Los ciudadanos asisten atónitos al espectáculo que estos días da el Partido Popular de Baleares frente a la circunstancia de tener que elegir un presidente para su agrupación palmesana. En pocas palabras: uno de los candidatos quiere que voten todos los afiliados y el otro defiende que los afiliados escojan una serie de compromisarios y éstos a su nuevo líder. También en pocas palabras: el sufragio universal libre garantiza que los afiliados manifiesten su voluntad sin intermediarios, mientras que el sistema de compromisarios favorece que la cúpula de un partido tergiverse esa voluntad colectiva mediante el cambalache de prebendas entre individuos y familias territoriales y/o clientelares, de modo que la cúpula pueda controlar el desenlace de las elecciones a través del viejísimo procedimiento del do ut des. Entre el método de los compromisarios y el aplicado recientemente por el PP de Calvià, en el que todos sus afiliados han podido expresar su deseo y verlo cumplido, el ciudadano sabe muy bien cuál es el más democrático.
Pero, al fin y al cabo, uno contempla estos hechos como lo que son: anécdotas de un partido ajeno (a uno mismo pero también a la ciudadanía) que no va a mudar sus modos si no es por conveniencia coyuntural. También el PSOE ensayó en alguna ocasión las elecciones primarias, pero hay que decir que los políticos profesionales se desengañaron muy pronto de aquella novedad: no garantizaba a la cúpula dirigente un control suficiente de todo el proceso. Hoy, el sufragio universal, las listas abiertas y la participación son en los partidos tradicionales sólo un recuerdo -si acaso lo son- en todos sus niveles y estructuras territoriales. Los ciudadanos conocen la exigencia constitucional de que los partidos tengan un funcionamiento interno democrático, pero muchos se han resignado a que en esto, como en tantas otras cosas, la Carta Magna sea papel mojado.
Por ello llama tanto la atención el poco eco, tal vez debido a una incredulidad lógica, que recibe el proceso electoral iniciado este mes en Unión Progreso y Democracia con motivo de la celebración a finales de noviembre de su primer Congreso, en el que se renovarán todos sus órganos y se enmendará y definirá la ponencia política que orientará su acción al menos en el próximo trienio. En muchos lugares de España se han celebrado ya elecciones para delegados a ese Congreso, y en breve se cierran a nivel nacional y se publicarán sus resultados. Los militantes de UPyD han leído las propuestas de los candidatos, los han escuchado en asamblea y han escogido mediante listas abiertas y voto secreto a los que de entre ellos han merecido mejor su confianza. Fue enormemente satisfactorio escuchar en la asamblea que a tal efecto se celebró en Palma el pasado fin de semana a algún militante cuando pedía una papeleta para sustituir la que traía ya rellena de casa, "porque he escuchado a esta chica y me ha gustado mucho". Democracia en estado puro, con consecuencias impensables en los partidos viejos, como la sorprendente elección de alguna candidata prácticamente desconocida entre la militancia, sólo gracias al poder de las ideas y de la persuasión. Consecuencias impensables en unos partidos en los que la espontaneidad, la sinceridad y la apelación a los principios y no al interés como motor del sufragio pasaron a mejor vida ya hace demasiados años.
Las listas abiertas son sólo una de las medidas que UPyD propugna para promover una mayor calidad de nuestra democracia, junto con la sustitución de la circunscripción provincial por la autonómica o, como defendemos muchos, por la circunscripción única que se corresponde con el carácter nacional del Congreso de los Diputados, medidas que respectivamente permitirían una mayor autonomía de los representantes electos con respecto a las ejecutivas partidarias y, por tanto, una selección más democrática; y la igualdad efectiva de todos los votos, de manera que fuese imposible que, como sucede hoy, el PNV multiplicase por seis el número de escaños de UPyD habiendo recibido menos votos. La superación de esa democracia pobre, meramente formal, alcanza todos los niveles internos del partido: en nuestro Congreso de noviembre, los delegados elegirán por el mismo procedimiento de lista única abierta a los 150 militantes que formarán en adelante nuestro órgano deliberativo, el Consejo Político, sin que a estos efectos sea relevante la comunidad de procedencia de los candidatos, como creemos que corresponde a un órgano nacional. Todos los afiliados, y no sólo los delegados asistentes al Congreso, votarán mediante sufragio electrónico directo al equipo que dirigirá el partido en los próximos años desde el Consejo de Dirección, a través de tantas candidaturas como los afiliados deseen, pues, a diferencia de lo que sucede en otros partidos, en ninguna de las fases de esta renovación orgánica se exige a los aspirantes firmas ni aval alguno. Resulta evidente la diferencia con los procesos pseudoelectorales en los partidos viejos, que casi invariablemente se resuelven a voluntad de sus respectivas cúpulas mediante la designación directa o la mediatización por compromisarios. Tan evidente que la mera posibilidad de que cunda el ejemplo hace que algunos prefieran silenciar o desvirtuar los hechos. Pero los hechos son tozudos, y quienes nos embarcamos hace ya dos años en esta aventura de regeneración democrática, también. Periodista Digital. El Mundo-El Día de Baleares. España Liberal.
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