Un hecho que parece cierto, en el caso de que la llama vuelva a prender en el Líbano, es la inoperatividad de las tropas interpuestas: la guerrilla proiraní ha declarado su intención de no deponer las armas, y al ejército israelí no le temblará el pulso para, en caso necesario, defender sus intereses estratégicos con contundencia. Mientras, el ejército libanés, que comparte con las tropas de la ONU el despliegue al sur del Litani, no tiene capacidad, ni entrenamiento, ni recursos para el cumplimiento de esa misión; y los cascos azules son escasos –sorprende la falta de compromiso de todos, pero sobre todo la de una Francia históricamente ligada al Líbano, que pretendió liderar la respuesta occidental al conflicto y que mantiene cuantiosos contingentes militares en cinco continentes– y provienen de países que no encajarán fácilmente que sus soldados hagan aquello para lo que se les paga y que, en cambio, la sociedad israelí y los integristas libaneses tienen perfectamente asumido: dar la vida en cumplimiento del deber.
Al analizar las posibilidades de éxito de la misión de Naciones Unidas tampoco hay que olvidar la beligerancia que han manifestado algunos personajes que por su posición deberían haber guardado otras formas; en particular la de Kofi Annan, que sorprende dada su pasividad en otros frentes (el Sáhara Occidental, sin ir más lejos). En ese sentido, no fue ejemplo de buen juicio aquel retrato de Zapatero con pañuelo palestino al cuello, y sí es natural la satisfacción hecha pública por algún dirigente chií ante el compromiso militar español. El enorme desprecio que por las vidas de los habitantes del Líbano meridional han demostrado los combatientes podría extenderse un día a los soldados interpuestos, tal vez especialmente para los enviados por gobiernos poco neutrales.
Frente a la impúdica asunción de los postulados imperiales norteamericanos por José María Aznar, Zapatero acierta al invertir los recursos militares de España en una misión internacional de paz legalmente constituida. Sin embargo, debería habernos advertido bien de que podría tratarse de la misión más arriesgada en que se haya visto implicado el ejército español desde 1921. Y no hablemos de la siempre necesaria sutileza diplomática, que el gobierno Zapatero parece desconocer en cuanta ocasión se le presenta... Por algo remoloneaba la poderosa Francia. Última Hora.
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