Ayer, Día Internacional de los Derechos Humanos, parece que hemos podido confirmar la existencia de eso que, hace unos meses, a propósito de la muerte de Stroessner, llamábamos
justicia poética. Mientras el alma podrida del tirano se pudre aún más en el infierno, mientras sus acólitos comprueban el desprecio infinito del mundo hacia su infame patrón, la letra de Pablo Milanés nos pone la carne de gallina. Mañana, habrá que seguir buscando responsabilidades; pero hoy, ¿quién necesita más que
esto?
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