batasuna-ETA. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Lo que en noviembre podía ser una propuesta programática hoy es un exabrupto oportunista y radical? El portavoz de Amaiur en el Congreso, señor Errekondo (antes Recondo), durante el debate llamó "compañeros" a los etarras recientemente detenidos. ¿Hace falta mejor demostración de los vínculos entre Amaiur y ETA? ¿O es que sus señorías, para darse por enterados, necesitan que les metan un cóctel molotov por... la gatera?
El PSOE y el PP están jugando con fuego. El mismo lehendakari Patxi López, de cuya irresponsabilidad hace mucho tiempo que no me cabe ya duda alguna, esta semana ha manifestado en una entrevista su deseo de que el terrorista Arnaldo Otegi salga de la cárcel. Según la propuesta del PP de sólo hace tres meses ("utilización de las instituciones en cualquier actividad de apoyo, legitimación o justificación del terrorismo y de sus responsables"), a López habría que aplicarle de inmediato medidas... Pero, muy al contrario, en el debate parlamentario de ayer las dos formaciones políticas mayoritarias -no hablemos de los nacionalistas- trataron con más deferencia a Amaiur que a UPyD.
Un deplorable cortoplacismo caracterizó la política de Zapatero, y creíamos que nadie podría actuar jamás tan mal como el expresidente en materia de terrorismo. Continuar por esa senda sólo puede fortalecer a aquellos que ya han demostrado tener una meta bien definida, sólida, si es necesario a largo plazo y, si hace falta, a sangre y fuego. Atendiendo el corto plazo, los principios suelen salir malparados. Y la coherencia. Y la libertad de los ciudadanos.
Por ejemplo: si UPyD pide en el Congreso la ilegalización de Amaiur, Bildu y demás testaferros de ETA en aplicación de la Ley de Partidos que promovió -no lo olvidemos- un gobierno Aznar en el que Mariano Rajoy era ministro, el PP y el PSOE (ese Jano de la partitocracia española) acusan a Rosa Díez de populista, demagoga, inconsistente y radical. Pues bien, si echamos un vistazo al programa del Partido Popular para las elecciones del pasado noviembre, entre las medidas comprometidas contra el terrorismo leeremos lo siguiente (p. 187):
04. Impulsaremos la aplicación de la Ley de Partidos [...] a las organizaciones políticas vinculadas a ETA. Instaremos las actuaciones oportunas en tanto esta banda terrorista continúe existiendo y existan organizaciones políticas que quieran legitimar, continuar, gestionar, justificar o defender el terrorismo perpetrado o el proyecto incompatible con un régimen democrático de libertades que ETA ha pretendido imponer. Adoptaremos las medidas precisas para impedir la utilización de las instituciones en cualquier actividad de apoyo, legitimación o justificación del terrorismo y de sus responsables".
Ese compromiso contraido con la ciudadanía que aupó al PP al gobierno se corresponde exactamente con lo que ha pedido en el Congreso UPyD, que ha aportado además una potente batería de pruebas que demuestran los vínculos entre Amaiur-Bildu y Batasuna-ETA. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Lo que en noviembre podía ser una propuesta programática hoy es un exabrupto oportunista y radical? El portavoz de Amaiur en el Congreso, señor Errekondo (antes Recondo), durante el debate llamó "compañeros" a los etarras recientemente detenidos. ¿Hace falta mejor demostración de los vínculos entre Amaiur y ETA? ¿O es que sus señorías, para darse por enterados, necesitan que les metan un cóctel molotov por... la gatera?
El PSOE y el PP están jugando con fuego. El mismo lehendakari Patxi López, de cuya irresponsabilidad hace mucho tiempo que no me cabe ya duda alguna, esta semana ha manifestado en una entrevista su deseo de que el terrorista Arnaldo Otegi salga de la cárcel. Según la propuesta del PP de sólo hace tres meses ("utilización de las instituciones en cualquier actividad de apoyo, legitimación o justificación del terrorismo y de sus responsables"), a López habría que aplicarle de inmediato medidas... Pero, muy al contrario, en el debate parlamentario de ayer las dos formaciones políticas mayoritarias -no hablemos de los nacionalistas- trataron con más deferencia a Amaiur que a UPyD.
Un deplorable cortoplacismo caracterizó la política de Zapatero, y creíamos que nadie podría actuar jamás tan mal como el expresidente en materia de terrorismo. Continuar por esa senda sólo puede fortalecer a aquellos que ya han demostrado tener una meta bien definida, sólida, si es necesario a largo plazo y, si hace falta, a sangre y fuego. Atendiendo el corto plazo, los principios suelen salir malparados. Y la coherencia. Y la libertad de los ciudadanos.
11 febrero 2012
Justicia o folclore
Apelar al abuelo fusilado en 1936, como se está haciendo, para desacatar una sentencia de 2012 que condena a un juez que conscientemente ha violado el derecho a la defensa de los acusados es, sencillamente, un disparate, pero sobre todo una enorme falta de respeto hacia quienes murieron hace 80 años por defender el estado de derecho. La reciente sentencia del Supremo contra el ya exjuez Garzón es impecable, pero algunos salieron anteayer a manifestarse contra ella sin siquiera haber leído un resumen, aunque -eso sí- con la bandera republicana a cuestas. ¿Qué clase de circo bananero es España? Durante demasiados años nos hemos acostumbrado a ser frívolos e irresponsables en nuestras conductas y opiniones, porque este era uno de los modelos de prestigio social imperantes (véanse, si no, un par de películas de Almodóvar), pero si queremos juzgar una sentencia judicial hace falta, primero, tener sensatez y conocimientos para entenderla; segundo, haberla leído; y tercero, haber reflexionado sin prejuicios irracionales.
La intervención judicial de conversaciones de presuntos delincuentes es un instrumento que el juez ordena cuando lo estima conveniente a fin de impedir sus crímenes; pero no estamos hablando de eso, sino de escuchar las conversaciones entre un acusado y su abogado. No se trata de investigar un delito, sino de espiar la estrategia de defensa de un reo en un proceso ya iniciado. Esto en nuestro ordenamiento jurídico sólo se permite en el caso del terrorismo, de manera muy excepcional y restrictiva, y aun así es una excepción de dudosa constitucionalidad porque, como principio procesal elemental, entendemos que espiar al abogado de un acusado socava el derecho a la defensa de éste. A Baltasar Garzón se lo ha condenado por pasar por encima de un derecho fundamental.
¿En serio a los que protestan por la condena de Garzón no les importaría que un juez conociese sus conversaciones con sus abogados preparando su defensa en un juicio? Imaginemos que a Pilar Bardem, por inocente ejemplo, la procesaran un día por algún delito y el juez encargado del caso usara contra ella escuchas ilegales de sus conversaciones con su abogado. ¿Alguien duda que Cayo Lara, el exjuez Garzón y demás estrellas de la izquierda de salón saldrían a la calle con las pancartas y las banderas republicanas a cuestas y calificarían al magistrado de franquista?
La clave de todo es que el fin no justifica los medios. El caso Garzón no tiene nada que ver con las fosas de los abuelos republicanos, ni con los presuntos delitos de los dirigentes valencianos del PP, ni con Franco, ni con los Reyes Católicos. Tiene que ver con el derecho a una defensa justa. La actuación de Garzón en el caso Gürtel es característica de un estado como el franquista, y por eso se lo ha condenado. Y se lo condena ejemplarmente porque no hay peor delincuente que un juez delincuente. Si quedan libres los (presuntos) facinerosos de Gürtel será precisamente porque Garzón actuó contra las normas y dinamitó el proceso.
Cualquier otro argumento está fuera de lugar cuando estamos hablando de un señor que ha violado un derecho fundamental desde el estrado del juez. Si juzgamos con rigor y nos atenemos a lo juzgado, Garzón es culpable de un delito de prevaricación. Nadie que defienda que un juez puede prevaricar si con ello puede meterle mano a los malos puede darnos lecciones de democracia. Porque, en derecho, la verdad la dicta una sentencia firme y hasta ese momento la protección de la defensa de un acusado es sagrada y no hay buenos ni malos.
Y, efectivamente, como dicen los detractores de la sentencia, este estado de derecho es muy mejorable. Hace falta despolitizar la Justicia, hace falta dotarla de medios y hacen falta muchas otras cosas en las que seguiremos insistiendo; pero sobre todo hace falta que a un juez no se le permita prevaricar impunemente y que dejemos de juzgar las sentencias con criterios folclóricos. La condena de Garzón, pese a todos sus méritos pasados en la lucha contra ETA, contra el GAL y en otros ámbitos, es un triunfo del estado de derecho. Tenemos que tener muy claro que ni los héroes ni los santos están por encima de la ley en democracia.
La intervención judicial de conversaciones de presuntos delincuentes es un instrumento que el juez ordena cuando lo estima conveniente a fin de impedir sus crímenes; pero no estamos hablando de eso, sino de escuchar las conversaciones entre un acusado y su abogado. No se trata de investigar un delito, sino de espiar la estrategia de defensa de un reo en un proceso ya iniciado. Esto en nuestro ordenamiento jurídico sólo se permite en el caso del terrorismo, de manera muy excepcional y restrictiva, y aun así es una excepción de dudosa constitucionalidad porque, como principio procesal elemental, entendemos que espiar al abogado de un acusado socava el derecho a la defensa de éste. A Baltasar Garzón se lo ha condenado por pasar por encima de un derecho fundamental.
¿En serio a los que protestan por la condena de Garzón no les importaría que un juez conociese sus conversaciones con sus abogados preparando su defensa en un juicio? Imaginemos que a Pilar Bardem, por inocente ejemplo, la procesaran un día por algún delito y el juez encargado del caso usara contra ella escuchas ilegales de sus conversaciones con su abogado. ¿Alguien duda que Cayo Lara, el exjuez Garzón y demás estrellas de la izquierda de salón saldrían a la calle con las pancartas y las banderas republicanas a cuestas y calificarían al magistrado de franquista?
La clave de todo es que el fin no justifica los medios. El caso Garzón no tiene nada que ver con las fosas de los abuelos republicanos, ni con los presuntos delitos de los dirigentes valencianos del PP, ni con Franco, ni con los Reyes Católicos. Tiene que ver con el derecho a una defensa justa. La actuación de Garzón en el caso Gürtel es característica de un estado como el franquista, y por eso se lo ha condenado. Y se lo condena ejemplarmente porque no hay peor delincuente que un juez delincuente. Si quedan libres los (presuntos) facinerosos de Gürtel será precisamente porque Garzón actuó contra las normas y dinamitó el proceso.
Cualquier otro argumento está fuera de lugar cuando estamos hablando de un señor que ha violado un derecho fundamental desde el estrado del juez. Si juzgamos con rigor y nos atenemos a lo juzgado, Garzón es culpable de un delito de prevaricación. Nadie que defienda que un juez puede prevaricar si con ello puede meterle mano a los malos puede darnos lecciones de democracia. Porque, en derecho, la verdad la dicta una sentencia firme y hasta ese momento la protección de la defensa de un acusado es sagrada y no hay buenos ni malos.
Y, efectivamente, como dicen los detractores de la sentencia, este estado de derecho es muy mejorable. Hace falta despolitizar la Justicia, hace falta dotarla de medios y hacen falta muchas otras cosas en las que seguiremos insistiendo; pero sobre todo hace falta que a un juez no se le permita prevaricar impunemente y que dejemos de juzgar las sentencias con criterios folclóricos. La condena de Garzón, pese a todos sus méritos pasados en la lucha contra ETA, contra el GAL y en otros ámbitos, es un triunfo del estado de derecho. Tenemos que tener muy claro que ni los héroes ni los santos están por encima de la ley en democracia.
05 febrero 2012
Una nueva etapa para UPyD Cataluña
Se me ocurren unas cuantas reflexiones, breves y poco originales, en torno a las elecciones internas al Consejo Territorial que se celebrarán el próximo día 11 en UPyD Cataluña. Y es que en ambas candidaturas encuentro méritos personales y colectivos por los que apoyarlas.
En un lado veo el reflejo de una solitaria y meritoria resistencia de muchos años, la batalla por los derechos lingüísticos de los catalanes hispanohablantes que UPyD no debe dejar de defender nunca: una candidatura de reacción frente a la injusticia de la Cataluña que conocemos. En el otro, veo un perfil más abierto a otros intereses, más parecido en definitiva a la Cataluña ideal que deseamos.
Es fundamental que, gane la candidatura que gane el próximo sábado, quienes a partir de su designación van a representar el nombre y las ideas de UPyD en aquella región proyecten hacia la sociedad su convencimiento de que el conflicto político asociado a la lengua y otros elementos de la llamada identidad, un conflicto que ciertamente existe y no deberemos descuidar, no es el asunto único de una política de progreso. La acción política nunca puede ser mera reacción. Insisto: entender esto es fundamental.
Quienes formen el nuevo CT deben garantizar también que la época de los personalismos, de las intrigas mediocres y de arrastrar conflictos caducos entre los diversos sectores del constitucionalismo catalán ha acabado y no va a volver. Que ese es, en todo caso, un asunto del pasado, que UPyD es un partido nacional que ha demostrado su pujanza de sobra y sin la ayuda de nadie, que tiene un presente propio brillante y un futuro lleno de promesas, en el que se va a contar cada vez con más catalanes con o sin pasado, y que quienes van a dirigir UPyD, por tanto, piensan estrictamente en clave UPyD.
Por último, but not least, el nuevo consejo territorial debe asumir tareas de organización, expansión y acción institucional que desde la fundación del partido hasta el día de hoy, creo yo, jamás se asumieron con eficacia, seguramente porque el interés de quienes deberían haberlas asumido estaba en otras cosas (y no quiero volver al punto anterior). Siempre en mi modesta opinión de observador externo, la organización de UPyD en el Principado nunca ha pasado del estado embrionario, y una comunidad como Cataluña merece un gran partido nuevo para hacer política nueva. Hay que identificar las carencias y emprender las tareas subsiguientes con ilusión, ideas nuevas y -si es necesario- siguiendo el ejemplo de cómo se ha trabajado en otras regiones de España, donde los éxitos electorales han sido consecuencia de un éxito organizativo anterior.
Dicho todo esto -que, ya lo sé, es muy fácil de decir desde la barrera-, sólo me resta desear suerte a ambas candidaturas; pedir a los compañeros de Cataluña que la participación en el proceso electoral sea muy alta y esperar que su reflexión previa al voto coincida con lo que he planteado en los párrafos que anteceden. Y, a partir del 11, comprobaremos que el nuevo equipo directivo llevará UPyD Cataluña a la posición de protagonismo que nuestro partido está ya más que en condiciones de defender. ¡Ánimo!
En un lado veo el reflejo de una solitaria y meritoria resistencia de muchos años, la batalla por los derechos lingüísticos de los catalanes hispanohablantes que UPyD no debe dejar de defender nunca: una candidatura de reacción frente a la injusticia de la Cataluña que conocemos. En el otro, veo un perfil más abierto a otros intereses, más parecido en definitiva a la Cataluña ideal que deseamos.
Es fundamental que, gane la candidatura que gane el próximo sábado, quienes a partir de su designación van a representar el nombre y las ideas de UPyD en aquella región proyecten hacia la sociedad su convencimiento de que el conflicto político asociado a la lengua y otros elementos de la llamada identidad, un conflicto que ciertamente existe y no deberemos descuidar, no es el asunto único de una política de progreso. La acción política nunca puede ser mera reacción. Insisto: entender esto es fundamental.
Quienes formen el nuevo CT deben garantizar también que la época de los personalismos, de las intrigas mediocres y de arrastrar conflictos caducos entre los diversos sectores del constitucionalismo catalán ha acabado y no va a volver. Que ese es, en todo caso, un asunto del pasado, que UPyD es un partido nacional que ha demostrado su pujanza de sobra y sin la ayuda de nadie, que tiene un presente propio brillante y un futuro lleno de promesas, en el que se va a contar cada vez con más catalanes con o sin pasado, y que quienes van a dirigir UPyD, por tanto, piensan estrictamente en clave UPyD.
Por último, but not least, el nuevo consejo territorial debe asumir tareas de organización, expansión y acción institucional que desde la fundación del partido hasta el día de hoy, creo yo, jamás se asumieron con eficacia, seguramente porque el interés de quienes deberían haberlas asumido estaba en otras cosas (y no quiero volver al punto anterior). Siempre en mi modesta opinión de observador externo, la organización de UPyD en el Principado nunca ha pasado del estado embrionario, y una comunidad como Cataluña merece un gran partido nuevo para hacer política nueva. Hay que identificar las carencias y emprender las tareas subsiguientes con ilusión, ideas nuevas y -si es necesario- siguiendo el ejemplo de cómo se ha trabajado en otras regiones de España, donde los éxitos electorales han sido consecuencia de un éxito organizativo anterior.
Dicho todo esto -que, ya lo sé, es muy fácil de decir desde la barrera-, sólo me resta desear suerte a ambas candidaturas; pedir a los compañeros de Cataluña que la participación en el proceso electoral sea muy alta y esperar que su reflexión previa al voto coincida con lo que he planteado en los párrafos que anteceden. Y, a partir del 11, comprobaremos que el nuevo equipo directivo llevará UPyD Cataluña a la posición de protagonismo que nuestro partido está ya más que en condiciones de defender. ¡Ánimo!
03 febrero 2012
Política tribal
A propósito de la polémica sobre si la señora Chacón se ha de hacer llamar Carme o Carmen -pese a todo, posiblemente el debate de ideas de más densidad de los que están teniendo lugar en el seno del proceso de primarias del PSOE-, estoy de acuerdo con algunos en que se trata de reduccionismo antropológico. Sin embargo, discrepo en cuanto a que dé igual cómo se llame la señora: no me parece conveniente ni natural que alterne el uso de ambos nombres dependiendo del contexto lingüístico. ¿Debería el presidente del Consejo de Europa, señor Van Rompuy, dejarse llamar don Germán cuando visita España, por ejemplo? ¿No es más natural que los españoles reconozcan la identidad de este señor respetándole el nombre?
Dejando a un lado la consideración que me merecen el oportunismo, la amnesia voluntaria y la demagogia en política, y en las primarias del PSOE en particular -coincido plenamente con Joaquín Leguina-, sin pretender caer en ningún fanatismo nominalista afirmo que yo me llamo Juan y no Joan, y que la normalidad llegará a España cuando alguien que se llama Josep-Lluís y no José Luis entienda que debe respetar mi nombre y yo sepa que el hecho de que él escoja su nombre, sea el que sea, no implica que sea un separatista de tomo y lomo; ni todo lo contrario. ¿No significa nada para nosotros que el presidente de los Estados Unidos que fundaron Washington, Jefferson y Franklin se llame nada más y nada menos que Barack Hussein Obama? Claro que a algún cafre todavía le parecerá que el señor Obama debería largarse sin tardanza a algún país oriental donde semejantes señas cuadren con sus prejuicios. Los del cafre, digo.
Porque el nombre es sólo un factor de nuestra identidad personal, pero hay más y todos merecen respeto. En otras palabras: que uno puede llamarse Gorka Arrizabalaga, ser natural de Toledo, vecino de El Ferrol, hincha del Valencia, mormón, hermano de la cofradía del Santo Silencio, casado por el rito zulú, haber estudiado en Salamanca, tener rasgos filipinos y el letón por lengua materna, preferir llevar a sus hijos a un colegio alemán y ser aficionado a la torta del Casar. Y no pasa nada. Y nadie tiene por qué llamarlo Jorge, ni acusarlo de herejía, ni practicar la inmersión lingüística con sus hijos, ni obligarlo de manera alguna a que se afilie a un bloque identitario establecido por los poderes públicos, por los partidos dominantes o por la corrección política, que no es más que otro de los nombres de la estupidez colectiva. Todo esto se llama respeto a la libertad de los demás. Porque la identidad o es individual o es tribal, y hemos progresado mucho hasta el siglo XXI para caer ahora en los delirios del señor Mas o los disparates del señor Eguiguren.
En lugares cosmopolitas como Nueva York, San Francisco o Singapur se morirían de un ataque de risa ante nuestro afán reduccionista, ante nuestra afición por catalogar a las personas de acuerdo con el idioma que hablan o el nombre que usan; en definitiva, ante la constatación de que en España muchos elevan rasgos personales de cuya elección no son responsables a la categoría de virtudes cívicas; y sus limitaciones más vulgares a la de identidad nacional. Y así nos luce el pelo.
(Reproducido parcialmente el 30 de septiembre de 2013 en "Mercancía averiada", mallorcadiario.com.)
Dejando a un lado la consideración que me merecen el oportunismo, la amnesia voluntaria y la demagogia en política, y en las primarias del PSOE en particular -coincido plenamente con Joaquín Leguina-, sin pretender caer en ningún fanatismo nominalista afirmo que yo me llamo Juan y no Joan, y que la normalidad llegará a España cuando alguien que se llama Josep-Lluís y no José Luis entienda que debe respetar mi nombre y yo sepa que el hecho de que él escoja su nombre, sea el que sea, no implica que sea un separatista de tomo y lomo; ni todo lo contrario. ¿No significa nada para nosotros que el presidente de los Estados Unidos que fundaron Washington, Jefferson y Franklin se llame nada más y nada menos que Barack Hussein Obama? Claro que a algún cafre todavía le parecerá que el señor Obama debería largarse sin tardanza a algún país oriental donde semejantes señas cuadren con sus prejuicios. Los del cafre, digo.
Porque el nombre es sólo un factor de nuestra identidad personal, pero hay más y todos merecen respeto. En otras palabras: que uno puede llamarse Gorka Arrizabalaga, ser natural de Toledo, vecino de El Ferrol, hincha del Valencia, mormón, hermano de la cofradía del Santo Silencio, casado por el rito zulú, haber estudiado en Salamanca, tener rasgos filipinos y el letón por lengua materna, preferir llevar a sus hijos a un colegio alemán y ser aficionado a la torta del Casar. Y no pasa nada. Y nadie tiene por qué llamarlo Jorge, ni acusarlo de herejía, ni practicar la inmersión lingüística con sus hijos, ni obligarlo de manera alguna a que se afilie a un bloque identitario establecido por los poderes públicos, por los partidos dominantes o por la corrección política, que no es más que otro de los nombres de la estupidez colectiva. Todo esto se llama respeto a la libertad de los demás. Porque la identidad o es individual o es tribal, y hemos progresado mucho hasta el siglo XXI para caer ahora en los delirios del señor Mas o los disparates del señor Eguiguren.
En lugares cosmopolitas como Nueva York, San Francisco o Singapur se morirían de un ataque de risa ante nuestro afán reduccionista, ante nuestra afición por catalogar a las personas de acuerdo con el idioma que hablan o el nombre que usan; en definitiva, ante la constatación de que en España muchos elevan rasgos personales de cuya elección no son responsables a la categoría de virtudes cívicas; y sus limitaciones más vulgares a la de identidad nacional. Y así nos luce el pelo.
(Reproducido parcialmente el 30 de septiembre de 2013 en "Mercancía averiada", mallorcadiario.com.)
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02 febrero 2012
Willie Stark o el poder como pasión personal
En su último artículo en La República, Luis de Velasco, diputado de UPyD en la Asamblea de Madrid, reflexiona sobre las actuales primarias republicanas y algunos defectos de la democracia norteamericana, y a propósito de ello nos recuerda un cinismo lanzado por el senador Penrose en 1896, pero aún vigente: "I believe in the division of labor. You send us to Congress; we pass laws under which you make money... and out of your profits, you further contribute to our campaign funds to send us back again to pass more laws to enable you to make more money". Todavía a día de hoy, parece imposible descartar el intercambio de favores entre candidatos y gobernantes, por un lado, y lobbys y corporaciones por el otro, como parte fundamental del engranaje político en los Estados Unidos y, para qué mentirnos, también en España.
Este problema se encuentra en el centro del esquema argumental de la película de Robert Rossen El político (All the King's Men, 1949), que anoche fue proyectada dentro del programa del II Cinefórum de UPyD Baleares que tan meritoriamente dirige Arturo Muñoz; una obra que, como recordó en su comentario inicial el profesor Ramon Català, pese a sus casi 63 años sigue totalmente vigente. El protagonista de la película, un gobernador Willie Stark encarnado magistralmente por Broderick Crawford, pasa, sin apenas transición y merced a un profundo desengaño, de la ingenuidad a la identificación más completa con lo peor de la política: aquello que siempre criticó cuando permanecía en la pureza de las intenciones.
En el I Cinefórum de UPyD ya se había planteado hace un año la disyuntiva democracia/demagogia a través del filme El candidato (The Candidate, Michael Ritchie, 1972), en el que un Bill McKay (Robert Redford) idealista y carismático acaba arrastrado por la dinámica electoral, en la que los argumentos pesan mucho menos que la apelación a los sentimientos. El problema planteado es el del poder de la propaganda sobre las masas, y el de cómo el aspirante ha de adaptarse a un discurso demagógico si quiere alcanzar sus fines: ganar las elecciones y permanecer en el poder para desarrollar su programa.
El político va más allá: no sólo el candidato se da cuenta tras su decepción inicial de que lo más importante de su derrota es que ha "aprendido a ganar" (abandonando los argumentos y excitando las pasiones de un campesinado del que se proclama primus inter pares), sino que su rendición al populismo aparece inmediatamente relacionada con la asociación del candidato a los poderes fácticos a través de promesas muy bien adornadas de carisma. Robert Rossen pretendió reflejar un sistema político democrático sólo en apariencia, pero en el fondo profundamente oligárquico. Que el ya gobernador Stark se rodee de esbirros, tolere y oculte la corrupción, incurra sistemáticamente en el soborno, la amenaza y la violencia física, compre voluntades y controle los medios de comunicación ilustra en toda su crudeza esta visión de la política.
La traición de Stark a la democracia se refleja con fría naturalidad en su traición a su mujer, la misma que lo hizo llegar tan lejos, y en sus sucesivas traiciones a todos los que lo rodean. Ningún logro del gobernador (escuelas, hospitales, infraestructuras) tiene sentido si no lleva su nombre rotulado. Las palabras de Stark justo antes de morir resumen su deriva: sólo es capaz de pronunciar una y otra vez su propio nombre. Ante la afirmación de que el fin justifica los medios, que se repite en la película bajo diversas fórmulas (por ejemplo: "el bien sale del mal"), constatamos que, en aras de esta filosofía, todos los medios acaban poniéndose indefectiblemente, desenfrenadamente, al servicio de una finalidad que no puede ser otra que el poder como pasión personal. Frente al sistema de balances de la democracia, la hybris política que en nada contribuye a corregir los defectos de la democracia.
Lamentablemente no me fue posible quedarme al coloquio posterior a la proyección, pero sí llegué a escuchar algunas de las cuestiones planteadas a la audiencia por el profesor Català, que me permito resumir: ¿es posible llegar al poder sin concesiones a la demagogia?; ¿es posible permanecer en el poder sin corromperse?; ¿serán capaces las personas que integran UPyD, cuando lleguen a gobernar, de mantenerse al margen de estas dinámicas que distorsionan y llegan a anular la democracia...?
Entre la ética pura y paralizante y la corrupción de los principios ha de existir, en un terreno pedregoso pero necesario, la racionalidad instrumental, la "ética de la responsabilidad" de la que hablaba Weber, que no es lo mismo que la resignación, porque pone por encima de todo las consecuencias de la acción política sobre el bien común. Determinar los límites de conceptos tan peliagudos y aplicarlos es tarea de los nuevos políticos. Porque los viejos, me temo, ya olvidaron sus tiempos de cinefórum...
Este problema se encuentra en el centro del esquema argumental de la película de Robert Rossen El político (All the King's Men, 1949), que anoche fue proyectada dentro del programa del II Cinefórum de UPyD Baleares que tan meritoriamente dirige Arturo Muñoz; una obra que, como recordó en su comentario inicial el profesor Ramon Català, pese a sus casi 63 años sigue totalmente vigente. El protagonista de la película, un gobernador Willie Stark encarnado magistralmente por Broderick Crawford, pasa, sin apenas transición y merced a un profundo desengaño, de la ingenuidad a la identificación más completa con lo peor de la política: aquello que siempre criticó cuando permanecía en la pureza de las intenciones.
En el I Cinefórum de UPyD ya se había planteado hace un año la disyuntiva democracia/demagogia a través del filme El candidato (The Candidate, Michael Ritchie, 1972), en el que un Bill McKay (Robert Redford) idealista y carismático acaba arrastrado por la dinámica electoral, en la que los argumentos pesan mucho menos que la apelación a los sentimientos. El problema planteado es el del poder de la propaganda sobre las masas, y el de cómo el aspirante ha de adaptarse a un discurso demagógico si quiere alcanzar sus fines: ganar las elecciones y permanecer en el poder para desarrollar su programa.
El político va más allá: no sólo el candidato se da cuenta tras su decepción inicial de que lo más importante de su derrota es que ha "aprendido a ganar" (abandonando los argumentos y excitando las pasiones de un campesinado del que se proclama primus inter pares), sino que su rendición al populismo aparece inmediatamente relacionada con la asociación del candidato a los poderes fácticos a través de promesas muy bien adornadas de carisma. Robert Rossen pretendió reflejar un sistema político democrático sólo en apariencia, pero en el fondo profundamente oligárquico. Que el ya gobernador Stark se rodee de esbirros, tolere y oculte la corrupción, incurra sistemáticamente en el soborno, la amenaza y la violencia física, compre voluntades y controle los medios de comunicación ilustra en toda su crudeza esta visión de la política.
La traición de Stark a la democracia se refleja con fría naturalidad en su traición a su mujer, la misma que lo hizo llegar tan lejos, y en sus sucesivas traiciones a todos los que lo rodean. Ningún logro del gobernador (escuelas, hospitales, infraestructuras) tiene sentido si no lleva su nombre rotulado. Las palabras de Stark justo antes de morir resumen su deriva: sólo es capaz de pronunciar una y otra vez su propio nombre. Ante la afirmación de que el fin justifica los medios, que se repite en la película bajo diversas fórmulas (por ejemplo: "el bien sale del mal"), constatamos que, en aras de esta filosofía, todos los medios acaban poniéndose indefectiblemente, desenfrenadamente, al servicio de una finalidad que no puede ser otra que el poder como pasión personal. Frente al sistema de balances de la democracia, la hybris política que en nada contribuye a corregir los defectos de la democracia.
Lamentablemente no me fue posible quedarme al coloquio posterior a la proyección, pero sí llegué a escuchar algunas de las cuestiones planteadas a la audiencia por el profesor Català, que me permito resumir: ¿es posible llegar al poder sin concesiones a la demagogia?; ¿es posible permanecer en el poder sin corromperse?; ¿serán capaces las personas que integran UPyD, cuando lleguen a gobernar, de mantenerse al margen de estas dinámicas que distorsionan y llegan a anular la democracia...?
Entre la ética pura y paralizante y la corrupción de los principios ha de existir, en un terreno pedregoso pero necesario, la racionalidad instrumental, la "ética de la responsabilidad" de la que hablaba Weber, que no es lo mismo que la resignación, porque pone por encima de todo las consecuencias de la acción política sobre el bien común. Determinar los límites de conceptos tan peliagudos y aplicarlos es tarea de los nuevos políticos. Porque los viejos, me temo, ya olvidaron sus tiempos de cinefórum...
01 febrero 2012
Salinas, la muñeca romana y algunas sombras tarraconenses
En Tarragona pasé dos años de mi infancia. De esos segundo y tercer curso de la EGB de entonces me quedan, lógicamente, pocos detalles, aunque sorprendentemente vívidos: la amistad infantil -hoy inverosímil y enriquecedora- con Isabel Camblor; el tufillo sospechoso que escapaba del hábito del padre M***; las visitas a aquel parque de Cambrils en el que desplegaba sus habilidades el loro Paco, un guacamayo azul y amarillo con el que aún sueño; las panteras rosas que nos daba de merendar mi madre, cual lujo asiático, en la Playa de la Rabassada; la luz deslumbrante y tópica del mediodía mediterráneo.
Ya por motivos adultos, Tarragona vuelve a ser para mí objeto de recuerdo cariñoso gracias a las iniciativas literarias del poeta Ramón García Mateos: un catalán de Salamanca que habría que inventar si no fuera tan torrencialmente evidente que está ahí. De El Escorial a Cambrils, pasando por Zamora, Ramón riega la existencia con amistad, poesía, canciones, vino, ética y compromiso a partes iguales. Y, en Cambrils, el Goethe con Ricardo Hernández Bravo, y todos aquellos poetas en el Instituto...
Tarragona ha sido para mí, por tanto, causa de alegrías y satisfacciones. Como otros lugares. Y, también como a otros lugares, vuelvo ahora a ella triste de constatar una vez más que en todas partes cuecen habas.
Me enteré en un grupo de Facebook -uno de esos raros grupos que no cultivan la banalidad ni la propaganda- de que el profesor Fernando Parra, colaborador de Diari de Tarragona, había propuesto al director del museo arqueológico local que, junto a la célebre muñeca romana de marfil que en él se exhibe, se mostrase en una cartela el poema que el poeta Salinas dedicó al juguete tras su visita a la ciudad del Francolí en 1927. La sensibilidad del poeta había quedado impresionada por el hallazgo de aquel objeto frágil y cotidiano, creado sin intención de perduración, 1.600 años después de ser inhumado.
También me he enterado de que, tras un cordial intercambio de cartas, el director, señor Tarrats, ha denegado la exhibición del poema junto a su objeto con el peregrino argumento de que no se cumplen efemérides que lo justifiquen, restringiendo tal categoría sólo a los aniversarios múltiplos de 25. El señor Tarrats le dice al profesor Parra que se lo recuerde en 2027, en que se cumplirán cien años del hallazgo, y se queda tan ancho.
Parra ha comentado la jugada en su columna del Diari y, diplomático como es, ha atribuido el enorme disparate a lo que llama tiranía de las efemérides. Sólo sugiere, para descartarlo enseguida porque es un caballero, que la negativa se haya debido al hecho de que el poeta se llamase Pedro Salinas y no Pere Salines, o Pierre Dessalines siquiera. Al hecho de que, aunque se trate de un poeta universal, fuese natural de Madrid y no de Vic, o en su defecto de cualquier localidad suficientemente alejada de la Meseta.
Yo, qué quieren que les diga, no me puedo creer que el director de un museo renuncie inocentemente a avalorar su colección con la aportación de un importante poeta sobre una de sus piezas más brillantes; una aproximación interdisciplinar de coste muy próximo a cero que cualquier gestor que aplicase criterios estrictamente museológicos aprobaría sin dudarlo un segundo y sin hacerla depender de conmemoraciones pedestres. El subterfugio de las efemérides es demasiado infantil como para creérselo. Que el motivo sea, en cambio, que Salinas escribió su obra en español y no en catalán -que sea un poeta español, y no un poeta catalán- puedo creérmelo más fácilmente; porque como criterio es igual de absurdo, pero por desgracia está a la orden del día en aquella tierra de la que tan buenos recuerdos tengo.
En manos del director Tarrats queda, por tanto, rectificar este disparate en beneficio de sus conciudadanos o bien seguir proyectando la sombra del sectario adocenado que sin duda no es. Estoy seguro de que su intención nunca fue perjudicar a Tarragona.
Ya por motivos adultos, Tarragona vuelve a ser para mí objeto de recuerdo cariñoso gracias a las iniciativas literarias del poeta Ramón García Mateos: un catalán de Salamanca que habría que inventar si no fuera tan torrencialmente evidente que está ahí. De El Escorial a Cambrils, pasando por Zamora, Ramón riega la existencia con amistad, poesía, canciones, vino, ética y compromiso a partes iguales. Y, en Cambrils, el Goethe con Ricardo Hernández Bravo, y todos aquellos poetas en el Instituto...
Tarragona ha sido para mí, por tanto, causa de alegrías y satisfacciones. Como otros lugares. Y, también como a otros lugares, vuelvo ahora a ella triste de constatar una vez más que en todas partes cuecen habas.
Me enteré en un grupo de Facebook -uno de esos raros grupos que no cultivan la banalidad ni la propaganda- de que el profesor Fernando Parra, colaborador de Diari de Tarragona, había propuesto al director del museo arqueológico local que, junto a la célebre muñeca romana de marfil que en él se exhibe, se mostrase en una cartela el poema que el poeta Salinas dedicó al juguete tras su visita a la ciudad del Francolí en 1927. La sensibilidad del poeta había quedado impresionada por el hallazgo de aquel objeto frágil y cotidiano, creado sin intención de perduración, 1.600 años después de ser inhumado.
También me he enterado de que, tras un cordial intercambio de cartas, el director, señor Tarrats, ha denegado la exhibición del poema junto a su objeto con el peregrino argumento de que no se cumplen efemérides que lo justifiquen, restringiendo tal categoría sólo a los aniversarios múltiplos de 25. El señor Tarrats le dice al profesor Parra que se lo recuerde en 2027, en que se cumplirán cien años del hallazgo, y se queda tan ancho.
Parra ha comentado la jugada en su columna del Diari y, diplomático como es, ha atribuido el enorme disparate a lo que llama tiranía de las efemérides. Sólo sugiere, para descartarlo enseguida porque es un caballero, que la negativa se haya debido al hecho de que el poeta se llamase Pedro Salinas y no Pere Salines, o Pierre Dessalines siquiera. Al hecho de que, aunque se trate de un poeta universal, fuese natural de Madrid y no de Vic, o en su defecto de cualquier localidad suficientemente alejada de la Meseta.
Yo, qué quieren que les diga, no me puedo creer que el director de un museo renuncie inocentemente a avalorar su colección con la aportación de un importante poeta sobre una de sus piezas más brillantes; una aproximación interdisciplinar de coste muy próximo a cero que cualquier gestor que aplicase criterios estrictamente museológicos aprobaría sin dudarlo un segundo y sin hacerla depender de conmemoraciones pedestres. El subterfugio de las efemérides es demasiado infantil como para creérselo. Que el motivo sea, en cambio, que Salinas escribió su obra en español y no en catalán -que sea un poeta español, y no un poeta catalán- puedo creérmelo más fácilmente; porque como criterio es igual de absurdo, pero por desgracia está a la orden del día en aquella tierra de la que tan buenos recuerdos tengo.
En manos del director Tarrats queda, por tanto, rectificar este disparate en beneficio de sus conciudadanos o bien seguir proyectando la sombra del sectario adocenado que sin duda no es. Estoy seguro de que su intención nunca fue perjudicar a Tarragona.
19 enero 2012
Traducción
A UPyD li han pres l'espai i el discurs
El gir del PP cap a la dreta en matèria lingüística està deixant UPyD sense discurs. S'hauran de repensar i reinventar. Com és possible que el PP, que té desenes i desenes de milers de votants catalanoparlants, estigui tan obsessionat per deixar sense espai a la gent de Calbarro?
(Diari de Balears, 18 de enero de 2012)
Traducción:
El discurso moderado de UPyD se impone
La vuelta del PP al sentido común en materia lingüística demuestra la sensatez del discurso de libertad defendido por UPyD. Seguirán influyendo decisivamente en la política balear. ¿Cómo es posible que el PP, que tiene decenas de miles de votantes razonables, haya estado tan perdido en posiciones más propias del separatismo radical?
Como ven, no se trataba de una traducción del catalán al español, sino del identitario al demócrata. Aquí las lenguas tienen poco que ver. Y todavía hablan de obsesiones...
02 enero 2012
Prometer hasta meter
Aunque Rajoy no les convencía mucho, había que votarle -decían-, bien que fuera con la nariz tapada, para echar a Zapatero.
El candidato popular lo aseguró en la campaña: "No subiremos los impuestos", y es normal que lo dijera, porque llevaban años criticando a Zapatero por subirlos. Esperanza Aguirre lo había tuiteado: "Hoy mostramos libremente nuestro desacuerdo con un gobierno que, tras provocar la crisis económica más grave en 50 años, sube los impuestos" (18 de abril de 2010); y "La mejor política fiscal es la que, en lugar de subir los impuestos, lo que hace es bajarlos en cuanto sea posible" (4 de febrero de 2011)... Javier Arenas también había dicho recientemente la suya: "No se puede estar todo el día subiendo impuestos porque, a más impuestos, hay menos renta disponible para el consumo y la inversión" (5 de octubre de 2011).
Hoy nos encontramos a Soraya Sáenz de Santamaría anunciando las mismas medidas que podría haber anunciado Rubalcaba si hubiese ganado las elecciones. Más impuestos para las rentas del trabajo. Ni hablar de recortar enormes gastos superfluos como diputaciones provinciales, embajadas catalanas, subvenciones a los sindicatos y patronales (con un 20% de las subvenciones directas nos tendremos que conformar), retiros millonarios para consejeros políticos en cajas, televisiones y empresas públicas. Para qué.
¿Qué dirán hoy Aguirre y Arenas? Probablemente lo mismo que me arguye un amable comentarista: que la culpa es del gobierno saliente, que ha dejado las arcas públicas en un estado ruinoso. Que hay que dar confianza al nuevo gobierno, dejarle maniobrar. Pero entonces, me pregunto yo, ¿por qué aseguraron lo contrario? ¿El manirrotismo proverbial del presidente Zapatero, junto con la propia aversión del Partido Popular a enfrentarse con los verdaderos problemas de España (el despilfarro autonómico, la decadencia institucional) no les permitía prever la necesidad de medidas como éstas?
Nos quieren convencer de que es lícito que los políticos prometan cualquier cosa para ganar las elecciones y después digan digo donde habían dicho Diego. "Prometer hasta meter, y después de haber metido, olvidar lo prometido", reza una máxima popular no exenta de cinismo. O bien es que confían en la poca memoria de los españoles. Pero -lo siento mucho- yo no pienso olvidar ni dejarme convencer. Dejando a un lado la consideración de que sea necesario o no subir los impuestos (y a mí me parece que hay demasiados gastos superfluos que recortar antes de cargar el problema sobre los hombros de los ciudadanos que menos tienen), Rajoy incurre en una grave responsabilidad cuando hace radicalmente lo contrario de lo que prometió: nos transmite la idea de que nuestros representantes pueden engañarnos y fumarse un puro; la idea de que los ciudadanos somos como menores de edad a los que hay que proteger de la realidad, a los que si hay que mentirles se les miente -por su bien, claro está. Pero desengáñense: no es por nuestro bien, sino por puro interés de los partidos políticos. Conmigo que no cuenten: cada vez que el PP incumple una promesa electoral pierde credibilidad. Es su responsabilidad, y no la mía, mantener esa credibilidad, y de momento la incoherencia de su discurso -en el tiempo y en el espacio- no ayuda en nada a mantenerla.
Lo peor de todo es que cargar al ciudadano con más impuestos tras haber certificado que no se tiene ninguna intención de meter en cintura la mayor causa reconocida del déficit público (el gasto desatado de las comunidades autónomas, que siguen sin hacer sus deberes) sólo nos garantiza que seguiremos financiando los excesos a costa del gasto social, por lo que el ciudadano se verá perjudicado doblemente y los políticos despilfarradores seguirán haciendo de las suyas aparentemente sin control, como hasta ahora. Álvaro Anchuelo lo ha explicado muy bien en un texto reciente.
Unos y otros lo llamaron "voto útil", para ahora encontrarse de nuevo (PP o PSOE, ¿qué más da?) frente a un Gobierno que maniobra antes contra el ciudadano más débil que contra los responsables de los problemas reales, y encima usando la misma neolengua que tanto gustaba al felizmente acabado presidente del talante ("recargo solidario", nos dicen ahora). Ya hay quien lo ha ilustrado con gran acierto. Sólo me falta escuchar a Rajoy haciendo retruécanos y quiasmos infantiles para recordarme que seguimos en Babia.
Próspero 2012.
El candidato popular lo aseguró en la campaña: "No subiremos los impuestos", y es normal que lo dijera, porque llevaban años criticando a Zapatero por subirlos. Esperanza Aguirre lo había tuiteado: "Hoy mostramos libremente nuestro desacuerdo con un gobierno que, tras provocar la crisis económica más grave en 50 años, sube los impuestos" (18 de abril de 2010); y "La mejor política fiscal es la que, en lugar de subir los impuestos, lo que hace es bajarlos en cuanto sea posible" (4 de febrero de 2011)... Javier Arenas también había dicho recientemente la suya: "No se puede estar todo el día subiendo impuestos porque, a más impuestos, hay menos renta disponible para el consumo y la inversión" (5 de octubre de 2011).
Hoy nos encontramos a Soraya Sáenz de Santamaría anunciando las mismas medidas que podría haber anunciado Rubalcaba si hubiese ganado las elecciones. Más impuestos para las rentas del trabajo. Ni hablar de recortar enormes gastos superfluos como diputaciones provinciales, embajadas catalanas, subvenciones a los sindicatos y patronales (con un 20% de las subvenciones directas nos tendremos que conformar), retiros millonarios para consejeros políticos en cajas, televisiones y empresas públicas. Para qué.
¿Qué dirán hoy Aguirre y Arenas? Probablemente lo mismo que me arguye un amable comentarista: que la culpa es del gobierno saliente, que ha dejado las arcas públicas en un estado ruinoso. Que hay que dar confianza al nuevo gobierno, dejarle maniobrar. Pero entonces, me pregunto yo, ¿por qué aseguraron lo contrario? ¿El manirrotismo proverbial del presidente Zapatero, junto con la propia aversión del Partido Popular a enfrentarse con los verdaderos problemas de España (el despilfarro autonómico, la decadencia institucional) no les permitía prever la necesidad de medidas como éstas?
Nos quieren convencer de que es lícito que los políticos prometan cualquier cosa para ganar las elecciones y después digan digo donde habían dicho Diego. "Prometer hasta meter, y después de haber metido, olvidar lo prometido", reza una máxima popular no exenta de cinismo. O bien es que confían en la poca memoria de los españoles. Pero -lo siento mucho- yo no pienso olvidar ni dejarme convencer. Dejando a un lado la consideración de que sea necesario o no subir los impuestos (y a mí me parece que hay demasiados gastos superfluos que recortar antes de cargar el problema sobre los hombros de los ciudadanos que menos tienen), Rajoy incurre en una grave responsabilidad cuando hace radicalmente lo contrario de lo que prometió: nos transmite la idea de que nuestros representantes pueden engañarnos y fumarse un puro; la idea de que los ciudadanos somos como menores de edad a los que hay que proteger de la realidad, a los que si hay que mentirles se les miente -por su bien, claro está. Pero desengáñense: no es por nuestro bien, sino por puro interés de los partidos políticos. Conmigo que no cuenten: cada vez que el PP incumple una promesa electoral pierde credibilidad. Es su responsabilidad, y no la mía, mantener esa credibilidad, y de momento la incoherencia de su discurso -en el tiempo y en el espacio- no ayuda en nada a mantenerla.
Lo peor de todo es que cargar al ciudadano con más impuestos tras haber certificado que no se tiene ninguna intención de meter en cintura la mayor causa reconocida del déficit público (el gasto desatado de las comunidades autónomas, que siguen sin hacer sus deberes) sólo nos garantiza que seguiremos financiando los excesos a costa del gasto social, por lo que el ciudadano se verá perjudicado doblemente y los políticos despilfarradores seguirán haciendo de las suyas aparentemente sin control, como hasta ahora. Álvaro Anchuelo lo ha explicado muy bien en un texto reciente.
Unos y otros lo llamaron "voto útil", para ahora encontrarse de nuevo (PP o PSOE, ¿qué más da?) frente a un Gobierno que maniobra antes contra el ciudadano más débil que contra los responsables de los problemas reales, y encima usando la misma neolengua que tanto gustaba al felizmente acabado presidente del talante ("recargo solidario", nos dicen ahora). Ya hay quien lo ha ilustrado con gran acierto. Sólo me falta escuchar a Rajoy haciendo retruécanos y quiasmos infantiles para recordarme que seguimos en Babia.
Próspero 2012.
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