Es sabido que, tras cualquier proceso electoral, los actores del juego político emiten valoraciones tan diversas como lo son sus intereses. Es un tópico que, pese a que la lógica dice que sólo puede haber un ganador, todos los contendientes afirmarán haber ganado desde un punto de vista u otro y, así, todos contentos. Sin embargo, al observador minucioso no se le escapan los distintos grados de la celebración, ni los matices que la tiñen: confianza, frustración, conciencia ineludible del fracaso, miedo al futuro… UPyD hará su propia valoración la semana que viene, en sesión de Coordinadora Territorial con presencia también de nuestros responsables en Ibiza y Menorca, que han cosechado resultados magníficos. Entre tanto, resulta cuando menos entretenido constatar la confusión que impregna las valoraciones que de nuestro éxito hacen otras fuerzas políticas.
El PSOE lo tiene muy claro: nuestros votos proceden exclusivamente de la derecha. Si hiciésemos caso a la presidenta del Consell, Francina Armengol, de la “extrema derecha”, pues según ella eso éramos los que acudimos el 30 de mayo a la manifestación por la libertad lingüística. Afortunadamente, tenemos claro quién puede darnos lecciones, y no será una dirigente que lanzó críticas furiosas a Unió Mallorquina mientras estuvo en la oposición y, cuando accedió al poder gracias a los votos de esa misma formación, mantuvo en sus puestos a quienes eran responsables de graves ilegalidades (me refiero al director general Aguiar y al consejero Pascual) según varios informes que le constaban y, pese a que dichas ilegalidades y la pésima gestión le costaron a los ciudadanos un dineral, siguió manteniéndolos en sus puestos por no renunciar al sillón de presidenta: antepuso la permanencia en el poder a la coherencia, la justicia, la eficacia y la honradez. Ésta es la persona que pretende dar a UPyD lecciones de democracia; pero no nos dejaremos.
Si escuchamos a los dirigentes del PP, en cambio, veremos que no somos un partido de extrema derecha, sino de la más perversa izquierda. Rosa Estaràs ha tenido el poco rigor y la nula vergüenza de declarar que en UPyD somos partidarios del aborto (habría que preguntarle cuántas iniciativas contra el aborto impulsó Rosa Estaràs durante los ocho años del aznarato, por ejemplo, aunque ya conocemos la respuesta: ninguna) y que Rosa Díez no es de fiar porque “fue miembro del gobierno Ibarretxe y estaba de acuerdo con la inmersión en euskera”. Rosa Estaràs está desinformada o miente, tal vez porque piensa que somos los demás los que estamos desinformados, pero casi todo el mundo sabe que cuando Rosa Díez pertenecía al gobierno vasco PNV-PSOE (con Ardanza, no con Ibarretxe) el sistema de tres modelos lingüísticos (euskera, castellano y mixto) estaba dando sus primeros balbuceos en las escuelas del País Vasco: precisamente el modelo que queremos implantar desde UPyD también en Baleares, el de la libertad de elección entre las dos lenguas oficiales, aunque sin las trampas que en el País Vasco cercenaron esa libertad desde que salió el PSOE y entró Eusko Alkartasuna en el gobierno de Vitoria. Una simple visita a la hemeroteca podría sacar a la señora Estaràs de sus errores. ¿O será mala fe y realmente nunca le han interesado ni los hechos ni el debate sobre ideas, sino sólo arrojar basura?
De todos modos, ese proceder, que Rosa Estaràs ya empleó durante la campaña europea y que en UPyD hemos evitado mientras ésta duró, nos llevaría a, por ejemplo, afirmar que la valldemossina no es de fiar porque, por mucho que ahora hable de proteger a los castellanohablantes, pertenece al mismo PP que legisló con Cañellas el Estatuto y la Ley de Normalización y, con Matas, el Decreto de Mínimos que ahora sirve a los talibanes del PSM y de ERC para intentar cumplir sus sueños de una sociedad lingüísticamente pura. O que no es de fiar porque fue vicepresidenta del gobierno que ya es conocido como el presuntamente más corrupto de la historia de Baleares y sin duda le cabe responsabilidad política en aquel gigantesco saqueo del erario público en que consistió la legislatura Matas. ¿Quién resultará menos de fiar a los ojos de los ciudadanos mejor informados? ¿Rosa Díez o Rosa Estaràs? Se admiten apuestas.
En la misma línea, porque de bien nacidos es ser agradecidos, cierto personaje que pasa por escritor, periodista y chueta, pero no es ninguna de las tres cosas, se afana en publicar su esquizofrénica versión de que UPyD es un partido de izquierdas pero que, al mismo tiempo, suspira por incluir al alcalde de Calvià en sus filas. Da igual que tanto Carlos Delgado como UPyD lo hayan desmentido en repetidas ocasiones: ¿cuándo la realidad ha impedido a un correveidile cumplir con sus deberes…? ¿Es de izquierdas eliminar el gasto en empresas públicas superfluas, en departamentos de política lingüística que nadie necesita, en televisiones que nadie ve, en subvenciones a periódicos que nadie lee o a asociaciones que las usarán para vejar el nombre de España y, en cambio, orientar el gasto hacia políticas de empleo estable o mejora de las infraestructuras? ¿Es de derechas un concepto federal y laico de España? ¿Es de izquierdas o de derechas reformar la educación como eje de la regeneración política y económica de España? Yo se lo digo: ni de izquierdas ni de derechas, sino progresista. Lo malo es que entonces a algunos se les acabará la mamandurria, y ahí les duele.
Lo dicho: unos celebrarán los resultados de las elecciones con confianza en el futuro, con ideas propias y con el impulso de cada vez más personas progresistas que, cansadas de tanta mediocridad de derechas y de izquierdas, recalan en un proyecto realmente novedoso. Otros intentarán conjurar el pasado -que no pueden ocultar- y el futuro -que se han labrado a pulso- por medio de barniz, consignas y etiquetas. Como siempre, como debe ser, los ciudadanos decidirán. Periodista Digital.
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