31 julio 2005

Videntes

Denunciaba hace unos meses un vidente con negocio en Palma que dos tunantes habían utilizado su prestigioso nombre para estafar a tres incautos a razón de 6.000 euros por cabeza. El valioso sortilegio consistía en “una caja con un rollito de gasa en el interior, fijado con cera y aderezado con unas hierbas”, cuyos beneficios, según aseguraban los dos sinvergüenzas, “eran inmediatos y fabulosos”. Lo primero que se me ocurrió fue preguntar a los lectores, a modo de concurso bobo, cuántos artículos creen que tendría yo que publicar en Última Hora para ganar 18.000 euros. Pueden escribirme: al que dé con el número le regalaré una cajita con gasa, cera, hierbas y pelo de pequinés, un recurso infalible para la adivinación de la bonoloto y de los antojos de embarazada.

Lo segundo que se me viene a las mientes lo dijo ya hace mucho tiempo Nietzsche, quien en El gay saber señaló uno de los síntomas de la corrupción de un pueblo: la fe en “todo lo que está bien dicho”, con independencia de su contenido o, lo que viene a ser lo mismo, la legitimación de la superstición y el prejuicio en el discurso público. Cuando brujas, videntes y curanderos dan tanto trabajo a los medios de comunicación, y no precisamente en los espacios cómicos en que deberían permanecer confinados, es que algo muy grave nos sucede. Lo único que ahora nos falta es que uno de estos personajes venga a protestar su honradez cuando alguien utiliza su nombre, tantas veces empleado en abusar de la buena fe del prójimo, para hacer lo mismo en su propio lucro.

En Internet encontrarán una página desopilante en la que un tipo con mucha guasa, de nombre Juan Dámaso, afirma tener un don. “Os digo lo que ocurrirá”, dice. “Si ocurre lo que predigo, gano yo. Si no ocurre, pues gana la banca”. A base de vaticinar majaderías como “Famoso presentador morirá el miércoles”, “Arnaldo Otegi y un virus asolarán el mundo”, “Michael Jackson intentará suicidarse” o “Ahora Euskadi querrá una atmósfera vasca”, consigue mantener con “la banca” un pulso apretado, garantizado por la táctica de predecir hechos para cuya resolución sólo caben dos salidas. El cálculo de probabilidades le asegura un cincuenta por ciento de tino, lo cual, para este tipo de profesionales (especialmente para aquellos con cierta capacidad retórica), suele ser más que suficiente... Hay un delito de estafa tipificado en nuestro Código Penal que nunca he entendido por qué la Justicia no aplica en estos casos. Porque con la sátira de Juan Dámaso nos reímos; pero que algunos timadores no estén entre rejas es para llorar. Última Hora.

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