Quien haya leído la novela Cerco de arena (Barcelona: Luis de Caralt, 1961; Puerto del Rosario: Cabildo de Fuerteventura, 1998), del médico y periodista grancanario Enrique Nácher, y, mejor, quien haya vivido personalmente las inclemencias climáticas de la Jandía de hace cincuenta años, recordarán el ciclo anual como una sucesión de calamidades, salpicada de vez en vez por un año de aguas fecundadoras, si bien nunca suficientes. La tierra ingrata, la sequía, la plaga de langosta africana y, finalmente, la lluvia torrencial azotaban unas existencias aparentemente sin otro sentido que el sufrimiento.
La novela, de una calidad muy limitada (al costumbrismo más ramplón añade un argumento trivial e, incluso, a veces una puntuación deficiente), tiene no obstante el mérito de atestiguar una época ya difunta. Jandía es, en sus páginas, un reino natural en el que los humanos no son sino una especie más en busca de su supervivencia; una especie que no siempre tiene éxito en ese designio. La muerte violenta, la emigración, el aislamiento son elementos siempre presentes en las vidas de los habitantes del Morro Jable novelado. En la relación establecida entre Naturaleza y hombre, el papel de la primera es el de protagonista, mientras que el segundo se limita a esperar el agua y a confiar en “el amparo de Dios”.
Hoy día parece que el majorero toma venganza en la Naturaleza que le fue tan hostil -y aún tan sincera- durante siglos. Leemos el reciente artículo de Montserrat Martín Reguera (“Sin paisaje no hay identidad”, Canarias 7, 16 de diciembre de 2001) y no podemos sino asentir, casi con lágrimas de rabia en los ojos, ante su enumeración de los desmanes autorizados por las instituciones majoreras. Hoy no sufre el hombre: sufren las gavias, los barrancos, los malpaíses, las calderas, las montañas, la fauna y la flora. Se cambiaron las tornas, y hoy es difícil encontrar en nuestra isla una comarca natural que no haya sido menoscabada por manos irresponsables.
Nos digan lo que nos digan nuestros políticos, no necesitamos este ritmo de crecimiento. No necesitamos miles de plazas hoteleras donde no hay población que atienda esas plazas. ¿Por qué crecer por encima de nuestras necesidades? ¿Por qué crecer en número de camas de alojamiento, pero no en camas de hospital ni en pupitres escolares? ¿Qué interés tienen nuestros políticos en que así sea? Me niego a aceptar que todos ellos sean incompetentes o corruptos. Me niego a aceptarlo, y por eso todavía me pregunto por qué sucede todo esto. Del cerco de arena hemos pasado a estar cercados por la falta de visión a largo plazo, por la mezquindad electoralista y por los intereses económicos. Y quienes sufren son la isla y nuestro futuro en ella.
Desde estas líneas nos unimos al colofón de Montserrat Martín Reguera. Ni una cama más. Canarias 7 Fuerteventura.
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