20 marzo 2012

Viva la Pepa

200 años después sigue vigente el grito: "Ciudadanos, ¡viva la Constitución!". En este acto se dicen cosas éticas y útiles para España. Y me encanta Iwasaki. Ved el vídeo aquí:

13 marzo 2012

Carta abierta a Moviment per la Llengua



Estimados señores,

Les agradecemos muy sinceramente su cortés invitación al encuentro con partidos en Sa Pobla el próximo día 15 en contra de la Ley de la Función Pública.

Paso a detallarles nuestra posición con respecto al asunto que les mueve.

1. Para empezar, nos parece que la sociedad balear no entenderá que partidos y asociaciones malgasten tiempo y energía en problemas ficticios como el inexistente conflicto lingüístico cuando la economía amenaza con hundirse y arrastrar a buena parte de la población. Por supuesto cada quién es libre de escoger el objeto de sus preocupaciones, pero espero que no les parezca demagógico que les recuerde que en Baleares hay a día de hoy 100.000 parados y que eso, si algo tiene que ver con la lengua, será porque durante demasiado tiempo los políticos hayan atendido ese conflicto inventado antes que los problemas reales.

2. En UPyD no creemos que haya que defender ninguna lengua. Tampoco creemos que haya que defender los martillos hidráulicos, ni los contadores Geiger, ni las gomas de borrar, ni la norma ISO 690-1987 para referencias bibliográficas, ni la tecnología del sílex. Todas son herramientas más o menos complejas y hermosas que están ahí para usarlas mientras sirvan. No sentimos ninguna aflicción especial por la condición de lengua muerta del latín y nos parece inevitable que el catalán y el español caigan en desuso también algún día, cuando dejen de ser necesarios. Reparen en que digo desuso, no extinción; porque las lenguas no son, contra lo que podría parecer a tenor de ciertos discursos sin duda bienintencionados, organismos vivos. No lo son y, por lo tanto, no se extinguen.

3. En particular, el catalán es una lengua que ha sobrevivido a casi mil años de no ser oficial. Hoy es hablada por diez millones de personas en cuatro estados europeos, es oficial en el Principado de Andorra y en tres comunidades autónomas españolas, se enseña en las escuelas, se utiliza en la Administración en todos esos lugares y es vehículo de una literatura de gran vitalidad. Afirmar que está en riesgo de extinción sólo puede ser fruto de la ingenuidad o del deseo de engañar. Y basar en esa afirmación falsa -e incluso aunque no fuera falsa- una política de discriminación hacia quienes no tienen el catalán como lengua materna entra en el terreno de lo totalitario. Sin ambages.

4. Tampoco creemos -antes bien rechazamos- que las lenguas sean un elemento determinante de la identidad, que por supuesto nunca es colectiva -en una sociedad que no esté enferma o sojuzgada por el totalitarismo-, sino individual. Es un hecho antropológico que las lenguas no son por sí solas el ingrediente definitivo de las culturas, como no lo son las razas ni las religiones, y afirmar lo contrario es mitología, no ciencia; y además es muy peligroso.

5. Creemos que es un acierto intentar garantizar por ley el acceso al trabajo en igualdad de condiciones para los hablantes de ambas lenguas oficiales. Por tanto, no nos oponemos a la Ley de la Función Pública.

6. No sólo eso, sino que en UPyD -lo hemos dicho muchas veces- somos partidarios de derogar la Ley de Normalización, que nos parece negativa para las libertades, e incluso de desterrar del Estatuto el falso concepto de lengua propia, que como ustedes saben o deberían saber no corresponde a realidad alguna, sino a un concreto prejuicio ideológico sin fundamento científico. Queremos que catalán y español tengan el mismo estatus legal, cosa que hoy no sucede.

7. Estamos seguros de que el tan citado consenso de los partidos viejos en torno a la llamada normalización lingüística no es muy distinto a los consensos que existen entre esos mismos partidos, de manera igualmente mayoritaria o unánime, en favor de la incontinencia en el gasto público, o contra una reforma del sistema electoral que garantice la proporcionalidad en la representación, o contra la racionalización del estado autonómico (por ejemplo, haciendo desaparecer el Consell de Mallorca, las diputaciones provinciales y los ayuntamientos inviables), o contra la supresión de las ruinosas televisiones autonómicas... Consensos todos estos que se mantienen contra los intereses de los contribuyentes, de espaldas al sentido común y a lomos de la cobardía política, los complejos o la estrechez de miras, cuando no de un concepto inmoral de la política; consensos, sí, que sólo adquieren sentido en el contexto de una democracia muy imperfecta y en el seno de una clase política adocenada, desvinculada de la realidad y de los ciudadanos a los que hace ya mucho tiempo que se ha olvidado de representar.

8. Somos partidarios del bilingüismo y, sobre todo, de la libertad de elección lingüística, porque -por las mismas razones expuestas más arriba- las lenguas no tienen derechos. Son los ciudadanos que las usan quienes los tienen.

9. Creemos que el debate siempre es positivo, pero también que ya existe un foro de partidos, el Parlamento de las Islas Baleares -al que por cierto UPyD aún no pertenece- que goza de carácter institucional y de legitimidad democrática suficiente porque ha sido elegido por los ciudadanos. Establecer encuentros, plataformas o mesas de partidos al margen del Parlamento introduce confusión en esta o cualquier otra materia, puede dotar de protagonismo político y apariencia de legitimidad democrática a quienes sin duda no los tienen y atrae la atención de la prensa sobre entidades que efectivamente solo se representan a sí mismas. No es nuestra foto.

10. Por último, no podemos ocultar cierta inquietud frente a cualquier organización que, grande o pequeña, se viste de pueblo y se denomina a sí misma movimiento.

Como ven, partimos de premisas radicalmente opuestas, y por ello ni nos parece de interés para ustedes ni resulta coherente con nuestro propio discurso que respaldemos con nuestra presencia un encuentro que, desde nuestro punto de vista, en el mejor de los casos nos distrae de las prioridades políticas del momento y, en el peor, promueve el recorte de las libertades de los ciudadanos de Baleares.

Pese a ello, les deseamos mucha suerte en su deseo de ejercer su legítimo derecho de petición, un derecho que como españoles les reconoce la misma carta magna que prescribe -también- el derecho de todos los ciudadanos de nuestra Nación a usar la lengua común -el español-, ya que en UPyD respetamos todos los artículos de esa Constitución.

Gracias de nuevo por la invitación y un saludo muy cordial.

09 marzo 2012

Berlanga, 2012

Consideren una comunidad política en plena decadencia. Sin recursos económicos propios apreciables, sometidos a un régimen benigno pero retrógrado y privados de estímulos intelectuales serios, algunos de sus miembros se alinean con cierto oscurantismo de baja intensidad, o con las glorias del pasado; otros -escasos y desatendidos-, con el conocimiento y la ciencia; los más, con el ocio de masas más ramplón. No confían su progreso material a la educación, ni al esfuerzo emprendedor, ni a una reforma de las estructuras fosilizadas, sino a la recepción -pretendidamente justificada mediante un cultivo metódico de la apariencia- de una ayuda exterior que se supone ilimitada. Y cuando finalmente el maná pasa de largo, dejando detrás de sí la factura de los sueños infundados, toda la comunidad se ve obligada a hacerse responsable de esa deuda, incluidos aquellos que desaconsejaron la descabellada inversión o rechazaron los beneficios prometidos, con una resignación que no es más que la otra cara de la frivolidad con que antes se permitió a las autoridades tomar decisiones arbitrarias y/o descabelladas.

Anoche tuvo lugar una nueva sesión del meritorio ciclo Cine políticamente incorrecto del Cinefórum de UPyD Baleares que dirige Arturo Muñoz. Se proyectó la película ¡Bienvenido, Mr. Marshall!, de Luis García Berlanga, con un guión inteligente y divertido -a veces hilarante- en el que es fácil reconocer la huella de Miguel Mihura. La introducción de Javier Navarro Ferrer y los comentarios posteriores del público asistente coincidieron en que una descripción como la que da inicio a este texto, y que pese a las apariencias se refiere a aquella postguerra recreada por Berlanga, mantiene hoy toda su actualidad tras cambios políticos tan aparentemente sustanciales para España como los operados en los sesenta años que nos separan de 1952.