11 marzo 2014

La reforma electoral que hace falta

No hay nada más sano que un debate. Si el interlocutor es alguien como Ramon Aguiló, el debate por fuerza tiene que ser elevado y honrará a quien lo entable. Por eso son tan interesantes las alusiones que últimamente hace este articulista a UPyD; ojalá se repitieran muy a menudo, y no solo cuando discrepa de nuestras propuestas.

A propósito de la reforma electoral, el señor Aguiló ha criticado en un par de ocasiones la posición de UPyD. Se empeña en afirmar que no defendemos las listas abiertas. Sin entrar en el análisis textual ni en la comparación con otros partidos –que, opino sinceramente, nos favorecería–, creo que bastará con que yo publique aquí, bajo mi firma, el compromiso de mi partido con las listas abiertas. No obstante, este elemento, me parece a mí, no es el más importante del debate, que sería mucho más rico si fuéramos por donde propone con razón el señor Aguiló: las ideas, y no los dimes y diretes. En España y a estas alturas, los implicados en la cosa pública deberían estar debatiendo modelos electorales alternativos. El señor Aguiló dice preferir el sistema mayoritario, vigente en los países anglosajones. A nosotros nos parece que el sistema mayoritario garantiza la exclusión de las minorías: matemáticamente, sería posible que, con solo un 51%, un partido alcanzase un 100% de presencia en una cámara: la mitad de la población no estaría representada. La prueba del inmovilismo a que el sistema mayoritario somete la política de un país es que en Estados Unidos solo existen dos partidos (solo dos con posibilidades reales); y en el Reino Unido, en cien años, solo en dos ocasiones se introdujeron alternativas: cuando entraron los laboristas y, recientemente, cuando retornaron tímidamente los liberales. Huelga decir que todo es mucho más complejo, y que habría que hablar de las primarias y de los lobbies en la formación de corrientes de opinión y en la gestación de las candidaturas, de la pluralidad interna de los partidos norteamericanos… Como es cierto que no hay sistema perfecto, se trata de abrir ese debate en los parlamentos de una manera seria y averiguar con cuál nos quedamos; porque en lo que estamos todos de acuerdo es que la actual ley electoral menoscaba decisivamente la calidad de la representación.

Por tanto, listas abiertas sí; pero donde radica la madre del cordero es en el modelo de circunscripción electoral. Nuestra propuesta es suprimir la circunscripción provincial, que favorece enormemente a los partidos nacionales grandes y a los partidos regionales, y sustituirla por la circunscripción autonómica o nacional, para las elecciones generales; y, para el caso de las autonómicas en Baleares, sustituir la circunscripción insular, que tanto multiplica el valor del voto de las islas menores, por la circunscripción única. Como por un lado pretendemos huir de los nefastos territorialismos –nuevos caciquismos– y, por otro, no nos da ningún miedo la presencia de minorías en las cámaras, somos firmes partidarios de la proporcionalidad y, por tanto, nos parece imprescindible que el voto de todos los ciudadanos pese lo mismo en los recuentos. Hoy, el voto de un elector de Soria pesa mucho más que el de uno de Madrid, el de uno del PNV mucho más que el de uno de IU, y el de uno de Formentera infinitamente más que el de uno de Mallorca. Y eso no nos parece democrático.

Es respetable que al señor Aguiló le parezca “lamentable” que en el reciente debate sobre el estado de la nación UPyD no mencionase la necesidad de la reforma electoral (ni nadie más, por cierto; tal vez porque no era el momento). Estamos más que acostumbrados a que, si pedimos la reforma electoral, nos acusen de oportunistas y, si no la pedimos, de que “no queremos cambiar el sistema político, sino hacernos fuertes en él”... Estoy seguro de que el señor Aguiló también sabe que, entre otra multitud de iniciativas en pro de la reforma electoral a lo largo de los últimos ocho años, UPyD ha roto en Asturias un pacto con el PSOE porque este, de acuerdo con el PP, había quebrantado su promesa de reformar la ley electoral asturiana. Estoy igualmente seguro de que el señor Aguiló está enterado de que en Andalucía, donde UPyD no tiene representación parlamentaria, nuestros afiliados llevan meses trabajando contra todo tipo de obstáculos para recabar 40.000 firmas y conseguir que el parlamento andaluz, dominado por PSOE e IU, tramite una iniciativa legislativa para llevar a cabo la reforma electoral –una reforma que IU llevaba en su programa, pero que renunció a promover a cambio de consejerías y presupuestos.

No ocultaré que nos ha decepcionado un poco el sesgo con que el señor Aguiló ha presentado nuestra posición. Probablemente es solo una percepción de parte, pero tenemos la impresión de que siempre es algo así como “muchas de las cosas que defiendo en mis artículos también las defiende UPyD, pero nunca se me ocurre mencionarlos; en cambio, cuando hay algún elemento que no me gusta de ellos, no solo los menciono sino que, además, concluyo que lo que quieren es instalarse en el sistema y no cambiar nada”. Estoy seguro de que el señor Aguiló entenderá este reparo, subjetivo como todos, como parte de un sano intercambio de opiniones, al que siempre estamos abiertos de muy buen grado; y que ojalá tuviese lugar en los parlamentos y no entre personas que, por no estar en ellos, no tienen el poder de promover directamente los cambios, pero sí, sin duda, la responsabilidad de permitir que la verdad aflore. Saludos cordiales. Diario de Mallorca.


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