La combinación de injusticia social y radicalismo ideológico es causa de desastre ineludible. Porque extremistas los hay siempre; pero a lo largo de las últimas décadas sólo habían conseguido, como mucho, asomarse a los parlamentos. El ascenso del ultraderechismo en Francia había señalado la gravedad de la situación; y, sin embargo, la Unión que pretendíamos era la Europa opaca de los banqueros, muy alejada del crisol cultural y social que históricamente la ha hecho tan rica. Ahora subirá Le Pen: para qué queremos más.
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