Señor Pep Rosselló:
Siento que no le gusten mis artículos. Siempre puede descartarlos, si tanto le disgustan. Pero no; me parece que en el fondo lo que le pasa es que le sabe mal no disponer de argumentos en contra. Porque en la entrada que me dedica en su blog una vez más demuestra no haberse leído el Manifiesto por la lengua común o no haberle encontrado la sustancia, y en lugar de los argumentos recurre a las descalificaciones, a través de algo que pretende ser ironía y no va más allá de la mala baba, y a las consabidas consignas nacionalistas que sólo se creen los ya convencidos. Siento tener que corregirle, pero su alusión es demasiado directa.
Mis opiniones acerca del trato que el Govern da al castellano en los ámbitos público y privado no son “apocalípticas”. Revise la campaña Ara es la teva; recuerde la inmersión lingüística en los centros de enseñanza (en algunos casos, recreos inclusive); juzgue, si tiene la distancia suficiente, el acoso a Air Berlin por parte de diversos grupos nacionalistas. Un gobierno que pretende regular todos los ámbitos de la vida de los ciudadanos, incluido qué lengua utilizan en sus relaciones públicas o privadas, incurre en totalitarismo; le parezca a usted esta afirmación apocalíptica o no.
Efectivamente, usted puede experimentar el deseo de hablar en catalán en Murcia, y yo puedo querer hablar español en Lituania, pero ninguno de estas dos actitudes deja de ser disparatada. En Mallorca, en cambio, y mientras ustedes no se salgan con la suya, hay dos lenguas oficiales y, lo que es más importante, se hablan las dos y, aún más, una de ellas es hablada por el cien por cien de los habitantes de la nación que compartimos y por otros 400 millones de hablantes en otros países, lo que hace de la llamada “política lingüística” del Govern, que discrimina abiertamente, por ejemplo, a los muchos mallorquines (castellanohablantes o no) que desearían escolarizar a sus hijos en español, una auténtica majadería con rango oficial.
Si a usted Cristóbal Serra no le parece un “intelectual mallorquín”, le puedo recomendar un curso. En cuanto al éxito cuantitativo de la recogida de firmas de adhesión al Manifiesto por parte de UPyD en Palma, que a mí me parece muy notable, le ruego considere que nuestras actividades no disfrutan ni de subvenciones ni de personal contratado, ya que no somos ninguna subsecta nacionalista, de modo que el tiempo que le dedicamos es bastante limitado. Pero le puedo asegurar que, en la calle, de la gente que se para a escucharnos y accede al contenido del Manifiesto, no menos de un 80% lo firma. Pónganos usted un sueldo por recoger firmas a jornada completa y nos verá acumular en poco tiempo varios cientos de miles.
Cuando escribo que, según el Manifiesto y según el sentido común, "todo ciudadano tiene derecho a utilizar la lengua de su elección en la escuela, ante la administración o en su negocio", usted interpreta que para ser sincero yo debería añadir que esto será así siempre que se trate de la lengua española. Esta interpretación, señor Rosselló, debe provenir de mala fe; porque, si no es mala fe, es prejuicio y falta de comprensión lectora. Lo que digo es lo que digo, y no lo que a usted le gustaría que dijese para darle a usted razones. Lo triste es que no se las doy, pero a usted le da igual y se las inventa.
Usted insiste en que los territorios y las lenguas sí tienen derechos. Y yo le insisto: eso mismo lo dijeron antes Mussolini, Hitler y Francisco Franco, aunque no seré yo quien le acuse a usted de franquista. Cosa que usted sí hace, a guisa de argumento, cuando en el post en el que pretende denigrar el Manifiesto recurre a aquello tan original de “una, grande y libre”, o cuando me contesta a mí e ilustra su contestación con una foto repleta de banderas de España, incluida alguna preconstitucional. Me gustaría saber cuándo ha leído usted en el Manifiesto nada que tenga que ver con banderas, o cuándo me ha leído o escuchado a mí hablar de banderas, y mucho menos de banderas preconstitucionales. Esta dèria se la dejo a usted y sus correligionarios. De nuevo, perdone que se lo diga, aprecio mala fe y un discurso muy ramplón.
Es radicalmente falso que ni yo ni nadie relacionado con mi partido o con el Manifiesto sólo queramos reconocerle el estatus de oficialidad al castellano, y sólo tengo que remitirme al mismo documento. ¿En qué mundo vive usted? Ustedes los nacionalistas han sido siempre unos profesionales del victimismo, pero antes por lo menos se detenían en los límites del embuste. Ya hace tiempo, no obstante, que no les da reparo atribuir a los demás cosas que nunca dijeron, porque saben que la veracidad es lo de menos si uno cuenta con medios que repitan una y otra vez la mentira hasta que parezca verdad. Y ustedes cuentan con esos medios. Pero mire: por mucho que yo aprecie el catalán, y lo aprecio, nadie podrá convencerme, ni aun con mentiras mil veces repetidas, de que no es mi santa voluntad la que debe dictarme qué lengua uso en la escuela, en la administración y en mi vida privada. Mi santa voluntad y no la de una banda de sectarios apoltronados en una mitología decimonónica.
No existen las lenguas propias; existen las lenguas oficiales, las lenguas maternas y pare de contar. El concepto de lengua propia aplicado a los territorios es tan totalitario como el resto de sus teorías identitarias porque, claro, remite inmediatamente al complementario de lengua impropia o ajena, que es adonde ustedes querían ir a parar. Y le digo más: siento verdadero gusto en escribir en catalán, lo siento como propio en la modesta medida en que lo domino y, mal que bien, suelo contestar en este idioma a quien se dirige a mí en él. Creo que a usted le consta de alguna vez anterior. Pero si me va a echar en cara que escribo en español, como si esto debilitase mi posición, o como si de ello se derivase cualquier consecuencia política, le tengo que contestar que eso de justificarse por usar el castellano se ha acabado. Lo irá constatando, aunque sospecho que ya lo barrunta y de ahí su inquina y la de todos ustedes hacia un Manifiesto que sólo pide respeto a la libertad de todos.
Gracias por intentar explicarme la raíz de todo, pero ya la conocía: a usted le parece mal que alguien en Mallorca pueda vivir y escribir en español. A mí, en cambio, me parece perfectamente enriquecedor que usted escriba y viva en catalán. Me basta con que no quiera imponerme cómo debo hacerlo yo. Pero el nacionalismo es esencialmente coactivo y ustedes jamás se conformarán con menos que la exclusión de todo lo que les parece ajeno. Xenofobia, en definitiva. Usted, contra toda evidencia histórica, contra el derecho nacional e internacional, contra el sentido común y contra el sentimiento de la inmensa mayoría de los mallorquines, cree que Mallorca forma parte de Cataluña, que ésta es una nación colonizada y que quien no comulgue con estas invenciones se equivoca; y esto determina radicalmente su consideración de la realidad. Me sabe muy mal, pero todo esto, por muchos folletos que editen los departamentos de “política lingüística”, no me vale como argumento: recuerde que pertenezco a un partido laico. Baleares Liberal. Periodista Digital.
1 comentario:
De acuerdo en casi todo Sr. Calbarro, tan solo un matiz...donde dice "no es mi santa voluntad la que debe dictarme qué lengua uso en la escuela, en la administración y en mi vida privada." quizá debería decir:"NO ES SINO MI SANTA VOLUNTAD", mantenerlo implica la negación de lo que pretende. Creo.Santiago
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