Apreciado Josep:
Si saltea usted su discurso de imprecisiones, es normal que le salgan conclusiones erradas. Me refiero a su comentario a mi anterior post, que con acierto titula usted "Aunque no sea gracioso". Paso a detallar por qué hablo de imprecisiones, y aún me creo benévolo.
1. "Los anticatalán". No sé a quién se referirá usted, pero en la manifestación del 1 de abril yo no vi a nadie que odiase el catalán. Desde luego, le puedo asegurar que no es mi caso. Uso siempre que puedo el catalán, pero no espero recompensa por ello ni me siento mejor ni más integrado; simplemente me gusta, enriquece mi horizonte y pienso seguir haciéndolo por mucho que ustedes se empeñen en hacerme odiar una lengua que me encanta. Más bien somos "los antiimposición". Como ustedes cuando lo que se imponía en la escuela era el español: cómo cambian los tiempos, ¿eh? O las personas.
2. "Lengua propia". Este concepto político, porque lingüístico no es, no responde a nada que exista fuera de la mitología nacionalista, que atribuye personalidad a los territorios y, por tanto, les asigna lenguas propias, alma propia y hasta pecados y virtudes colectivas. A ver si nos enteramos: existen las lenguas maternas, las lenguas oficiales y las lenguas francas. Pero me parece que no se refería a nada de eso... El concepto de propio es excluyente, porque se opone meridianamente a lo impropio o ajeno... Y, en ese sentido, tan propio o tan ajeno es el mallorquín como el español, dependiendo de la persona de la que hablemos. Y desde luego tan oficial; y, lo que más importa, tan digno. Presumir de lengua propia es tan inaceptable como alardear del color de la piel: ni la una ni el otro otorgan la ciudadanía, mientras que usar cualquiera de los dos como seña de identidad es perfectamente arbitrario y conduce a la xenofobia.
3. "Se manifiestan contra el derecho a ser entendido en la lengua propia". Falso. El derecho a ser entendido en las dos lenguas oficiales ya está cubierto, porque todos los médicos de Baleares entienden el mallorquín: no se hagan los interesantes ustedes con su lengua, porque con eso no le hacen ningún favor. Lo que impone el Decreto rechazado por los manifestantes es la obligación de pasar por un requisito académico que no aporta nada al ejercicio de la profesión y que discrimina en el acceso al trabajo a unos españoles (mallorquines o no, catalanohablantes o no) con respecto a otros (los abducidos por el régimen catalanista). Y esto tampoco le hace ningún favor al catalán. Dejen de protegerlo, hombres, que al final se lo van a cargar.
4. "Ganas de enfrentar a la gente". Sí: las del Govern que interviene en un asunto que nadie le pidió que regulara porque a nadie le hacía falta, salvo a los talibanes lingüísticos y a los que pacen en el jugoso chiringuito catalanista.
5. "La tolerancia del Decreto". Por la moratoria, se entiende. Fíjese en que -salvando las distancias- eso mismo podía decir el nazi que libraba de la cámara de gas al judío más hábil en las faenas de la esclavitud: "mira qué tolerantes somos con este judío, que no lo hemos gaseado cuando le tocaba, y qué ingrato es, que no nos lo agradece"... Y ahora me voy a explicar, porque el sectario, por pura falta de costumbre de reflexionar sobre el discurso ajeno, tiende a pensar que lo llaman nazi cuando sólo lo llaman sectario: que no atribuya usted la obligación de respetar precisamente a aquéllos a quienes falta al respeto, hombre.
6. "Clientelismo". Tiene mucha guasa que un partidario del pesebre catalanista hable de clientelismo. ¿A quién vota usted? ¿A UM? ¿Al PSM? ¿Al PSIB? ¿Al PP? ¿Y viene a mi blog a hablar de clientelismo? Podemos hablar de las disparatadas subvenciones a asociaciones separatistas; de los cursos y cursillos varios con su personal, su material y sus matrículas; de las cadenas de televisión que nadie ve pero que hay que doblar al catalán; de las correspondientes productoras; de las empresas de publicidad y sus campañas de propaganda; de las contrataciones a dedo y a mansalva en organismos oficiales; de los periódicos subvencionados al cien por cien porque nadie los compra; del cine infumable; del teatro infumable; de los premios literarios; de los escritores que nunca publicaron una línea en español y se pasan al catalán para poder mamar de las ubres públicas (y no falla, oiga); de las editoriales que sólo se mantienen gracias a la cooperación de las instituciones... todo ello con chorros de dinero fluyendo a tutiplén directamente del bolsillo de los contribuyentes al de estos profesionales del catalán obligatorio. ¿Clientelismo? Perdóneme la expresión, pero usted lo que es es un cachondo. Periodista Digital. Baleares Liberal.
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