09 marzo 2012

Berlanga, 2012

Consideren una comunidad política en plena decadencia. Sin recursos económicos propios apreciables, sometidos a un régimen benigno pero retrógrado y privados de estímulos intelectuales serios, algunos de sus miembros se alinean con cierto oscurantismo de baja intensidad, o con las glorias del pasado; otros -escasos y desatendidos-, con el conocimiento y la ciencia; los más, con el ocio de masas más ramplón. No confían su progreso material a la educación, ni al esfuerzo emprendedor, ni a una reforma de las estructuras fosilizadas, sino a la recepción -pretendidamente justificada mediante un cultivo metódico de la apariencia- de una ayuda exterior que se supone ilimitada. Y cuando finalmente el maná pasa de largo, dejando detrás de sí la factura de los sueños infundados, toda la comunidad se ve obligada a hacerse responsable de esa deuda, incluidos aquellos que desaconsejaron la descabellada inversión o rechazaron los beneficios prometidos, con una resignación que no es más que la otra cara de la frivolidad con que antes se permitió a las autoridades tomar decisiones arbitrarias y/o descabelladas.

Anoche tuvo lugar una nueva sesión del meritorio ciclo Cine políticamente incorrecto del Cinefórum de UPyD Baleares que dirige Arturo Muñoz. Se proyectó la película ¡Bienvenido, Mr. Marshall!, de Luis García Berlanga, con un guión inteligente y divertido -a veces hilarante- en el que es fácil reconocer la huella de Miguel Mihura. La introducción de Javier Navarro Ferrer y los comentarios posteriores del público asistente coincidieron en que una descripción como la que da inicio a este texto, y que pese a las apariencias se refiere a aquella postguerra recreada por Berlanga, mantiene hoy toda su actualidad tras cambios políticos tan aparentemente sustanciales para España como los operados en los sesenta años que nos separan de 1952.

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