George Bush aprovechó la polvareda afgana para denunciar el tratado por el que los Estados Unidos renunciaban desde 1972 al uso de Misiles Antibalísticos. Si el desaparecido Bin Laden no fuera un loco fundamentalista, bien parecería empleado de la CIA o del lobby militar e industrial norteamericano que tanto dinero ha ganado tras el 11 de septiembre y tanto va a ganar a partir de la denuncia del tratado. Nadie repara, sin embargo, en que el ataque al World Trade Center no fue efectuado con misiles, ni con una bomba nuclear, ni siquiera con armas biológicas. A propósito: el New York Times y el Washington Post publicaron en su día que, contra el derecho internacional, el gobierno de los Estados Unidos fabrica desde 1998 en un laboratorio en Utah armas basadas en el bacilo del ántrax, que circularon por el país y que muy probablemente son el origen de la oleada de muertes de ciudadanos por carbunco, tan casual y oportunamente desatada tras el atentado de las Torres Gemelas; si quien mandó las cartas infectadas no fuera un loco sin entrañas, también parecería contratado por el Departamento de Defensa norteamericano...
Tampoco la democracia sale bien parada del cúmulo de dislates: la creación de tribunales militares secretos, especiales para juzgar a terroristas extranjeros, virtualmente convierte a los Estados Unidos en una dictadura. ¡Cuánto costó desterrar los tribunales especiales del franquismo! ¡Qué poco han aprendido los actuales gobernantes norteamericanos de la experiencia española con el terrorismo, de las ilegalidades felipistas, de la muy exigible delicadeza del estado de derecho incluso hacia a sus agresores! Los malos tratos físicos y psíquicos infligidos a los prisioneros talibán encerrados en jaulas en Guantánamo, so pretexto de su posible peligrosidad, nos hace a todos los aliados de los Estados Unidos cómplices de una violación continuada de unos derechos y libertades a los que nuestra Constitución está adherida; por no hablar de la franca sustitución del derecho internacional por la ley del Oeste. Por otra parte, la caza de brujas en el mismo interior de los Estados Unidos (¡más de 450.000 denuncias por “actividades antinorteamericanas”!) nos devuelve de lleno a los años cuarenta. ¿A qué mundo de tiniebla y violencia nos ha devuelto Osama bin Laden? ¿Qué gran triunfo le estamos regalando? ¿Acaso debemos sufrir un nuevo talibanismo que compense la barbarie afgana? Después de la "guerra contra el terrorismo", vivimos en un mundo más tenso, más armado, menos libre, menos seguro. Lo único seguro que nos queda son las preguntas. De momento, sin respuesta. Canarias 7.
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