La vida de un combatiente no vale menos que la de un civil; pero el que dispara contra un soldado, al menos, respeta las normas que en un contexto tan alterado como la guerra nos permite hablar de respeto de la ley, justicia y todas esas zarandajas con las que queremos diferenciarnos de los niños y de las fieras. Si entendemos que toda muerte causada por el hombre constituye una tragedia, ésta pierde cualquier vestigio de moralidad cuando la muerte deja de contemplarse como un mal menor para ser percibida como un fin en sí. No hay nada más perverso ni más torpe que una tragedia sin catarsis.
El vídeo de la BBC con que nos desayunamos anteayer viene a confirmar (tras Abu Graib, tras Haditha, tras todas las matanzas conocidas y por conocer) que en Irak se han perdido los precarios referentes morales que movían a algunos de los que apoyaron o han participado en la ocupación de Irak. La precipitación, la ansiedad, el deseo de venganza y el nihilismo que se instalan en las tropas tras años de una guerra sin cuartel, sin popularidad y sin visos de solución hacen que cada día que pasa Irak se asemeje más a Vietnam. Más de treinta mil civiles muertos y un puesto a la cabeza de la lista de violadores de los derechos humanos en el último informe anual de Amnistía Internacional colocan al gobierno Bush en sus horas más bajas. La resistencia iraquí, mientras, atenta a diario contra las instalaciones petrolíferas del país, cuya producción ha descendido en picado junto con la inversión internacional. Los invasores ni siquiera han alcanzado el que era su objetivo estratégico: ¿cómo van a justificar sus crímenes? Última Hora.
1 comentario:
YA LA VERÉ MÁS DESPACIO, PARACE MUY INTERESANTE...
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