13 diciembre 2007

¿Pechos o valores democráticos?

Leo en un periódico la habitual crónica de sociedad. Junto a la fotografía de una pareja –él de hechura recia y frente huidiza, ella un pastel de silicona– el pie de foto llama mi atención: “Si no lo sabían, se lo cuento. Fulanito y la showoman Menganita, sin duda el mejor descanso para un buen guerrero, son novios”. Como hago desde hace décadas en cualquier momento en que conecte el televisor o lea ciertas secciones de la prensa escrita, me pregunto primeramente por qué razón ha concluido el redactor que a mí o a nadie le pueda interesar el grado de proximidad que haya entre estos dos señores. Después reparo –deformación profesional– en el feo e innecesario anglicismo. Mal vamos. Pero, sobre todo, me indigna ese concepto de las relaciones de pareja en virtud del cual si una señora de buen ver es novia de un señor –de buen ver o no, que esto es lo de menos–, él es el único que debe aliviarse de sus tensiones, y ella, trofeo o recompensa del guerrero, la que debe proporcionar cumplido alivio. No hace falta ser una feminista con gafas de pasta y jersey de rayas para percibir una discriminación muy notable, que consiste en asumir naturalmente que la mujer que, como es el caso de la mayor parte de ellas pero de muy pocos hombres aún hoy en día, compagina el trabajo en casa con sus ocupaciones profesionales, puede aspirar en la sección de este gacetillero y en muchos ámbitos de la vida, si tiene suerte y está buena o es amiga del plumilla de turno, a ser admirada exclusivamente por su condición de dispensadora de recreo para el varón. El firmante podría haber escrito: “Menganita es la puta de Fulanito”, y no no nos habría dicho nada esencialmente diferente de lo que nos dice. Y, sin embargo, el diario en el que trabaja este señor se dice progresista.

A la mañana siguiente conecto la radio mientras conduzco. Escucho una tertulia que ha ganado adeptos en los últimos tiempos por haberse desmarcado del modelo tradicional de tertulia de actualidad política. Este programa, no cabe duda, es divertido, dinámico, ligero, juvenil. Que lo protagonicen cuarentones no encierra contradicción alguna: se trata precisamente de ejemplares de esa primera generación que desdeñó los valores éticos y de cohesión social, como el esfuerzo, el rigor y el servicio a los demás, para sustituirlos por un enorme conformismo de apariencia rebelde, por el rechazo a madurar, por las formas, por un hedonismo de cáscara progre y corazón tremendamente reaccionario e insolidario que casa poco con ciertas preocupaciones indignas de un ingenioso profesional… El caso es que llega el momento de presentar a una invitada que va a hablar sobre no sé qué tema más o menos serio o importante. Como el tono es informal –juvenil– hasta la caricatura, antes de iniciar su exposición, la invitada se cree en la obligación de justificar no recuerdo qué extremo de su vestimenta, seguramente en relación con el tema comentado inmediatamente antes. “No llevo puesto no sé qué cosa”, se disculpa. Y aquí viene el jocoso director del programa y le dice: “No te preocupes, tú tienes tus pechos”.

Tú tienes tus pechos. A las nueve y media de la mañana. La invitada suelta una risita y sigue a lo suyo como si nada. Uno, que no es feminista pero tiene madre, mujer e hija, y que encima tiene una nociva tendencia a hacerse preguntas, no puede evitar formularse las siguientes: ¿el locutor es un majadero? ¿Sus jefes le pagan por insultar a sus invitadas? ¿A la víctima no se le pasó por la cabeza levantarse, llamarlo imbécil y marcharse con las mismas; ya no oso decir cursar una reclamación ante sus superiores y elevar una denuncia ante el juez? Porque, vamos a ver, esta buena señora probablemente venía a hablar de un asunto que a ella le parece interesante y a la radio que la invita se supone que también se lo parece; pero toda su intervención se ve marcada de antemano por un estúpido comentario previo que hace pocos años nos hubiera avergonzado oír y que, a falta de contacto visual, convierte a la invitada básicamente en una mujer tetuda para miles de oyentes. Sí, iba a hablar de algo, pero en la imaginación de todos los que escuchan ya es y seguirá siendo no ya una mujer con tetas, sino unas tetas con mujer. Rubia o morena, alta o menuda, dotada del talento de un Einstein o tan desprovista de él como Pepiño Blanco, del Barça o del Madrid, buena o mala oradora, buena o mala profesional… Todo esto pasa a segundo plano: tiene unos buenos pechos, lo cual debe justificar su presencia en aquel estudio de radio a falta de una indumentaria adecuada… Y que conste que no es feminismo; si el locutor hubiera ponderado el volumen de las nalgas de un señor que viene a hablar de su último libro, o el del paquete de alguien que lo va a hacer sobre la hipertensión en los ancianos, me hubiera parecido exactamente lo mismo: un insulto y una ordinariez. Pero la cadena de radio que tolera semejante desmán también es, en la consideración general, de signo progresista.

Luego dicen algunos que no hace falta Educación para la Ciudadanía. Yo no sé qué asignatura nos hace falta en nuestros planes de estudios, aunque me creo que no es cuestión de asignaturas, sino de una reforma integral de la Educación que sirva para volver a formar ciudadanos críticos que consideren los valores democráticos en su auténtica dimensión, y no consumidores-votantes más atentos a lemas y consignas que a las implicaciones reales de lo que hay detrás de esos lemas y consignas en sus vidas en particular, es decir, al compromiso cotidiano con los propios principios, a la lealtad con el lenguaje; a no llamar progresista a lo que es reaccionario sin paliativos. Una reforma educativa complementada con una reivindicación muy seria del código deontológico de la profesión periodística y con la denuncia de sus prácticas menos rigurosas y de sus contenidos más banales y reaccionarios. En el fondo, no es tanto un asunto de Educación como de mera educación. En un país serio, la bromita de marras hubiera ocasionado una avalancha de llamadas telefónicas, la consiguiente petición de disculpas, posiblemente la sanción o el defenestramiento del lenguaraz... Alguien debería pararse a pensar un poco, coger de las solapas con suavidad al pseudoperiodista y preguntarle: pero, por muy moderno, desinhibido o provocador que usted se crea, ¿es que no tiene recurso más inteligente que aludir a los pechos de la mujer más cercana, so bobo? Porque, si es así, apártese usted, deje paso y permita que alguien que conozca el valor del trabajo ajeno y respete la dignidad personal, sea la de un hombre o la de una mujer, haga eso que es evidente que usted no sabe hacer. Vuelva a la escuela y hágase un curso de algo: ciudadanía, urbanidad, discreción, lo que le toque. O mejor un trasplante.

No obstante ser en gran medida educativo, el problema va más allá. Son generaciones enteras, sí, las que deberían pasar de nuevo por el instituto (después de erradicar la LOGSE, claro), pero nos hallamos ante manifestaciones anecdóticas de un mal social generalizado: el enorme prestigio de la banalidad, el individualismo y la irresponsabilidad en eso que antes llamábamos nuestra escala de valores y hoy sólo es un ranquin de posturas. No hay nada más reaccionario que esto. Así las cosas, no les extrañe que nos gobiernen quienes nos gobiernan; ni que los periodistas más arrojadamente progres releguen a las mujeres en los medios en que segregan sus pequeñeces a la condición de meros objetos sexuales. Periodista Digital. Baleares Liberal. España Liberal. Foro Civis.

05 diciembre 2007

El voto útil

Se van despejando las posibilidades ante la próxima campaña electoral, que básicamente se resumen en dos: o votar a los partidos instalados en el sistema, de los que no cabe esperar reforma alguna del mismo, o bien optar por la llamada tercera vía, la que en estos momentos representa Unión, Progreso y Democracia: UPyD, más conocido aún como el partido de Rosa Díez. La nueva formación cuenta con el liderazgo eficaz de la exsocialista vasca y con el aval de una nutrida cohorte de pensadores que, hartos del discurso político surreal del último decenio, han dado el paso de abanderar este movimiento cívico: Fernando Savater, Carlos Martínez Gorriarán, Mario Vargas Llosa, Albert Boadella, Arcadi Espada…

Estas personas y este nuevo colectivo progresista, en el que a día de hoy militan ya algunos miles de españoles, propugnan lo que muchos siempre hemos creído necesario pero el prejuicio políticamente correcto impedía poner por escrito: una profunda reforma constitucional que defina de una vez por todas el modelo territorial del estado en un sentido descentralizado pero igualitario –es decir: se acabó el centralismo, pero también las diferencias entre comunidades autónomas, incluidos los conciertos vasco y navarro– y con cierre de competencias –es decir: se acabó el trapicheo de competencias para lograr mayorías coyunturales–; la regeneración de la democracia a través de una reforma de la nefasta ley electoral que ponga en vigor el límite de los mandatos a dos legislaturas, las listas abiertas y un sistema equilibrado que impida que el voto concentrado de los nacionalistas (esto es, el 10%) se imponga legislatura tras legislatura sobre la voluntad de la inmensa mayoría tanto a escala autonómica como nacional, así como la posibilidad de que los electores controlen efectivamente la acción de sus representantes mediante algún mecanismo cuya falta permite hoy frivolizar las promesas electorales hasta extremos tan bochornosos como, por ejemplo, los alcanzados por el presidente Antich en relación con el emplazamiento del nuevo hospital palmesano de Son Espases; la recuperación de ciertas competencias por parte del estado, como todas las que garanticen la unidad fiscal del estado y la unidad del sistema educativo (la calidad de la educación es esencial en los planteamientos de UPyD, que pretende expulsar los mitos identitarios de la escuela y regresar a la valoración del aprendizaje de contenidos, el esfuerzo personal y la disciplina); la implantación de un verdadero estado laico libre de ataduras con ideologías y estamentos religiosos o míticos (a saber, principalmente, el catolicismo, el islam y los nacionalismos); el combate firme y decidido contra el terrorismo y la corrupción, que jamás han de albergar más esperanza ni menos que la que les den los jueces; la consecución de una separación real de los poderes que haga genuinas la representatividad del Parlamento y la independencia del poder judicial y del Tribunal Constitucional, hoy más que nunca pasto de las hienas; y, en suma general, algo tan sencillo como la priorización y la protección indeclinable de los derechos y libertades del individuo. Y mientras todos sabemos que PP y PSOE venderán a CiU, PNV o ERC lo invendible con tal de tocar poder y con independencia de lo que hayan prometido hasta ese momento durante la campaña, porque así se lo permite el sistema y así lo han venido haciendo durante los últimos veinte años, UPyD ha prometido defender su programa sin casarse tras las elecciones ni con los nacionalistas ni con quienes pacten con ellos, aunque ello suponga renunciar al poder a corto plazo, sino con quienes asuman sus propuestas programáticas o las admitan a debate en las Cortes.

Así las cosas, me consta que algunos electores que comparten los planteamientos de UPyD tienen, no obstante, la intención de seguir votando al menos malo de los partidos que conocen: así se lo inspiran cierta comprensible inercia y el temor a que el voto a una formación pequeña pueda impulsar mayorías no deseadas. “Estoy de acuerdo en todo con UPyD, pero si le voto le quitaré el voto al PP y favoreceré que siga Zapatero”, dice un amigo mío; otro afirma: “si votamos a UPyD restaremos votos al PSOE y entonces tal vez gane Rajoy”. Este tipo de razonamiento es rotundamente erróneo: está estudiado que en unas circunscripciones el voto al nuevo partido será en menoscabo del PP, pero en otras sus votantes provendrán mayoritariamente del PSOE. La prueba de la utilidad de este voto es que a todos les parece imprescindible minimizar el posible impacto de UPyD sobre sus respectivos caladeros electorales: Pepe Blanco afirma en cuanta ocasión tiene que la tercera vía daña al PP, mientras que Ángel Acebes sostiene que perjudicará al PSOE porque se trata de un partido de izquierdas. ¿De qué tienen tanto miedo, entonces? Pero lo más importante es que, aunque UPyD no lograse diputados más que en algunas provincias, un descenso notable de los sufragios destinados a PP y PSOE en todas ellas haría que estos partidos se replanteasen muy seriamente sus políticas. No estamos contando aquí, por otro lado, con los ciudadanos que tradicionalmente han venido faltando a las urnas por no conformarse con el menos malo: la abstención alcanzó en los últimos comicios el 40% del censo en muchas circunscripciones, y en Barcelona el 50%.

Obtener en marzo un puñado de diputados en Cortes otorgaría a UPyD una cuota de actividad parlamentaria, una presencia en los medios y unos recursos económicos que serían vitales para una política de regeneración democrática a medio plazo. Conviene tener en cuenta lo que UPyD ya ha conseguido en estas últimas semanas, sin tener representación en las instituciones: el PSOE lanza –con la boca pequeña– mensajes que retoman el laicismo, el PP sugiere tímidas reformas del modelo electoral –y pocos se lo creen– y cinco organizaciones civiles encabezadas por el Foro Ermua acaban de proponer una reforma muy detallada de la Constitución que recoge tesis cercanas a las manifestadas cada día por UPyD… Por primera vez parece que, siglas aparte, hay en España un movimiento cívico serio, con el respaldo de un pensamiento sólidamente fundado y encarnado por un grupo prestigioso de personas que se han acercado a la política por primera vez, preocupadas por el avanzado grado de descomposición de nuestro sistema político. Hay que pensar que la capacidad de influencia de este movimiento cívico aumentará enormemente en cuanto los partidos tradicionales constaten que el electorado deja de atender sus propios y gastados requerimientos. El voto más útil no es el que aspira a procurarle el poder inmediato al menos malo aun en perjuicio de la ética, sino el que busca habilitar representantes que, sin traicionar sus principios, promuevan las políticas necesarias para alcanzar metas positivas para la nación, aunque hayan de remitirse al medio plazo y las ejecute finalmente quien las ejecute. Visión de estado, se llama esto. Lo otro: cambalache. Periodista Digital. Baleares Liberal. España Liberal.

01 diciembre 2007

Lo que nos ofrecen

Con el anuncio del ínclito Pepe Blanco de que, si ganan las elecciones, José Bono será presidente del Congreso, se suceden en las tertulias los comentarios en torno a si con esta jugada José Luis Rodríguez Zapatero desea sugerir al electorado visos de una mayor o mejor españolidad en un segundo mandato. De que ésta es su intención no me cabe la menor duda, aunque yo le agradecería mucho más que ilegalizase al brazo político de los asesinos, ANV-PCTV, como le vienen pidiendo diversos colectivos ya hace demasiado tiempo.

Sin embargo, no puedo evitar quitarle importancia a la clave estratégica: no es más que otra anécdota del zapaterismo, otro movimiento burdo y a corto plazo con el fin de perpetuarse en el poder, grano para cebar el pavo de aquí a marzo. Sabemos que a estas alturas no nos van a sorprender con una jugada brillante, aunque machacones sí son. Después del nueve de marzo, ancha es Castilla: cuatro de años de banquete. Por otro lado, floja promesa parece: nada arriesgaría el presidente si la incumpliese (ya ha incumplido muchas) salvo, tal vez, la confianza del exministro de Defensa; aunque ésta parece ciertamente a prueba de puñaladas, como quedó probado cuando hubo de dimitir para allanarle el terreno al nuevo Estatuto de Catalunya.

Lo que de verdad me preocupa de esta noticia es el descaro con el que los dirigentes del PSOE asumen en su discurso público la absoluta sumisión del Congreso con respecto a la cúpula del partido vencedor. Se suponía que son los diputados electos los que escogen entre ellos al mejor para desempeñar las funciones de presidente de la cámara baja. No estamos hablando de fruslerías: el Congreso es la representación de la soberanía popular y sus miembros teóricamente representan a sus electores. El sistema electoral que padecemos hace que, en efecto, el poder legislativo y el poder ejecutivo dependan de un grupo selecto (por lo escaso, ya que no por su calidad) de políticos profesionales cuya garantía de promoción no estriba ni en la labor realizada ni en su fidelidad a los votantes, sino en sus manejos entre bastidores y en la estricta obediencia al líder. Seguramente es usted consciente, estimado lector, de que Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero tienen la posibilidad efectiva de designar sin obstáculo mayor desde el candidato a presidente del Congreso hasta el candidato para regidor de cultura de mi pueblo, pasando por diputados, senadores, miembros del Consejo General del Poder Judicial, magistrados del Tribunal Constitucional, fiscales, Defensor del Pueblo… Todos somos conscientes; pero Pepe Blanco pretende que no sólo lo sepamos, sino que lo asumamos como natural e inevitable.

Pero no. No es esto lo que preconizó Montesquieu, cuyo regreso algunos llevamos esperando años –desde que Alfonso Guerra decretara su ostracismo, ya que su entierro no está al alcance del primero que pase. Sin una separación de poderes efectiva no existe verdadera democracia. ¿Quién va a controlar al gobierno si la composición de su parlamento depende –grosso modo– de dos personas? El nuevo partido de Rosa Díez (Unión, Progreso y Democracia, UPYD) propone una seria reforma de la Constitución y de la ley electoral: la revisión de las circunscripciones electorales y de la aplicación de la ley d’Hondt –al mismo tiempo tan célebre y tan desconocida–, las listas abiertas, la doble vuelta para cargos unipersonales, la limitación de mandatos, el cambio de los mecanismos de nombramiento de las magistraturas… Con los partidos tradicionales ya sabemos lo que tenemos. Lo que con tamaña desfachatez nos ofrece Pepe Blanco, so capa de una política de carácter más presuntamente nacional encarnada en José Bono, no es distinto de lo que nos ofrecen el Partido Popular y los demás partidos, instalados desde hace treinta años en el sistema: la certificación última de que nuestra democracia está vacía de contenidos. En las generales de marzo nos pedirán nuestro visto bueno. Periodista Digital. Baleares Liberal. España Liberal. Mallorca Actual.

17 noviembre 2007

Fabada Litoral y otras manías de soltero

Durante la comida discuto con mi mujer sobre las virtudes de la fabada Litoral, esa marca de potajes en lata que lleva décadas haciendo la felicidad de miles de españoles. No acertaron con el cocido madrileño, le digo, ni con el pote gallego. En cambio, su fabada es un producto digno de preservación, algo que a muchos de mi generación nos sigue devolviendo hoy el perfume (si cabe decirlo así) de un pasado feliz, libre. No tiene nada que ver con una fabada asturiana casera como Dios manda, no. Es otra cosa, estimable por sus virtudes intrínsecas: simple, sin sorpresas, de fácil consumo. Algo que no debería desaparecer nunca de nuestras vidas. Ante la mirada incrédula de mi mujer, me sorprendo afirmando: “la fabada Litoral es algo más que un plato precocinado; forma parte de nuestra identidad”. Mi mujer me mira de hito y suelta: “Tú lo que tienes es muchas manías de soltero”.

En la sobremesa le echo un vistazo a un par de catálogos; primero, al que el Espai d’Art Miquela Nicolau y el Ayuntamiento de Son Servera editaron este año con motivo de la última exposición de escultura de Pedro Flores, Autoretrat en pedra i ferro: una colección de piezas que combinan dichos dos materiales en la búsqueda de esencias reconocibles. En sus páginas encuentro la reproducción de una hermosa obra en la que la presencia de la piedra domina abrumadoramente sobre la del metal. Se trata de tres grandes bloques de roca de evidentes reminiscencias prehistóricas, sin apenas tallar, cosidos en fila por tensores de hierro oxidado: una especie de tren pétreo, inmóvil por su propio peso y por su antigüedad. La mineral instantánea de un viaje a ninguna parte. Una estructura que pretende articular lo que por su propia naturaleza no tiene movimiento. La geología fuera de contexto. El contrasentido hecho forma. El título de la obra no podría ser más explícito: Nacionalismo. El comentario del autor al pie de la imagen, tampoco: “la ignorancia es el alimento de los necios”. Tan rotundo como revelador.

Otro artista mallorquín que precisamente estos días vuelve a exponer en Palma, Fernando Megías, daba a conocer su obra el año pasado en el volumen Modos de ver, que hojeo ahora. Megías aplica la imaginación y la ironía a la realidad más cotidiana y, así, nos sugiere otros puntos de vista, interpretaciones nuevas y desprejuiciadas. Poeta visual lucidísimo, asume la diversidad como ingrediente especialmente importante y significativo de la realidad; con su obra pretende despabilar los sentidos, desautomatizar la percepción y llevarnos a nuevas consideraciones sobre lo que vemos. Modos de ver, editado a principios de 2006, incluye reproducciones de esculturas, fotografías y textos asociados que emplean las palabras más sencillas y, si recordamos a Brecht (“con sólo decir lo que está pasando, a cualquiera se le tendría que partir el corazón”), las suficientes. Mostrando algo más de sutileza que Flores, pero mayor tino si cabe, Megías escribe en el centro de una de las páginas de este libro: “La identidad no es más que una idea fija”.

Mi mujer no me lo habría dicho mejor. Luke. Periodista Digital.

22 abril 2007

Inmoral

Si miramos bien todo lo que ha rodeado la designación de Maria de la Pau Janer como candidata del PP por decisión personal de Jaume Matas y las controvertidas declaraciones de la escritora y colaboradora de Última Hora contra el partido en cuyas listas se encuadra, no acertamos a ver dónde está el meollo. Para unos, el PP de Matas es moderado y tolerante, afortunadamente distinto a su cúpula nacional. Para otros, la inclusión en las listas de una catalanista que confiesa afinidad por Convergencia Democrática y menosprecia a Rajoy y al PP en general no es de recibo. Para unos, ella entra en la lista como independiente y, por tanto, es perfectamente libre de manifestar simpatías personales o colectivas. Para otros, no resulta muy conveniente postular como candidata y, probablemente, consejera de Cultura a alguien que no parece dispuesta a defender la política del partido y que, es más, la critica contundentemente a poco que le den pie.

Lo curioso de esto es que todo el mundo tiene razón en alguna medida, y que el debate en sí es –ya me dirán– absolutamente intrascendente. El hecho es, me temo, que esta señora, que cuenta en su haber con un par de premios literarios extremadamente importantes desde los puntos de vista económico y mediático, basa su popularidad y buena parte de su éxito como escritora y, ahora, como opinadora y política principalmente en su destacada presencia en los medios; y ello parece interesar sobremanera a Jaume Matas.

Mientras, ayer casi doscientas víctimas regaban con su sangre las calles de Bagdad y nadie pestañea. No, no pretendo hacer demagogia; es que me irrita tanta y tan soberana, mediática, identitaria, frívola, inmoral soplapollez. Última Hora.

08 abril 2007

Años oscuros

Me dice un amigo que no prodigue mis comentarios políticos. “Tú tienes tus reseñas de arte; el arte está por encima de todo eso”. Él, nada sospechoso de recelar de las libertades ni, en particular, de la de expresión, me habla desde el conocimiento y la experiencia. “No te conviene”, me asegura.

Parecen lejanos los tiempos en que dos españoles podían hablar de cualquier asunto desde posiciones políticas antagónicas, ceder a la vehemencia del debate y, a continuación, irse a tomar unas cervezas juntos, trabajar en la misma oficina, comprar el pan en la misma cola. Hoy, dirigir las simpatías hacia un partido supone un posicionamiento fatal: significa más contra quién me sitúo que a favor de qué ideas. Tal vez sea porque no nos quedan ideas y todo, al final, es una despreciable lucha por el poder. Ni siquiera se reconoce la buena fe: si uno piensa de una manera determinada es, a ojos de sus oponentes, porque es un descerebrado, en el mejor caso. En el peor, un cabrón con pintas. Y a alguien así no solamente no se le da la razón en el debate político, sino que se le cierran los círculos sociales, el acceso al trabajo, a la beca o a la subvención pública y, a la menor, se lo machaca en los medios de comunicación.

Sin embargo, le contesto a mi amigo, uno no sabe hacer otra cosa que opinar de aquello que le viene en gana y como le viene en gana. Sin renunciar al derecho de hacerlo ni a la determinación de no enfadarse con nadie. Pero me temo que mi amigo tiene razón y no me conviene. ¡País!, que diría Forges. Última Hora.

12 marzo 2007

Menos "pásalo" y más respeto a la verdad

Sigue circulando por Internet y hoy recibo la "lista de presos de ETA condenados a 30 años por acumulación de penas que salieron en libertad en el período 1996-2004". En ella se apuntan los nombres de los reclusos, las condenas acumuladas, las fechas de inicio del cumplimiento de la pena y de excarcelación y los nombres de los ministros del PP que firmaron sus respectivas salidas de la cárcel. En negrita se señalan aquellos presos de ETA que, una vez liberados, volvieron a delinquir. "¿A qué juegan?", clama el presunto autor del correo electrónico, tildando a los exministros de Interior Rajoy y Acebes de hipócritas cuando critican la excarcelación de Iñaki de Juana Chaos y preguntándose por qué la AVT calló en aquellos casos y no calla ahora. Esta lista es la que divulgó hace unos días el boletín PSOE, y ahora circula con un "pásalo" al pie.

Ya se ha explicado mucho, pero parece que todavía no lo suficiente, pues aún hay personas que, equivocadas o de mala fe, siguen haciendo circular esta burda manipulación. Todos los presos relacionados redujeron condena de acuerdo con la ley vigente cuando se los condenó (el código penal de 1973), y fueron los jueces quienes los excarcelaron, con la firma, claro, de la autoridad penitenciaria de entonces, es decir, de los ministros de Interior del PP. A De Juana Chaos lo había condenado un juez a tres años, y en manos del gobierno estaba que cumpliera la condena íntegra, porque desde la reforma Aznar esto es posible y De Juana había sido condenado después de esa reforma.

Lo que ha hecho ahora Rodríguez Zapatero es aplicar una medida que depende del gobierno y que la ley prevé para enfermos graves, no para chantajistas. Pero el gobierno ha hecho su propia interpretación y ha optado por mandarlo a casa: posiblemente es legal, pero es muy dudoso que sea justo y a los cientos de miles de ciudadanos que se manifestaron el otro día en Madrid, que no eran precisamente una banda de fascistas peligrosos (más que nada porque no hay tantos cientos de miles de fascistas en España), les parece que no lo es; y, desde luego, no era una medida obligatoria: el gobierno ha optado, pero podía haber optado en sentido contrario; eligió atenuar la pena a De Chana, y ahora es responsable de su elección. Mientras que los ministros del PP mencionados, por muy mal que nos puedan caer, no optaron, no eligieron: firmaron lo que la ley les obligaba a firmar, y por tanto no son responsables de esas excarcelaciones. También es falso que la AVT "callase" mientras tanto: siempre clamaron por una reforma que sólo pudo llevarse a cabo cuando el presidente Aznar ganó unas elecciones por mayoría absoluta y pudo legislar sin depender del PSOE ni del PNV, que siempre se habían opuesto en las Cortes al cumplimiento íntegro de las penas de los condenados por crímenes terroristas.

Usar esa lista contra el PP es una manipulación muy burda, tan engañosa como ese discurso cutre, simplista y falaz de "había matado a veinticinco y lo han liberado", puesto que De Juana es, sí, un terrorista no arrepentido, pero ya no cumple pena por los veinticinco asesinatos, sino por un delito de amenazas, y no lo han liberado, sino que han atenuado su prisión. Las excarcelaciones de 1996-2004 eran obligadas por la ley vigente y la atenuación de la pena de De Juana no era obligada por la actual; y, en todo caso, al gobierno Aznar se le podrán atribuir muchas cosas, pero no precisamente tibieza contra el terrorismo, que combatió más eficazmente que nadie, incluida, entre otras cosas, la reforma del código para que los terroristas cumplan sus penas íntegramente. A nadie se le escapa que, cuando Aznar salió del poder, ETA estaba arrinconada, y hoy día no hace falta más que mirar las primeras páginas de los periódicos para ver quién protagoniza el debate público.

Puedes estar de acuerdo o no con la política antiterrorista de Aznar, o con la de Zapatero, puedes desear la unidad de España o la independencia del País Vasco, y la de tu barrio si quieres; pero con la verdad por delante. Porque confundirlo y enfangarlo todo no ayuda a que nos entendamos y superemos la grave crisis política que estamos viviendo. Podemos ser votantes de uno u otro partido, podemos adorar a José María Aznar o creer que fue una plaga (lo más razonable, creo yo, es pensar que en unas cosas acertó plenamente y en otras, y muy graves, se equivocó mucho), podemos creer que Zapatero es tonto de baba o bien que su proceso de paz es el no va más e incluso que es el primo guapo de George Clooney. Pero, comulguemos con lo que comulguemos, el hecho es sólo uno: con la ley actual en la mano, De Juana podría perfectamente haber cumplido sus tres años íntegros en la cárcel, o bien morir por su propia voluntad (aunque dudo que hubiese llegado a las últimas consecuencias: los psicópatas se quieren demasiado a sí mismos), y Zapatero eligió no arriesgarse a que muriese, aunque eso supusiera agraviar a millones de ciudadanos.

Ésta es la realidad, y ahora el presidente Zapatero debe arrostrar la consiguiente impopularidad o la consiguiente popularidad que esa realidad le acarree. Y, a ser posible, recuperar la serenidad y el sentido común y ordenar a algún esbirro especialmente tozudo que en lo sucesivo se abstenga de difundir falsedades con el membrete del PSOE. Basta ya de mentiras, por favor; téngannos un respeto. Periodista Digital.

08 marzo 2007

Un salto cualitativo

Con la atenuación de la condena de Iñaki de Juana Chaos, el gobierno de la nación ha dado un salto cualitativo en su estrategia, y así parece que lo percibe la mayoría de la ciudadanía. Las sucesivas actuaciones de la fiscalía y la opción de Rodríguez Zapatero (aunque haya dado la cara Pérez Rubalcaba) de enviar a casa a De Juana (una opción legal, pero opción al fin y al cabo: cabía la opción contraria) indican que el gobierno está firmemente dispuesto a llevar hasta sus últimas consecuencias su absurda política de aproximación a los terroristas a cambio de nada.

Para enturbiar el ambiente y distraer a los ciudadanos indignados, Zapatero y su jefe de propaganda, Pepe Blanco, insisten en convencernos de que lo que ellos hacen en materia de presos y de negociaciones es exactamente lo mismo que hicieron los gobiernos de Aznar. Pero, una vez más, o mienten o se equivocan: el primer gabinete Aznar nunca tuvo el apoyo del PSOE para endurecer las leyes que combaten el terrorismo, y recurrió –con el acierto que queramos otorgarle– al apoyo del PNV para sacar adelante su política. El segundo gobierno Aznar contó con mayoría absoluta en las Cortes, y entonces las leyes antiterroristas se endurecieron. Si representantes de Aznar negociaron o no con ETA es algo que nunca tuvo la trascendencia pública que el mal llamado proceso de paz de Zapatero tiene. De una u otra forma, las acciones legislativas y policiales del gobierno Aznar y las herramientas que dio a los jueces fueron suficientes como para arrinconar a ETA y asfixiar económicamente su estructura visible, es decir, Batasuna. Jamás en la historia de España se había visto ETA en circunstancias tan apuradas, y sólo eso es lo que impulsó a la banda a echarse ahora en brazos de un gobierno receptivo.

Los resultados de la política de Zapatero, en cambio, hasta el momento son los siguientes: ETA sigue sin renunciar a las armas, sigue practicando la extorsión a empresarios, sus presos siguen sin arrepentirse, Batasuna sigue sin condenar la violencia, la kale borroka ha resucitado y después de muchos años hemos vuelto a conocer un grave atentado. Pese a todo ello, ETA ha recuperado un protagonismo en la vida pública vasca y española que ha llegado a eclipsar el del PNV de Ibarretxe, hace un par de años omnipresente en las portadas; la política penitenciaria, la legalización de Batasuna, el futuro de Navarra, la autodeterminación se hallan sobre la mesa del debate público por voluntad de los voceros de ETA, que hablan alto y claro sin que desde el gobierno se alcen voces que les contradigan con la contundencia necesaria; la ciudadanía tiene, como nunca tuvo en toda la existencia de la banda criminal, la intensa sensación de que es ella la que lleva las riendas y de que el gobierno es el que tiende una y otra vez la mano sin que hasta ahora se haya obtenido fruto alguno y sí, en cambio, un retorno a la violencia; y la distorsión del lenguaje nos remite permanentemente a un erial ético que permite disfrazar de “accidentes” los atentados, o que sigamos escuchando eso de “un año de tregua”, obviando los asesinatos de Barajas, y que, mientras, desde el gobierno se elogien unos etéreos signos de cambio o evolución que aparentemente sólo el lince de Zapatero sabe percibir.

Pero la excarcelación de De Juana Chaos ha sido la gota que colma el vaso de la indignación de muchos. Nunca un gobierno democrático, ni en las situaciones más apuradas (el secuestro del más de 500 días de Ortega Lara, el asesinato de Miguel Ángel Blanco), cedió ante el chantaje de los terroristas. Felipe González, bajo cuya presidencia se organizó el GAL y que hoy dice apoyar la decisión de Zapatero, dejó morir a un preso del GRAPO en huelga de hambre (porque éste sí la hacía de verdad). Que Zapatero acuda hoy a razones humanitarias para justificar lo injustificable sólo puede indignar más a las víctimas de ETA.

La confrontación sistemática de un gobierno acorralado por sus propias torpezas (un equipo bisoño que ganó sucesivamente unas tristes primarias socialistas por descarte y unas elecciones generales de pura carambola) y una oposición ahogada en su propia radicalización (cegada por la rabia de haber perdido hace ya tres años unas elecciones que se creía con derecho a ganar) redunda en un grave perjuicio para la credibilidad de las instituciones. El espectáculo de ayer en el Senado, más digno de un parlamento bananero que de una institución con muchos siglos de tradición y de responsabilidad como son las Cortes, subraya la certeza de que PSOE y PP toman todo este asunto como pura lucha de poder y han olvidado la conveniencia pública. Se trata de una crisis política en toda regla, en que gobierno y oposición se muestran incapaces de asumir la razón de estado y se enfangan en afrentas mezquinas. Y los criminales y sus cómplices, mientras, ríen a mandíbula batiente y se permiten dar instrucciones a las instituciones democráticas españolas, como ayer hizo Joseba Permach. Nunca estuvieron tan cómodos en los últimos años.

La responsabilidad de esta situación absurda, que deja a nuestros socios europeos boquiabiertos, es de todos, pero la lógica nos dice que sobre todo de quien asumió esa responsabilidad hace tres años por decisión de los electores. Zapatero y varios miembros de su equipo causan una penosa impresión de impericia, de indiscreción, de falta de criterios prácticos y morales, de improvisación. Parecen haber olvidado por completo que los asesinos están al otro lado; que el PP, con todo y sus errores, es un partido tan democrático como el PSOE, con unas ideas que no dejan de ser legítimas por no coincidir con las del presidente del gobierno y su aprendiz de goebbels, con nada menos que diez millones de votantes y, sobre todo, que en la defensa de sus criterios no utiliza las bombas, sino los argumentos, sean éstos más o menos afortunados. Arnaldo Otegi, ese hombre para quien el gobierno tiene palabras mucho más amables que para Mariano Rajoy, habla en nombre de unos pistoleros que no han mostrado intención alguna de dejar las armas, ¿o es que ya se nos ha olvidado? Que el gobierno insista en colocar al PP en la balanza como contrapeso de Batasuna y en asociarlo con la extrema derecha es de auténtica risa: nuestros amigos europeos saben qué es la ultraderecha y cómo se las gasta. En este punto es necesario y urgente retomar un discurso a la vez civilizado y firme. Un discurso que llame asesinos a los asesinos y que como a tales aspire a aplicarles la ley. Un discurso inequívoco contra los chantajistas. Se negocia con los iguales; a las fieras se las acorrala, se las caza y se las encierra. Sólo cabe tener compasión con la fiera que demuestra haber abandonado su fiereza; el que la quiera desenjaular antes se arriesga a sufrir sus zarpazos.

En éstas y no en otras nos tiene hoy el presidente Zapatero. La manifestación convocada por el PP para el próximo sábado será una magnífica oportunidad para que los ciudadanos se lo digan claramente al gobierno, siempre que a continuación el PP sepa administrar ese capital de apoyo popular sin revanchismos: con la moderación y la sensatez que todos deseamos. Si no, será otra oportunidad perdida. Periodista Digital.

21 febrero 2007

Otra cumbre internacional para Zapatero

Ayer se han reunido en Ibiza José Luis Rodríguez Zapatero y Romano Prodi con nutrido séquito de ministros. La denominada XIV Cumbre Hispanoitaliana ha tratado temas tan importantes como el Mediterráneo, las energías renovables ante el cambio climático, las “autopistas del mar”, los programas de investigación y desarrollo, el intercambio de información sobre mercados laborales y la dieta mediterránea. A algunos ha sorprendido la escasa atención que los medios han prestado a esta reunión.

Los dos próceres se han comprometido a “impulsar el desarrollo económico en la orilla sur del Mediterráneo”: un compromiso con muchas décadas de tradición y frutos objetivos más que evidentes. Han ratificado su compromiso con la estabilización del Líbano, que no depende de ellos, y han anunciado la creación (no nos dicen cuándo ni cómo) de una “Agencia Mediterránea para el Desarrollo Empresarial”.

En el apartado europeo, Zapatero ha vuelto a hacer gala de su particular gusto por los paralelismos y otros juegos verbales cuando ha proclamado a España e Italia dos países “hermanos en el Mediterráneo y socios en Europa”; bien está. Codo a codo con Prodi, ha asegurado “apoyar” a la presidencia alemana para pasar “de una etapa de estancamiento a un tiempo de iniciativa” y han apostado por encontrar una solución para el Tratado Constitucional que permita incorporar a los países que no lo han ratificado y que, al tiempo, mantenga su "esencia" para lograr una Europa "más unida y más eficaz", con nuevas reglas de funcionamiento. Toma, y yo. Ahora bien: ¿hay algo más concreto que el “apoyo” o la “apuesta por encontrar una solución”? Aparentemente, no. Prodi aportó su grano de arena al discurso, mostrándose “preocupado” por el futuro de Kosovo. Clarividente, Prodi.

En materia de cooperación bilateral, los dos presidentes “hablaron” de la fallida fusión de Abertis y Autostrade, y Prodi declaró su confianza en que, tras la modificación de la legislación italiana, “todo puede salir adelante” (así se habla, con confianza), aunque, claro, la decisión dependa exclusivamente de las empresas. Pero por hablarlo que no quede. También hubo acuerdos en favor de la cooperación tecnológica e industrial, “la dieta mediterránea”, la protección agrícola y el intercambio de información en materia laboral y de inmigración (algo que dábamos por hecho, pero al parecer nos equivocábamos) y se “analizó” el proyecto de las “autopistas del mar”, una alternativa ciertamente interesante al transporte terrestre.

Ahora veamos por qué me parece a mí que estas reuniones no generan interés; aunque no descarto que se me escapen algunos misterios de la cooperación bilateral.

1. Los presidentes de los gobiernos de dos estados sin apenas influencia política internacional se reúnen para resolver nada menos que el Mediterráneo, el Líbano, la Constitución de Europa y, ya que estamos, la dieta mediterránea.

2. Entre los dos países que acuden a la cumbre no hay conflicto importante alguno. A algún malpensado podría parecerle más interesante que Zapatero se reuniese, no sé, con George Bush, por ejemplo, para desbloquear la absurda relación que hoy mantienen España y Estados Unidos; o con representantes de Mauritania y Senegal para coordinar con una política realista y a largo plazo (y no con parches y talonario) los esfuerzos contra el acuciante problema del tráfico de inmigrantes. Pero no: nos reunimos con Italia, no vaya a ser que haya que discutir de algo un poco complicado y luego, en la foto, salgan las sonrisas forzadas.

3. A la reunión acuden, entre otros, personajes como Miguel Ángel Moratinos y Jesús Caldera, con lo cual descartamos inmediatamente cualquier intención de entablar un debate serio. Sólo faltaba Elena Salgado.

4. Como conclusión, se lanza una serie de manifestaciones de buena intención que poco tienen que ver con la realidad de los objetos “analizados”, ya que éstos dependen de las empresas, o del mercado, o de la Unión Europea (que nunca se ha caracterizado por seguir a pies juntilla las indicaciones de las cumbres hispanoitalianas), o de Israel y Hezbolá (que creo que tampoco).

5. Algunas de esas buenas intenciones se expresan mediante anuncios indefinidos: se va a crear este o aquel organismo bilateral con un nombre muy rimbombante para ocuparse de un asunto que, en el caso de que el organismo llegase a materializarse, no dependería de los estados, sino del mercado, ni desde luego de España e Italia, sino de muchos otros agentes internacionales. Así sucede con eso tan chulo de la “Agencia Mediterránea para el Desarrollo Empresarial”, que tanto nos recuerda aquel otro invento del “Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones”: una de esas entelequias con que Zapatero tiende tanto a solazarse en su presunta imagen de líder internacional, un proyecto en que enterrar eficazmente los dineros públicos, colocar a algunos funcionarios, por si hubiera pocos, o tal vez a algunos simpatizantes, en el peor caso, y de sustancia poco más. Dadas las dificultades estructurales e ideológicas para un entendimiento norte-sur, hoy aún más difícil que antaño, todas estas iniciativas, aun si somos condescendientes, se nos antojan cándidas.

6. Cuando entran a debatir un proyecto no solamente deseable, sino realmente factible, como es el de las “autopistas del mar”, nos dejan apenas el aroma de haber “analizado un proyecto”. ¿A qué nivel, con qué profundidad, qué proyecto es ése?

7. Todo ello transcurre en el escaso tiempo que separa los desayunos de un almuerzo de despedida con Jaume Matas; es decir, que si descontamos los saludos protocolarios, los no protocolarios, la revista al Regimiento Inmemorial del Rey, la recepción del presidente del Consejo de Ibiza (a quien Zapatero saludó como “alcalde”), la del alcalde de la capital insular (no nos consta con qué tratamiento se dirigió a él el Presidente), el inevitable comentario del Madrid-Bayern de anoche, las sesiones de fotos, el café y el aperitivo, díganme ustedes cuántas horas dedicaron estas personas (dos presidentes de gobierno, seis ministros españoles y siete italianos, por no hablar de secretarios, traductores, intérpretes, taquígrafos, bedeles, guardaespaldas, pilotos de aeronaves oficiales, policía local y nacional, etc.) a solucionar el mundo. Yo se lo diré: “algo más de una hora” reunidos en el Ayuntamiento de Ibiza. La capacidad de concentración de estos prohombres es inaudita.

A la vista de las circunstancias objetivas y de las conclusiones publicadas, uno puede imaginar la calidad de las conversaciones y, así, explicarse el escaso interés que estas cumbres bilaterales generan. Los asuntos que son objeto de auténtico debate dependen de los técnicos, son terriblemente densos y no se solucionan porque se reúnan “algo más de una hora” unos políticos absolutamente profanos en los temas que se van a tratar. Nadie espera ninguna solución de estas reuniones, por lo cual la primera pregunta que a cualquier cristiano le acomete es la siguiente: ¿por qué se celebran? El notable dispendio que suponen se justificaría si se utilizasen las cumbres para ratificar proyectos avalados por un trabajo previo, profesional y contrastado por parte de los técnicos ministeriales: los líderes firman una labor ya hecha y presentan con el máximo nivel de representación los resultados de una gestión común eficaz. Por el contrario, y salvo que alguien me demuestre lo contrario –y sinceramente me daría una alegría– estos espectáculos se plantean para, de forma ficticia, sentar las bases de unas tareas futuras que nadie tiene ni idea de cómo se desarrollarán, ni de si se desarrollarán; son foros donde hacerse fotos y proclamar bellas ideas generales e intenciones magníficas que nada solucionan, cuando no perogrulladas manifiestas como declarar “preocupación” por el futuro de Kosovo, o insultos a la inteligencia como dedicar una reunión al máximo nivel entre naciones vecinas para tratar de forma genérica nada menos que la dieta mediterránea.

Sólo motivos de imagen explican (ya que no justifican) la XIV Cumbre Hispanoitaliana. Pero ni siquiera este objetivo han logrado las gestiones gubernamentales: relegada a las páginas interiores de los periódicos, la noticia se disuelve en un océano de informaciones de mucha más sustancia. Si no nos pueden ofrecer nada mejor, por favor, que no nos tomen el pelo: que no se reúnan más, que no nos hagan perder nuestro tiempo ni el dinero de nuestros impuestos. Que, por cierto, en el caso del sueldo de nuestro presidente, parece un despilfarro clamoroso. Periodista Digital.

19 febrero 2007

El referéndum andaluz, las autonomías y el futuro de España

El referéndum andaluz ha demostrado algo parecido a lo que demostró el catalán en su día: los políticos no han conseguido movilizar más de un tercio de su electorado en favor de una reforma estatutaria que al parecer a pocos interesaba salvo a ellos. De nuevo nos brindan la muestra de un divorcio entre la clase política y la sociedad que no puede traer nada bueno a España. Muchas de las interpretaciones de tan abrumadora abstención (el 63,74 por ciento) son chuscas.

La opinión oficial del PSOE andaluz es que los votantes se han abstenido “por exceso de confianza”. Es decir: como todos estaban de acuerdo y pensaron que el sí ganaría de todos modos, se quedaron celebrando el Carnaval. No es desinterés, no; es confianza. Todos se felicitan por un nuevo triunfo de la democracia y a Manuel Chaves, promotor de la reforma, ni se le pasará por la cabeza dimitir tras semejante ridículo. ¿Es que a nadie se le va a ocurrir hacer algo de autocrítica en este PSOE que gobierna un Rodríguez Zapatero sin sentido de estado, ni de la responsabilidad, ni brújula que le dé un norte?

Pero es que esta mañana en Punto Radio, en el programa de Julia Otero, he oído a Pilar Rahola (¿cómo no oír sus gritos?) asegurar que no hay que preocuparse de la baja participación en el referéndum. Según esta antigua diputada de ERC, lo normal es que cuando hay bienestar la gente no vote: los ciudadanos se movilizan más en momentos de crisis. O sea que toda la vida escuchando a los políticos celebrar “la alta participación ciudadana”, “el triunfo de la democracia” y “la madurez del pueblo español” tras las consultas populares y ahora resulta que, según esta antigua colaboradora de Crónicas Marcianas, la abstención es índice de buena salud democrática… Se me ocurren dos preguntas. Una: ¿no será más bien que la gente sólo vota cuando le interesa lo que le proponen, sea salvar una crisis o adoptar una medida de futuro que percibe como realmente justa o provechosa? Dos: ¿en calidad de qué habrá contratado Julia Otero a la inefable señora Rahola?

El PP andaluz, por su parte, tiene la poca vergüenza de venir ahora a ponerse medallas: no, si ya decíamos nosotros que esto no era una prioridad para los andaluces... ¿Y por qué, entonces, apoyaron el sí? ¿Por qué se avinieron a proclamar esa estupidez de la “realidad nacional” de Andalucía, en contra del sentir de prácticamente todos los andaluces, o a esa majadería de la “deuda histórica” del Estado? ¿Por qué aconsejaron a sus votantes algo en lo que no creían o, al menos, dijeron no creer cuando se trataba del Estatuto catalán, del que el andaluz ha tomado prestada una parte no pequeña de su articulado?

Reacciones más ecuánimes las hay también, pero me llama la atención la de Antonio Pérez Henares en su columna de hoy en Periodista Digital, que titula “Contra el Estado de las Autonomías”. Para él, éstas son el cáncer de la democracia española; el pozo sin fondo que se lleva todos sus recursos; el parche que se usó en 1978 para aplacar los separatismos, sin que este objetivo se haya alcanzado en treinta años de aplicación, sino todo lo contrario; la causa de una enorme ineficacia en la gestión de los problemas comunes; y el gran pesebre para una clase política que en pocas cosas se pone de acuerdo salvo, eso sí, en reformar los estatutos y –añado yo– en subirse desmesuradamente los sueldos. Para Pérez Henares, el pueblo es soberano y debería aspirar a cambiar este lamentable estado de cosas.

Es saludable leer de vez en cuando discursos como éste, que ningún político pronuncia en voz alta pero con los que comulga una buena parte de la ciudadanía, sin que por ello se la pueda acusar de reaccionaria. En la Alemania de Merkel el estado está recuperando competencias que antes residían en los länder (estados federados: algo no homólogo pero sí similar a nuestras comunidades autónomas). Y no olvidemos que las repúblicas francesa y portuguesa, por poner ejemplos cercanos, son estados centralizados, y no por ello más injustos ni menos prósperos que España.

No obstante, no estoy de acuerdo completamente con el argumento de Pérez Henares. La autonomía en España ha equilibrado mucho las inversiones públicas desde el punto de vista territorial, ha sido tremendamente beneficiosa para regiones que estaban abandonadas por el centralismo, como Extremadura o Canarias, en sectores como la sanidad o las carreteras, y cualquier usuario o testigo imparcial lo podrá atestiguar. Pero no estoy seguro de que ello compense los efectos negativos: la descoordinación en la gestión de problemas comunes hasta extremos tragicómicos (el reparto del agua, el combate de los incendios veraniegos), el gasto público desmedido, la desvertebración territorial y el innegable aliento a los nacionalismos regionales, que contemplan con enorme satisfacción cómo el modelo de estado se sitúa permanentemente al frente del debate político, como uno más de los asuntos con los que es posible presionar a un contrincante débil o escaso de principios, como es hoy el caso.

Creo que las autonomías no son malas per se; sí es malo, terrible, que nunca acaben de estar cerradas, que estén sometidas a perpetuo cambalache, que afecten a terrenos necesarios para la cohesión nacional y que un sistema electoral perverso las haya convertido en feudos sin control. Un federalismo moderno y bien entendido (solidario, con un reparto equilibrado y razonable de competencias, definitivo, no sujeto a contingencias electorales ni a la necesidad de formar mayorías parlamentarias, respetuoso tanto de la identidad de los entes federados como de la unidad nacional) podría constituir una solución práctica y, también, salvando evidentes anacronismos, conforme con cierta manera de entender la historia de España. Ni el centralismo ni el actual estado de las autonomías han demostrado serlo. Si ha de haber reformas, han de ir en este sentido; lo demás –lo de ayer– es demagogia en estado puro, y cada vez más evidente a todos. Periodista Digital.

05 febrero 2007

De Juana y el delito de opinión

El caso del terrorista Iñaki de Juana Chaos es naturalmente polémico. Acabo de recibir el comentario de una querida amiga que se lamenta de que, tras haber cumplido la condena que se le había impuesto, De Juana esté ahora encarcelado por un “delito de opinión”. Es evidente que mi amiga y yo estamos de acuerdo en que nadie debe ser encarcelado por delitos de opinión. La diferencia entre mi amiga y yo es que, mientras ella cae en la trampa del lenguaje nacionalista y se cree que estamos ante un caso de esa naturaleza, yo estoy convencido de que en España, afortunadamente, no hay delitos de opinión.

De Juana, como todos los ciudadanos españoles, está sometido al imperio de la ley y a la acción de la justicia, y órganos responsables de la administración de justicia han determinado que es culpable de un delito relacionado con el terrorismo. Todo ciudadano en España está sujeto, si comete un delito, a ser acusado, perseguido y privado de libertad si el juez competente así lo estima necesario. Un juez, no la perversa policía española, ni ese gobierno del PP lleno de malos malísimos. Esto es así en España y en todo el mundo que llamamos libre. Y en España, como en el resto de ese mundo libre, nadie es encarcelado por un delito de opinión. Si así fuera, estarían en la cárcel muchos dirigentes políticos vascos que han opinado y opinan públicamente lo mismo que opina De Juana aunque, eso sí, sin amenazar con un tiro en la nuca; una diferencia que a algunos puede parecer insignificante, pero a mí no me lo parece. En cambio, si a la opinión añadimos la amenaza y la apología de la violencia para imponer el propio parecer sobre el de los demás, entonces no estamos tratando de la víctima de un estado represor (como cualquiera diría al ver las imágenes que el reo acaba de difundir con la connivencia de The Times); nos hallamos ante una bestia sedienta de sangre que, no contenta con sus veinticinco cadáveres, por no hablar de los centenares o miles de personas a quienes ha arrancado la libertad, la alegría y la posibilidad de vivir en plenitud, asegura que no se arrepiente y encima amenaza por escrito con más muerte a quienes no cumplen con los insensatos requisitos de su delirio nacionalista.

A mi amiga le repito que compartimos el repudio por los delitos de opinión; pero ni De Juana es un mero opinador ni se le persigue por opinar. Él asesinó repetidas veces, pagó por ello de acuerdo con la ley –de manera insatisfactoria en opinión de la mayor parte de la sociedad, gracias a la laxitud normativa que le tocó en suerte, pero efectivamente pagó por ello– y entre tanto siguió amenazando con la violencia y usando el terror como argumento, lo que nos hace pensar que repetiría sus crímenes si tuviera la oportunidad. Él debe creer que señalar objetivos para las balas de sus siniestros cómplices es ejercer la libertad de expresión; pero es que ya deberíamos ser conscientes de que los que como él niegan la realidad para chapotear en su propia inmundicia siempre caen en errores de concepto. Por sus amenazas, De Juana aún no ha pagado; si de mí dependiera, las pagaría con todos y cada uno de los años, días y segundos de prisión con que la ley pueda amparar a sus víctimas potenciales. Porque eso y sólo eso somos todos para él. Pero su suerte no depende de mi voluntad ni de quien más odio pueda profesarle; depende de los jueces: un beneficio que, al contrario que él a sus víctimas, al criminal De Juana le garantiza el estado de derecho. Periodista Digital.

29 enero 2007

Pepe Blanco, el opinador

Pepe Blanco es un gran opinador. Atendiendo al volumen de opinión, ya que no a su calidad, digo. Opina en su bitácora, que él mismo, Dios sabe por qué, gusta de calificar de “heterodoxa” en el apartado Mi perfil, un texto bastante cursi y tontorrón donde afirma: “este cuaderno no lleva corbata, yo tampoco”. Supongo que quedó tan ufano con su ocurrencia. Opina en cuanto le ponen un micrófono delante, todos los días lo vemos por la tele. No recuerdo que nunca haya dicho nada de sustancia, impedido como se encuentra por lo adocenado de su pensamiento, por sus prejuicios de progre de instituto y por una seria incapacidad para distinguir entre información y propaganda; pero todo esto no le impide seguir adelante con sus opiniones. El discurso del presidente Zapatero parece complejo y el de Ángel Acebes imprevisible, si los comparamos con las declaraciones habituales de Pepe Blanco; pero éste, impasible, sigue opinando. Es obvio que Dios no lo llamó por los caminos de la oratoria y la literatura –los Lunnis dominan bastante mejor que él los recursos de la retórica–, pero esto, para ser justos, no es su culpa. Al fin y al cabo, es lo que hacemos todos en España: opinar, y la responsabilidad de que lo hagamos no es de los que opinamos, sino de los que nos dan pábulo.

Que alguien de la escasísima formación, la abrumadora grisura intelectual y la evidente confusión ética de Pepe Blanco sea una de las cabezas pensantes (valga la expresión) del partido en el gobierno dice mucho de nuestro sistema político. Nadie se acordará de Pepe Blanco a los tres días de que deje el cargo; los libros de historia no gastarán dos líneas en su persona, porque no es carne de historia, sino fruta de temporada. Nada grave, por tanto. Pero su confusión a veces raya en lo insultante, sobre todo cuando cree que puede contagiárnosla. A propósito del caso del criminal De Juana, el otro día escribió en su heterodoxo cuaderno (en el que gusta de sembrar negritas que ahorraré al lector):

A partir de aquí mi opinión es clara: la decisión de mantenerle o no en prisión corresponde exclusivamente a los magistrados de la Audiencia Nacional.
Una nueva muestra de la perspicacia y la originalidad que le son características.

Y sea cual sea esa decisión, los socialistas vamos a respetarla.
Sólo faltaba.

Lo que resulta indignante es que el Partido Popular esté tratando por todos los medios de condicionar el fallo judicial.
Acabáramos: no era el Gobierno el que trataba de condicionar el fallo. Lo único que había hecho era promoverlo, y en un sentido muy concreto, a través de una petición explícita del fiscal general del estado que, como todo el mundo sabe, nombra el Gobierno y, como sólo sostenemos los malpensados y los enemigos de la democracia, actúa a sus órdenes. Luego, Blanco entra a juzgar con gran dureza la actitud del Partido Popular, frontalmente contraria a la atenuación de las condiciones del asesino en el cumplimiento de su pena de prisión; actitud que, espuria o no en su caso, coincide ciertamente con la de la inmensa mayoría del pueblo español, incluidos, ya que estamos hablando de ello, gran parte de los votantes del PSOE. Para resumir toda esta basura: el Gobierno toma una decisión injusta e impopular sin que nadie a este lado de la ley se lo haya pedido, pero según el clarividente Blanco la culpa de todo la tienen los que se quejan o pretenden remediar el desaguisado.

Si el señor Blanco y el gobierno que defiende tuvieran un mínimo respeto por la justicia (la de verdad, no la de los discursos y las instituciones) no promoverían actuaciones que pretenden favorecer a los enemigos de la sociedad. Que se ocupen de otras cosas, por favor. ¿Qué le deben a De Juana y a la mafia etarra si resultan capaces de enfrentarse a la gran mayoría del electorado por mejorar el destino de aquél? Un destino que sólo el asesino se ha buscado y que, por otra parte, no debe ser tan terrible –ni la huelga de hambre debe haberse cumplido tan rigurosamente como nos aseguraban– cuando las analíticas prueban que no está desnutrido.

Pepe Blanco es, entre otras cosas, la demostración en carne y hueso del fracaso de nuestro sistema educativo en las últimas décadas. No espero brillantez ni consistencia de sus declaraciones, aunque le agradecería menos solemnidad a la hora de las perogrulladas, que es algo que me molesta sobremanera. Lo que sí exijo, y no es que cuente con verme complacido, es lealtad constitucional, respeto por las víctimas del terrorismo y una perspectiva política a medio o largo plazo. Ah, y, por cierto, yo tampoco llevo corbata; lo digo por si era importante. Periodista Digital.

27 enero 2007

La España de Rubianes

Imagínense la siguiente situación: un actor es entrevistado en un programa de TVE1 y pronuncia los siguientes disparates: “Me cago en Euskal Herría, me limpio el culo con la ikurriña y ojalá revienten el lehendakari, su puta madre y todos los que llevan chapela.” Y el presentador del programa palmotea de la risa. ¿Lo imaginan? No: sencillamente es inimaginable. Afortunadamente, añado.

Todavía duelen en nuestros oídos las palabras que hace un año dedicó a España en un programa de TV3 (si no recuerdo mal, una televisión que pagamos de nuestros impuestos) el actor Pepe Rubianes, para gran regocijo del conductor del programa: "Que se vaya a la mierda la puta España." "Que se metan a España ya por el puto culo a ver si les explota dentro y les quedan los huevos colgando del campanario.” "A mí la unidad de España me suda la polla por delante y por detrás." Esto, de haber ocurrido en algún otro país europeo (lo cual es impensable), habría supuesto el paro perpetuo para el imbécil malhablado, para quien lo contrató y para el presentador que le rió la gracia, y eso con independencia del contexto en que hubieran sido pronunciadas. En España no pasa nada: hoy, Rubianes se enfrenta con una petición de multa por parte de la fiscalía de algo más de tres millones y medio de pesetas, una cuantía que es poco probable que el tribunal conceda y que, en todo caso, se verá compensada por los actuales contratos del fino pensador, cuya popularidad es hoy mayor que la que tenía antes de su atentado (perdón, accidente).

Pero, eso sí, que nadie ose criticar aun educadamente al nacionalismo, porque éste –arrogándose injustamente la representación de todos los catalanes o del pueblo vasco– clamará al cielo de las libertades democráticas... Desprecio y siempre despreciaré esa faramalla de prejuicios y falsedades que los nacionalistas llaman ideología y los ciudadanos de izquierdas asumen como algo respetable, igual que llamo y llamaré siempre a la actual cúpula del Partido Popular manipuladores de la patria –además de torpes. Contra argumentos, consignas. Es así de sencillo y triste, pero así nos conducimos unos y otros. Porque, vamos a dejarnos de tonterías: aquí nadie pretende ser más demócrata, ni más práctico, ni más justo, ni más patriota, ni más nada. Aquí lo que pasa es que en lugar de estudiar historia vivimos de consignas y fútbol. Para los conservadores, comprar cava extremeño es hacer patria. Para los progres menos reflexivos, España es caca y meterse con ella queda mejor. Para los más cafres, como Rubianes, la violencia es argumento. Así es nuestra España, y por ello llega a merecer españoles como Rubianes.

Cada vez estoy más convencido: no me cansaré de repetir que no todas las ideas son válidas ni respetables, y cuando una persona o un colectivo (por muy amplio que éste sea) están equivocados hay que decírselo cuando aún es tiempo, antes de que se produzca una catástrofe. Y los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos, y también los del género nacional-aznarista, están sumamente equivocados; y los ciudadanos progresistas que históricamente se han dejado arrastrar por el prejuicio antiespañol y dejan en manos de personajes como Eduardo Zaplana o Ángel Acebes la defensa del concepto de España, son gravemente irresponsables y deberían tomar nota de la relación que mantienen con su patria los ciudadanos de izquierdas en Francia o el Reino Unido, por ejemplo. Así hay que decirlo cuantas veces sea necesario. Basar nuestro discurso en la confrontación nos hace más próximos al simio que al humanista. No ser nacionalistas nos hace –en el ámbito que corresponda y sólo en ése– infinitamente superiores a los nacionalistas y a quienes se dejan engañar por su discurso, y por tanto los complejos sobran tanto como las generalizaciones. También sobran los odios: ante el error sólo cabe la paciencia y mucha pedagogía. Y, contra las ofensas, acudir a los tribunales. Periodista Digital. Última Hora.

25 enero 2007

El caso de De Juana es sólo otro índice

La Audiencia Nacional ha puesto orden en lo que ya parecía la culminación del despropósito a que España se ve abocada permanentemente en los últimos tiempos. Posiblemente éste es el único país de los llamados civilizados en que puede suceder que el fiscal general del estado (un representante del Gobierno, y más concretamente el encargado por la sociedad de hacer que se cumplan las leyes y de actuar contra quienes las conculcan) pida a los jueces que suavicen la condena de un asesino en serie, pues esto y no otra cosa es Iñaki de Juana Chaos pese a la propaganda, con el argumento de que corre peligro la vida del criminal, que está en huelga de hambre.

Debo dejar constancia de mi desacuerdo con esa frase que hemos oído y leído tanto estos días: “que se muera”. No, yo no deseo que se muera: yo me tengo por mejor persona y más lista que los terroristas, y mi objetivo en la vida no es que muera nadie, ni siquiera De Juana Chaos, porque creo firmemente que hay mejores propósitos en la vida que la venganza. Considero que, en la presente situación, es obligación del Estado garantizar que se hace todo lo posible para que alguien sometido a su tutela conserve la vida y la salud en unas condiciones dignas. Por esto y otras cosas se supone que el estado de derecho es mejor que el que gustarían de imponer los etarras. Pero aquí acaban las responsabilidades: si pese a la diligencia del Estado el preso se ha propuesto sacrificar su vida y lo consigue, qué le vamos a hacer: será su decisión y de nadie más. Lo que un estado de derecho no puede hacer nunca es ceder ante el chantaje de sus enemigos. Y esto tiene menos que ver con “no bajarse los pantalones” (una expresión que tal vez retrata mejor a quienes la pronuncian) que con mantener intacta la autoridad de un estado legítimo en sí y que tiene la obligación de defender a sus ciudadanos contra aquéllos cuyo principal interés es dañarles. Si pensamos en positivo, lo cual -nos parece a muchos- no resulta tan complicado, nunca nos equivocaremos ni perderemos esa legitimidad.

Por esto no hay quien entienda la postura del gobierno socialista, cuyo presidente está dando una penosa impresión de confusión y debilidad. Las últimas declaraciones de Rodríguez Zapatero en su entrevista con el juez Garzón delatan un pensamiento más simple que el mecanismo de un chupete y una falta de claridad en las ideas que no pueden ocasionarle a España más que disgustos (y de la oposición popular podríamos hablar en términos muy similares). El llamado proceso de paz ha sido un fracaso. No hay ideas en relaciones internacionales; de hecho, no hay relaciones internacionales salvo la conexión turca, los abrazos al cantante Chaves y la solemne tontería de la Alianza de Civilizaciones, una entelequia sin fundamento alguno en la realidad, que nadie absolutamente toma en serio y que tantos dineros va a costar al contribuyente español –y Zapatero sigue vetado en la Casa Blanca, circunstancia única en Occidente y también en la historia de España, pues incluso Franco se entrevistaba con Eisenhower. Tampoco vemos avances en la cuestión sangrante de la vivienda, que es muy probablemente nuestro mayor problema, y sólo en la persecución de la corrupción urbanística parece que advertimos mejoras que podrían llegar mucho más lejos de dotarse mejor la oficina del fiscal correspondiente.

Pero lo peor de todo es que, cada vez más, los ciudadanos tienen la sensación de que su presidente no sabe defender ni los intereses de su partido (en el que ya empiezan a alzarse voces disconformes con la deriva absurda de su líder), ni los del estado que está obligado a defender: sin que hasta el momento nos conste contrapartida beneficiosa alguna, y sin que nadie haya renunciado a sus maximalismos, se alía con los enemigos de ese estado, como es el caso de ERC o Bloque Gallego, o los tolera, como es el caso de PNV o Batasuna, dando en trascendentes asuntos de estado más crédito a los que tradicionalmente lo han combatido y combaten o reniegan de él (lo cual es muy legítimo) que a quienes, sin fisuras e incluso aportando muertos, han defendido siempre su integridad y su dignidad, como es el Partido Popular (lo cual no solamente es igualmente legítimo, sino también mucho más conforme con la realidad, y aportaría sentido común y coherencia al discurso gubernamental).

Con todos los errores de la oposición, que son muchos y muy graves, ya hay encuestas que dan la victoria en las próximas elecciones al Partido Popular. La desconexión que existe entre la población y sus representantes no augura, sin embargo, que de las próximas elecciones vaya a salir nada mejor que lo que tenemos. Salvo Ciutadans, ninguna formación política se cuestiona ese terrible divorcio: todos se limitan a injuriar al adversario, sin encontrar ninguna materia en que poder coincidir. Y, todos lo sabemos, hay muchas materias en las que es razonable y necesario coincidir. En esto los franceses lo tienen muy claro: tú eres de izquierdas y yo de derechas y discrepamos en muchas cosas, pero la bandera tricolor y los principios civiles en que se basa nuestro contrato social desde hace siglos que no nos los toquen, porque nos daremos el brazo para embestir juntos contra los enemigos de la República... Ningún francés en sus cabales consideraría ni de lejos la posibilidad de que el fiscal general pidiese condiciones favorables para un asesino en serie, y mucho menos cuando el gobierno se hallase bajo la presión de una mafia criminal. Pero, claro, en Francia los políticos, hablemos de Chirac o hablemos de Royal, pasan por la ENA (Sarkozy es una brillante excepción) y son profesionales del gobierno, no de las elecciones. Estadistas, y no demagogos. Y luego, como en todas las casas, habrá unos más brillantes y otros menos, algunos corruptos y la mayor parte honestos; pero el ABC se lo saben todos de memoria. Ahí radica una importante diferencia. Periodista Digital.

23 enero 2007

Arden en Mallorca dos artesonados mudéjares del siglo XIV

Hace unos días, coincidiendo con la víspera de San Sebastián y la noche de los foguerons, tres naves del polígono industrial de Son Fuster (Palma de Mallorca) ardieron. Las primeras valoraciones indicaron que podría haberse tratado de un fuego intencionado, pero este extremo se está investigando. Lo que sí parece claro, según informa Última Hora (los otros diarios palmesanos, inexplicablemente, apenas se han hecho eco de los estragos), es que los locales habían servido de almacén de la Consejería de Educación y Cultura del Govern Balear, que allí amontonaba documentación y diversas piezas del Museo de Mallorca que actualmente se hallaban en proceso de traslado, ya que a fin de mes el almacén iba a ser vendido o permutado a un particular. Agárrense: aparte material proveniente de excavaciones arqueológicas y unas planchas de imprenta de finales del siglo XIX que parece podrán ser recuperadas, en el curso del incendio resultaron calcinados dos artesonados mudéjares del siglo XIV.

Las dos piezas, insustituibles, habían sido adquiridas respectivamente por el Govern Balear en Chistie’s (Londres) y por el Ministerio de Cultura a un vecino de Palma y, por tanto, habían causado considerables dispendios a los contribuyentes españoles con el fin de que pudiesen permanecer en el patrimonio balear. La más valiosa, compuesta por tres paneles con un total de treinta y ocho metros cuadrados, llevaba la friolera de diez años arrumbada en la nave industrial que, por cierto, al parecer disponía de una alarma antirrobo conectada con la Consejería de Interior del Govern, pero no de alarma antiincendio. La primera inspección tras el desastre no encontró los extintores ni los aspersores que son preceptivos. Seguimos esperando datos.

Ambos vestigios de la cultura medieval mallorquina habían sido objeto de preocupación por parte de expertos que desde 1997 habían propuesto varias veces su restauración y traslado, pero la administración responsable (la Consejería de Educación y Cultura del Govern), aún no sabemos por qué, había desoído las solicitudes. Si yo fuera el consejero Francesc Fiol, estaría pasando mucha vergüenza. Y ¿qué dirá al respecto Carmen Calvo? Cuando la hoy titular del ministerio propietario de una de las dos piezas perdidas era consejera de Cultura en la Junta de Andalucía, el Palacio de Buenavista, un edificio del siglo XVI que actualmente alberga el Museo Picasso Málaga, sufrió un incendio que arruinó un artesonado. Entonces el PP malacitano acusó a la socialista de negligencia. La hoy ministra debe pedir explicaciones por la destrucción de una valiosa pieza patrimonial de la que su departamento era titular.

¿Saben de qué hablan, mientras, los políticos y la prensa baleares? Maria Antònia Munar, presidenta del Consell Insular, afirma en un discurso que Mallorca es una nación. Numerosas voces claman debido a la crisis del Real Mallorca, que llena páginas y más páginas de los periódicos como si fuera cosa nueva. Se comentan los presupuestos de IB3, el canal autonómico de televisión (es decir, un medio de comunicación superfluo, un instrumento político y de propaganda, un pozo sin fondo para los caudales públicos, como todas las televisiones autonómicas). Y Diario de Mallorca y El Mundo-El Día de Baleares siguen ignorando el desastre de Son Fuster. Las alianzas preelectorales parecen planear sobre las preferencias informativas.

Que dos importantes piezas del patrimonio histórico-artístico mallorquín hayan sobrevivido setecientos años para tener un final tan triste es algo que sólo puede pasar en España. Para que luego diga la señora Munar. Periodista Digital.

22 enero 2007

Algunas predicciones

Bush se aproxima al final de su segundo mandato. Nada tiene ya que perder, salvo la confianza de las empresas y los grupos de presión que lo llevaron a la Casa Blanca. No es de esperar por tanto que suavice sus posturas, sino más bien que exprima la fruta del poder hasta la última gota que pueda beneficiar a sus amigos los petroleros y los fabricantes de armas. Agotado su plazo, será el momento de un candidato demócrata con tirón personal, con una trayectoria profesional brillante, con un pasado muy próximo a la Casa Blanca, con virtudes públicas demostradas –entre ellas la lealtad, la flexibilidad y el sentido de la oportunidad– y con un rival debilitado por años de desgobierno republicano.

Varios de esos requisitos le fallaron a Al Gore en su día. Hace algo más de un año aposté a que este candidato sería Hillary Rodham Clinton; hoy sigo opinando lo mismo, pese a que le ha salido un rival muy notable, hasta el punto de que la que fue primera dama se ha visto obligada a hacer hueco a su candidatura (“I’m in”) después de que lo hiciera el senador por Illinois Barack Obama. Los medios americanos aluden a éste con el eufemismo con el que suelen eludir pronunciar la palabra “negro”, es decir, “afroamericano”; en este caso el término es muy adecuado, dado que, nacido en Hawaii, es de padre keniata y madre estadounidense.

Contertulios radiofónicos, columnistas y todo tipo de opinadores públicos se han apresurado a afirmar que “algo ha cambiado” en los Estados Unidos cuando las máximas esperanzas de los demócratas se cifran en el triunfo de una mujer, un negro o un hispano (también el gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, de madre mexicana, ha entrado en competencia); pero yo prefiero relativizar este punto de vista. No hay que olvidar que, mientras a George Bush hijo le bastó con ser multimillonario y estar bien relacionado (además de amañar unas elecciones) para ser nombrado presidente dos veces seguidas, sin necesidad de exhibir un gran dominio de la lectoescritura ni tampoco de referirse a su color ni a su sexo, al senador Obama llegar hasta donde está le ha costado una brillantísima carrera académica (doctor en Derecho magna cum laude por la Universidad de Harvard), profesional y política, aderezada con unas dotes oratorias excepcionales y varios libros publicados y muy bien vendidos. Y encima es fotogénico. Si Bush reuniese una centésima parte de las virtudes del demócrata, ya habría ganado las guerras de Irak y Afganistán. Pero lo mismo se podría haber aplicado a Bill Clinton, a Bush padre, a Reagan, a Carter, a Ford, a Nixon y a la mayor parte de los anteriores presidentes de los Estados Unidos, muy pocos de los cuales justificarían el empleo del calificativo intelectual. A Obama ser presidente le saldrá mucho más caro que a todos ellos porque es negro, de tal modo que, si algún día llega a serlo, no dudo que su paso por la Casa Blanca supondrá una bendición para los ciudadanos norteamericanos y para todos nosotros.

Algo similar se puede predicar de Hillary Clinton, que reúne un sinfín de virtudes personales y profesionales –desde luego muchas más que su marido– que, no obstante, jamás la hubiesen situado en la escena pública con una perspectiva tan positiva como la que hoy tiene de ocupar la Casa Blanca de no haber acompañado previamente a su marido durante su mandato y haber demostrado mucha más entereza y mucho más sentido de estado que él en la crisis Lewinsky. Hoy, su trabajo como senadora por Nueva York la avala, pero sin el concurso de circunstancias tan especiales una mujer no habría conseguido asomar la cabeza en medio del tumulto de varones ambiciosos y adinerados que habitualmente aspiran al cargo. Así pues: sí, las cosas han cambiado; pero no tanto.

Hoy afino más mi apuesta: Clinton ganará a Obama la candidatura demócrata; pero si es inteligente, y creo que lo es en grado sumo, le pedirá que la acompañe en el tándem como aspirante a vicepresidente, y él aceptará. Juntos ilusionarán al electorado y juntos llegarán a la Casa Blanca. Hillary Clinton compondrá un magnífico equipo internacional con otras mujeres que han necesitado un talento y un carácter excepcionales para llegar al poder, como la admirable Merkel o, tal vez, Ségolène Royal. Barack Obama es joven, puede esperar ocho años para sucederla y su paso por la vicepresidencia distará mucho de ser ornamental. Y, tras el nefasto paso de Bush hijo por Washington, no es descabellado considerar que ocho años después el Partido Republicano todavía no habrá levantado cabeza. Entonces será el momento para que el primer presidente negro suceda a la primera presidente mujer. Periodista Digital.

14 enero 2007

Los límites de la imprudencia

El alumno Zapatero seguramente hizo pellas el día que en la Facultad explicaron la diferencia entre dolo y culpa, dos conceptos básicos a la hora de establecer el alcance de un delito.

Muy simplificadamente, hay conducta dolosa cuando el autor del delito lo hizo a propósito: con la voluntaria intención de cometer algo que sabe fuera de la ley. Hablamos, en cambio, de una conducta meramente culposa cuando la comisión del delito no fue fruto de la voluntad, sino de imprudencia, mal cálculo o negligencia injustificables. Existe, empero, una tercera categoría, el dolo eventual, que se da cuando el sujeto no tiene como objetivo perpetrar determinado crimen pero conoce la alta probabilidad de cometerlo durante la ejecución de sus actos, tengan éstos un fin legítimo o no. Es decir: no quiero asesinar a Fulano, a quien ni conozco, sino sólo quemar unos árboles que me quitan las vistas y que tocan su vivienda. Sé que es fácil que en el incendio se prenda la casa y sus habitantes mueran; pero, aunque no es mi deseo matar, pego fuego, porque me importa más mi objetivo que sus vidas. Como consecuencia, Fulano perece. En este caso, el juez no me castigará sólo por los daños materiales causados, ni tampoco por un homicidio imprudente, sino –si se dan los requisitos– por asesinato, porque existió dolo eventual.

Cualquier estudiante de derecho entiende que la muerte de los ecuatorianos en Barajas no fue “un trágico accidente”. Es mendaz intentar convencernos de algo tan ridículo como que alguien pueda procurar que no haya víctimas personales cuando coloca quinientos quilogramos de explosivo en un aeropuerto. También en política hay dolo y culpa; y si no nos merecemos un presidente imprudente, mucho menos uno doloso. Última Hora. Periodista Digital.