20 marzo 2005

Ecuestre

Creíamos que Franco jineteaba a lomos de un caballo blanco. Así recuerdo su efigie, abriendo una de aquellas enciclopedias escolares de mis padres con gesto guerrero y orgulloso. Cuando cayó la mordaza y respiró la herida colectiva, supimos que el Caudillo realmente había cabalgado a lomos de sus muchas víctimas. Setenta años después del comienzo de sus crímenes, asistimos a su descabalgadura. Y es que una estatua no es sólo un recuerdo histórico: es un homenaje. Derogado éste, podemos al fin regocijarnos: Franco, ahora sí, es historia. Última Hora.

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