No salgo de mi estupor: investigadores de la Universidad Nacional de Taiwan han obtenido varios ejemplares de cerdo verde fluorescente. Como lo oyen. Este hallazgo, que no desmerecería en el laboratorio del profesor Bacterio, dista no obstante de ser una broma: permitirá, al parecer, allanar el camino de los trasplantes de órganos de animales al ser humano. El marrano fosforito tiene la virtud de que sus vísceras también son fluorescentes, lo que permite practicar ciertas constataciones sin necesidad de técnicas de algún modo cruentas, y esto significará una mejor calidad de vida de los cerdos de laboratorio y, ojalá, una aceleración en el desarrollo de tratamientos para el cáncer humano: sorprendente. Pero más sorprendente es la forma en que se logró este animal transgénico: se inyectó el gen que codifica la GFP (proteína verde fluorescente) de cierta medusa en fetos de cerdo. Afortunadamente, los cerdos sólo brillan en verde bajo la luz ultravioleta; si no, imaginen el susto de las pobres gestantes tras el parto. Por no hablar del mosqueo de los verracos.
¿Imaginan las posiblidades del descubrimiento aplicado a la vida pública? El gen de la brillantez de Ruiz-Gallardón inyectado a tiempo en el feto (con perdón) de José Blanco o el de la templanza de Eduard Punset en el de Ángel Acebes habrían mejorado sin lugar a dudas el panorama nacional. Algún gen de Maria Antònia Munar en el embrión de Carod-Rovira habría dado lugar a un separatismo infinitamente más sexy. En cambio, de la implantación de cualquier gen democrático en el feto de Arnaldo Otegi, me temo, poco hubiéramos podido esperar salvo el rechazo. Para eso, el gen de medusa: fluorescente, al menos, habríamos podido aprovechar el resultado para la ciencia. Última Hora.
2 comentarios:
Espantoso, sinceramente me parece espantoso.
Un saludo.
¿No es el cerdo el animal que más se parece al hombre?
¡Qué cerdos somos!, ¿no?
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