11 marzo 2008

La reforma de la ley electoral, urgente

Se han escrito ya muchos comentarios sobre la injusticia manifiesta en que incurre la normativa electoral a la hora de la asignación de los escaños del Congreso. Que UPyD tenga un escaño y el PNV seis, teniendo más votos la primera formación, o que Izquierda Unida alcance el mismo número de escaños que Coalición Canaria, disponiendo de seis veces más sufragios, son dos ejemplos irritantes, pero no son los únicos. El reparto provisional tras el escrutinio de la noche del pasado domingo es el siguiente:

PSOE: 169
PP: 153
CiU: 11
PNV: 6
ERC: 3
IU: 2
BNG: 2
CC: 2
UPyD: 1
Na-Bai: 1

Sin ánimo de hacer un estudio riguroso y prescindiendo de sutilezas técnicas, se me ocurre el siguiente ejercicio: sumar todos los votos como si la circunscripción fuera única, es decir, nacional y no provincial (lo cual parece bastante justo si consideramos que el Congreso es la cámara de representación de la soberanía nacional), y asignar los escaños de manera estrictamente proporcional, requiriendo un apoyo electoral mínimo del 1% para excluir las opciones muy minoritarias que no alcanzarían siquiera un escaño y, sin embargo, dar entrada a aquellas minorías que sí gozan de un apoyo significativo. El resultado es el siguiente:

PSOE: 162
PP: 149
IU: 14
CiU: 12
UPyD: 5
PNV: 4
ERC: 4

El asunto no requiere mayor interpretación. Periodista Digital. Baleares Liberal.

01 marzo 2008

UPyD y la libertad del Sáhara

Algunos nos recriminan que seamos un partido de idealistas, así que no podíamos dejar de reivindicar la causa del Sáhara Occidental, cuya tenue llama ha resistido varias décadas de mercadeo, concesiones, tibieza o franca connivencia con las tesis marroquíes, y alumbra aún en el corazón de los españoles. En el capítulo de política exterior del programa de Unión, Progreso y Democracia, el apoyo a la libertad del Sáhara ocupa un lugar destacado y muy querido.

No hace falta recordarlo: 1975, un dictador en el lecho de muerte y un déspota sin escrúpulos en el trono de Marruecos. La Marcha Verde, los Acuerdos de Madrid, el genocidio: miles de saharauis perseguidos por el ejército de Hassan II, arrojados desde helicópteros, enterrados vivos, torturados, desaparecidos… La aviación marroquí se empleó a fondo en los primeros meses de 1976 contra las columnas de civiles que escapaban de la feroz represión: en Tifariti, en Um Dreiga y otros lugares camino del desierto argelino, miles de saharauis murieron abrasados por el napalm y el fósforo blanco o despedazados por las bombas de fragmentación.

Aquella indigna dejación del gobierno español no impide que todo un pueblo, más de treinta años de exilio en el desierto después, siga atesorando con orgullo la lengua y los viejos carnés de identidad de España. UPyD quiere restaurar la legalidad internacional y, si gobierna, denunciará los Acuerdos de Madrid, impulsará el referéndum de independencia del Sahara Occidental previsto por la ONU y, si el bloqueo de Rabat persiste, promoverá abiertamente el reconocimiento de la República Árabe Saharaui Democrática por parte de España y de la Unión Europea. Es de justicia y es una promesa. Periodista Digital. Baleares Liberal. España Liberal.

26 febrero 2008

UPyD, la prensa y la realidad

¿Se imaginan a una persona acusada de violación defenderse con la siguiente frase: “No me voy a disculpar por amar a esa mujer”? Nadie en su sano juicio valoraría ese argumento como atenuante de la culpa, sino más bien como muestra palmaria de cinismo. Pero en política estas cosas funcionan.

Me mueve a teclear estas líneas la indignación. El diario de más tirada en Baleares tiene una de esas secciones ligeras que pueblan las primeras páginas de todos los periódicos, un “Diario de citas” en el que, como su nombre indica, algún redactor escoge frases proferidas por diversos personajes de la actualidad, en la mayor parte de los casos de la actualidad política, por ser –quiero suponer– las más significativas o interesantes de la jornada. La sección colma hoy la medida de mi tolerancia: ¿cómo se puede escoger siete citas de las cuales absolutamente ninguna tiene sustancia digna de provecho? La primera es del presidente Zapatero: “No me voy a disculpar por haber intentado la paz”. Claro: “intentar la paz” es un fin loable. Como amar a una mujer. Que se lo pregunten al violador del primer párrafo. O no, mejor que se lo pregunten a la mujer violada o, en el caso de Zapatero, a las víctimas del terrorismo y a los miles de personas que en el País Vasco no son libres.

Lo terrible es que no es un fallo del redactor. Es que una buena parte del periodismo actual, en comprobada complicidad con la partitocracia reinante, consiste en mantener un perfil de contenidos hueros, acríticos y sin trascendencia, seguramente a fin de mantener al espectador o lector en la inopia por los siglos de los siglos. Así, el mencionado “Diario de citas” continúa con una frase de Rajoy: “Tengo la impresión de que vamos a ganar, pero si se pierde, salvo catástrofe, que no será el caso, no pienso dimitir”. ¿Es noticia destacable esta combinación de afirmaciones intrascendentes y compromisos incuantificables? Sigue el diario con Gaspar Llamazares: “Navarra ha pagado el giro al centro-derecha del PSOE”. ¿Que Llamazares siga prendido en el esquema derechas-izquierdas y opine contra toda evidencia (porque Navarra tiene otros) que el problema de Navarra es que el PSOE haya renunciado a las esencias de la lucha de clases es tan relevante como para que el redactor seleccione esta dudosa aseveración? Manuel Pizarro contribuye a dar contenidos a la campaña diciendo: “Me siento ganador del debate con Solbes”. ¿Y qué? ¿Alguien esperaba que dijera otra cosa? José María Maravall, del PSOE, tercia en el diario: “El PP crispa para que voten los centristas”. Nihil novum sub sole después de cuatro años así (aparte que no se entiende). Celia Villalobos, a su vez, opina que “Pedro Solbes aburre a las ovejas”. ¿Tiene esto algo que ver con la bondad o solvencia de su gestión?, y, por tanto, ¿nos ha de interesar la opinión de esta buena señora? Un Lluís Aragonès mucho más folclórico, como toca a un candidato de ERC, dice a su turno que “Catalunya tiene todas las condiciones para ser un país de primera, pero falla porque España nos está robando, es uno de los genocidios más grandes”. ¿Robo? ¿Genocidio? Pero ¿este cantamañanas sabe lo que es un genocidio? Que insulte la inteligencia de todos, y en particular la sensibilidad de las personas que efectivamente han sufrido o conocido un genocidio real (es decir: la destrucción masiva de un grupo de población por motivos étnicos, culturales o religiosos), no es óbice para que irresponsables e inmorales de esta calaña campen por sus respetos y reciban concejalías y direcciones generales.

Pero, como vemos, el discurso político no tiene por qué casar con la realidad: ¿a quién le importa la realidad? A nuestros políticos no se les exige lo que sí exigimos a cualquier otra persona con la que nos relacionamos en la vida: respeto, veracidad, competencia. ¿Confiaría el lector en un vendedor de automóviles que maquillase el quilometraje o las cifras de la potencia del vehículo en venta, que mintiese sobre el color que tendrá a la entrega, que no centrase su argumento en la calidad de los coches de su marca, sino en lo malísimos que son los coches que vende el concesionario de al lado? Y si confiara, si comprara el coche y éste resultara averiado y, por tanto, presentase una reclamación, ¿el comprador entendería que el vendedor alegase que no piensa disculparse por haber intentado hacer la felicidad de un conductor?

Entiendo que la prensa tiene una responsabilidad muy grave en las deficiencias del régimen político español. Así lo entiendo, por ejemplo, cuando un redactor acepta el juego de los políticos y selecciona una sarta de frases vacías, cuando no mendaces, que en ningún caso interesan ya a nadie, para perpetuar el debate sobre la nada. Y así lo entiendo cuando los responsables de todas las televisiones nacionales, sean de titularidad pública o pertenecientes a grupos empresariales ligados de manera constatable a los dos partidos dominantes del panorama político español, se niegan a dar cancha a la líder de Unión, Progreso y Democracia. Su negativa los desacredita como profesionales, porque no sólo sabemos (y saben) positivamente que sendos debates en directo de Rosa Díez con Rajoy y Zapatero provocarían un notable vuelco electoral, sino que además constituirían en sí un espectáculo televisivo como posiblemente no ha habido ninguno durante estos treinta años de democracia. Por sus propuestas novedosas, por su potentísima oratoria y por su apego a la realidad y al sentido común, que se percibe nítidamente en cada párrafo de sus discursos, Díez arrollaría sin despeinarse tanto al candidato del PP como al del PSOE. En vez de hacer su trabajo con brillantez, las televisiones han decidido no molestar a los que pagan la publicidad institucional, cuando no a los que cubren los cargos a dedo. Podrían haber optado por restaurar la conexión entre política y realidad, y habrían sido valientes, revolucionarios, profesionales. Han optado por lamer la mano del que los somete: son otra cosa. Periodista Digital. Baleares Liberal. España Liberal.

16 febrero 2008

Encuestas con talante

Me pregunta un compañero qué crédito concedo a la última encuesta del CIS, que, aparte pronosticar la victoria del PSOE, otorga a Unión, Progreso y Democracia (UPyD) un máximo de un escaño en el Congreso. Como me preguntan, me paro unos minutos a considerar algo que en otras circunstancias no perdería ni medio en analizar. Porque, sufrido lector, ¿conoce usted a alguien que se tome en serio las encuestas del CIS en materia de elecciones? El CIS predijo en junio de 2004 que 76 de cada 100 españoles votarían en las elecciones europeas. Diez días después, sólo votaron 46 de cada 100. Un error insignificante: 30 puntos porcentuales, una tontada. Debe ser casual que la predicción respondiese mejor que el resultado final a los intereses electorales del PSOE en el Gobierno.

Para mi fugaz análisis, debo recordar aquí que el Centro de Investigaciones Sociológicas es un organismo dependiente directamente del Ministerio de la Presidencia. Su presidente, en la actualidad Fernando Vallespín, fue por tanto nombrado a dedo por el tándem Fernández de la Vega-Rodríguez Zapatero tras ganar éstos las generales de marzo de 2004. Vallespín, catedrático de Ciencia Política de la UAM, había sido un público defensor de las políticas socialistas. ¿Y por qué un politólogo de izquierdas para dirigir el CIS, y no un sociólogo? Cuánta casualidad. Así pues, por lo que a mí concierne, el crédito que pueda otorgar en estos momentos al CIS depende de la credibilidad que me merezcan las protestas de no injerencia del presidente del Gobierno.

O sea: ninguna.

El presidente, para empezar, se comprometió en 2004 (después de ya nombrado Vallespín, claro está) a que el presidente del CIS fuera elegido por consenso en las Cortes. Han pasado cuatro años y seguimos sin asistir a tal fiesta parlamentaria, pero no dudo que el presidente haya estado ocupado en cuestiones más importantes.

No hay que hacer mucha memoria para encontrar más ejemplos del respeto del presidente Zapatero hacia la independencia de los organismos del Estado, esos que, entre otras cosas porque los pagamos de nuestros impuestos, deberían estar al servicio de la ciudadanía y no del partido en el poder, aunque a veces consigan que se nos olvide. Los fiscales y algunos jueces actúan –también casualmente, por supuesto– en coincidencia con los plazos que marcan el interés electoral del partido en el Gobierno. Durante la precampaña y la campaña asistimos a golpes notables contra los pistoleros de ETA, y nuestra sospecha de que se pudieron dar antes y no se dieron por cálculo electoral no puede empañar nuestra alegría por esas detenciones. Se ilegaliza a ANV y al PCTV pocas semanas antes de la cita electoral (loado sea el Señor), y nuestra convicción de que había pruebas para haber actuado antes y no se hizo por cálculo electoral no anula nuestra satisfacción por que se haya impedido que los cómplices de los asesinos puedan ser elegidos representantes del pueblo que sufre sus dentelladas. Pero que en definitiva nos alegremos de estas actuaciones no conlleva precisamente un aumento de nuestra confianza en el Gobierno, sino que comporta un elemento de indignación que impide que nuestra alegría sea completa y sana. La única conclusión que me cabe, y la única que sospecho le cabe a la mayor parte de los resignados españoles, es que Rodríguez Zapatero no da un solo paso que no esté determinado por el cálculo electoral.

Si me piden confianza hacia el presidente y hacia las instituciones del Estado que están bajo su férula, lo siento: confesó hace unas semanas que nos había engañado en el vil asunto de la negociación con ETA. Negoció, hubo materia política en su negociación y lo negó durante años contra toda evidencia. Lo hizo porque él sabe lo que nos conviene, nos vino a decir. Y España no se echó a la calle a pedir –pacífica pero firmemente– su dimisión. Triste, incívica España.

Finalmente, el cínico que todos sospechábamos que era Rodríguez Zapatero se destapa en un descuido revelador: con el micrófono abierto (jamás hubiera temido semejante tropezón, jugando en casa) nos desvela su estrategia para estas elecciones: “nos conviene que haya tensión”, dice. “Esta semana voy a empezar a dramatizar”. Para Iñaki Gabilondo, qué bajo hemos caído, esto son “pequeñas tácticas electorales”. Para mí es cinismo, máxime en un líder que desde cientos de miles de cartelones plantados por toda la geografía española apela a la fe como único argumento a su favor: “Motivos para creer”, dice. Ja.

Este es el personaje que maneja los hilos de las encuestas del CIS por medio de su empleado Vallespín. Uno, que no pretende dudar de la profesionalidad de los técnicos del CIS, sí duda, y mucho, y justificadamente, de la imparcialidad de quien gobierna esa institución. Así pues, que UPyD aparezca en su encuesta por primera vez en todo este tiempo, aunque sea con un solo escaño (constándonos como nos consta que el PSOE maneja encuestas en las que pierde varios a manos del partido de Rosa Díez), sólo parece indicar una cosa: que la marea magenta es ya imparable; que los resultados reales serán tan favorables a UPyD que dejar a este partido fuera del pronóstico sería impropio incluso de una institución dirigida por alguien que en su primer estudio importante alcanzó el récord histórico y comentadísimo de un error del 30%. Si al 0,4% de los votos que el CIS le atribuye a UPyD le sumamos ese 30%, puede que superemos el centenar de diputados… Porque, miren ustedes, para finalmente decir lo que me salga de las narices, o lo que le apetezca a mi jefe, francamente, no me hace falta gastarme un pastón en encuestas. Periodista Digital. España Liberal. Baleares Liberal. Mallorca Actual. Es Diari Digital de Menorca.

27 enero 2008

Muertos de miedo

Se han ido publicando varias encuestas que dan a Unión, Progreso y Democracia uno o dos escaños en las generales. Sorprendentemente, la opción electoral más novedosa de los últimos veintidós años, desde la llamada Operación Roca de 1986, y desde luego la única que podemos llamar progresista en estos tiempos sectarios, apenas recibe atención en la gran prensa, la más claramente asociada al poder. Ya me imagino la noche electoral: en la sede de UPyD, Rosa Díez, Carlos Martínez Gorriarán, Mikel Buesa, Álvaro Pombo, Fernando Savater y demás dirigentes y amigos del partido celebrarán el éxito mientras las televisiones entrevistarán sin cesar a dirigentes del PSOE y del PP e ignorarán la alegría desbordante de los militantes de UPyD en la calle Orense.

No es para menos. Se acaba de conocer que una encuesta que maneja Ferraz ya atribuye a UPyD tres escaños que saldrían directamente de exvotantes socialistas: Madrid, Sevilla y Valencia. Teniendo en cuenta que los bancos nos han negado los créditos, que no salimos apenas en diarios o televisiones nacionales y que somos un partido fundado sólo el pasado 29 de septiembre, cabe extraer varias conclusiones. Apuntaré tres.

Primero, parece evidente que, si sin apenas haberse dado a conocer UPyD ya cuenta tres diputados (que sin duda serán más, dado que la encuesta la encargó el PSOE), ¿cuántos escaños contará la noche electoral, después de quince días de intensa campaña y la correspondiente publicidad? Muy bien lo tendrían que hacer los ciberesbirros de Pepe Blanco para anular nuestra capacidad de difusión de noticias y opinión a través de Internet, por ejemplo. Esperen ustedes sorpresas.

La segunda consecuencia que sacamos es que existía una demanda casi clamorosa de un partido como UPyD, que propone reformas sustanciales y no sólo palabras, que repudia la negociación con ETA y los pactos con los nacionalistas, que desea reformar la ley electoral que da sobrerrepresentación a éstos y relativiza el sufragio dependiendo de donde uno viva, que quiere un Senado que represente auténticamente a las comunidades autónomas, que promete una educación de calidad y para ello rescatará para el estado las competencias correspondientes, que -frente a normalizaciones e inmersiones- garantiza el bilingüismo en las regiones donde éste existe, que exigirá que jueces y fiscales se independicen de la tutela del gobierno y, por tanto, promoverá una auténtica separación de poderes. Todavía no he oído que a nadie disgusten nuestras propuestas, salvo a los tradicionales enemigos de la democracia española.

Por último, cabe concluir una tercera afirmación: en Ferraz y en Génova están muertos de miedo. Sólo eso explica, aunque no justifique, la mezquindad de su comportamiento –y del de sus amigos en la banca y en la prensa– con la nueva formación. Pero ningunear no equivale a suprimir. Aquí estamos, y aquí seguiremos el diez de marzo. Periodista Digital. Baleares Liberal. España Liberal.

26 enero 2008

Profesionales de lo suyo

Durante la transición entró en política lo mejor de cada profesión. No hace falta recordar los nombres de las personas que, desde opciones muy diversas, participaron en aquel período constituyente, todas ellas con una trayectoria sólida y prestigiosa que pusieron al servicio del interés general. Todos podían dejar la política activa y la mayor parte lo hicieron, porque no necesitaban servirse de ella.

Hoy tenemos profesionales de la política. Padecemos una casta de políticos que jamás aportaron a la sociedad nada fuera de la política. Esto sería aceptable si los políticos españoles, como los franceses, pasasen por una prestigiosa escuela de administración del Estado: serían profesionales en el buen sentido. Pero no; el cursus honorum en España se reduce a satisfacer los deseos del líder que señala con dedo omnipotente quién será y quién no será candidato. Alberto Ruiz-Gallardón lo sabe bien. En estas circunstancias, es difícil destetar a los políticos. Sus promesas caducan el día después de las elecciones; nadie que yo conozca tiene fe en ellas. No podemos esperar que nos solucionen nada que previamente no los solucione a ellos: después de veinte años no pueden retomar una carrera profesional que simplemente no tienen, así que harán lo que sea por perpetuarse.

Asistimos, así, al bochornoso espectáculo de un gobierno que planea ilegalizar ANV y el PCTV justo antes de las elecciones, y nadie en España duda que el motivo es el interés de ese gobierno por hacernos olvidar su incalificable desempeño en materia antiterrorista. Especular con este asunto es perverso, y que fiscales y jueces ejecuten los designios del ejecutivo es indecente; pero ahí siguen, y seguirán mientras se lo permitamos. La regeneración democrática que algunos proponemos es más necesaria que nunca. Periodista Digital. Baleares Liberal. Última Hora.

20 enero 2008

El Príncipe de la Paz

Salvo en círculos afines al PSOE y consideraciones ideológicas aparte, parece haber en España un acuerdo general en clasificar a José Luis Rodríguez Zapatero como el peor presidente de la democracia. Si bien algunos se remontan a Carlos Arias Navarro para encontrar un perfil inferior, he llegado a escuchar aquello de “el peor presidente del gobierno desde Godoy”. No conviene exagerar en esta materia, como en ninguna, pero esta última comparación me hizo reflexionar sobre algunas coincidencias.

En efecto, Manuel Godoy Álvarez de Faria no llegó a secretario del Despacho de Carlos IV por sus condiciones de estadista. El guapo extremeño, según las malas lenguas, aprovechó su intimidad con la reina María Luisa para ascender en cuatro años del rango de guardia de corps al de primer ministro de una de las tres grandes potencias de la época; en cualquier caso, méritos ajenos al buen gobierno y la ausencia de mejores alternativas le supusieron el poder supremo e infinitos honores en un tiempo récord.

En una época crítica para España, Godoy demostró una gran ignorancia de los problemas del estado y un notable desprecio por los intereses de la ciudadanía, que lo llevaron primero a combatir el progreso revolucionario, luego a doblegarse ante Bonaparte y en todo momento a seguir los impulsos de la improvisación y el oportunismo, sin que parezca que la pérdida misma de España llegase a significar nada para él. Godoy, que también carecía de virtudes militares, se distinguió por una manifiesta incapacidad para entender la escena internacional y establecer una línea propia de actuación en ese ámbito. Lo cual no le impidió ornarse, tras el tratado de Basilea de 1794 y contra la evidencia de su fracaso, con el título de Príncipe de la Paz. Después de los acontecimientos de 1808 pasaría más de la mitad de su vida en el exilio, añorando los tiempos de su privanza. Murió olvidado.

Después de sus muchos errores, que tuvieron funestas consecuencias para España, surgió la luz de un movimiento de progreso materializado en la carta magna de 1812, que en Cádiz refundaba la nación española y la ponía a salvo de la disgregación y de la reacción. Hoy pocos nos acordamos de Godoy; doscientos años después, en cambio, todos celebramos la Pepa como el origen de nuestra legitimidad constitucional.

No sé si me explico. Periodista Digital. España Liberal. Baleares Liberal. Mallorca Actual. Foro Civis.

06 enero 2008

Rosa Díez o un nuevo lenguaje político

El barcelonés Eduardo Moga, uno de los poetas más importantes y posiblemente el crítico literario más importante de España en este momento, escribió en cierta ocasión un comentario sobre el famosísimo microcuento de Augusto Monterroso, “El dinosaurio”, aquel que dice: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Basándose en esas siete palabras, Moga publicó un ensayo de diez o doce folios de los que no sobraba ninguno.

Sin pretender estos extremos de prolijidad, pero sí de lucidez, a uno le gusta que el discurso de los políticos contenga algún grado de rigor y contenidos fieles a la realidad, y no sólo a sus propias tácticas. Que Zapatero tenga la desvergüenza de describir la nefasta legislatura que está a punto de cerrar como un éxito; que la consejera Galmés pretenda combatir el fracaso escolar y la violencia en las aulas con su chiste del “Institut per a la Convivència i l‘Éxit Escolar”; que la oposición del Partido Popular consista indefectiblemente en decir no donde el gobierno haya dicho sí; que llamemos “proceso de paz” a negociar con los terroristas y “normalización lingüística” a excluir una de las dos lenguas oficiales (y la materna de la mitad de los ciudadanos) de los ámbitos educativo y administrativo, y hasta del privado: todo indica que los políticos tradicionales no están interesados en atacar la realidad, sino sólo en persuadir a una ciudadanía a la que parecen respetar muy poco de que detrás de sus acciones y de sus omisiones hay razones que las justifican. Pero ensartar palabras que sorteen las necesidades reales del ciudadano en vez de asegurarse de que respondan a ellas no es justificar: es buscar pretextos, engañar, lanzar cortinas de humo, torear... En cualquier caso, no es hacer política en el sentido noble de esta palabra.

Por eso la ciudadanía acaba de premiar a Rosa Díez con un tercer puesto en la valoración de los líderes políticos nacionales, pese a que su partido (Unión, Progreso y Democracia) sea un recién llegado, un perfecto outsider si consideramos la atención que le dispensan los medios: porque sus diagnósticos no eluden la fealdad de los hechos, porque formula sus propuestas sin aspirar a la corrección política. Porque da donde duele y receta sin complejos. En marzo, ya lo verán, nos espera una sorpresa. Última Hora. Periodista Digital.

02 enero 2008

De la incompetencia en los despachos al fracaso en las aulas

Y yo que estaba preocupado por el asunto de la educación, que me tenía sin vivir… Pero la consejera de Educación del Govern acaba de darme la tranquilidad que, como padre y como ciudadano, necesitaba yo más que el pan. Esta coalición de sabios que gobierna Baleares va a acabar con el fracaso escolar y con la violencia en las aulas de un plumazo.

Doña Bàrbara Galmés anunció hará medio mes, con la aprobación del Consejo Escolar de las islas, la inminente creación del Instituto para la Convivencia y el Éxito Escolar, un organismo dependiente de su consejería que combatirá la violencia y la indisciplina en las aulas. Es cierto que ya el gobierno del Partido Popular había atacado los males de nuestro sistema educativo por medio de un invento similar, el Observatorio para la Convivencia Escolar, y también lo es que este organismo había sido incapaz de poner en marcha con eficacia la red de comités que en los centros habían de ocuparse de esto de la convivencia, al parecer un asunto desligado de la educación en general y que, por tanto, requiere la creación de comités ad hoc; nada de dotar al profesorado de medios y autoridad suficientes, no: esto sería franquista como poco, y ni siquiera el PP iba a caer en eso. Mejor inventar comités y observatorios.

La consejera de Educación pretende que el Instituto que empezará a funcionar este enero “trabaje con planes de mejora del éxito escolar específicos para cada centro” (ahí es nada). Lejos de proponer –qué sé yo– una mejora general del currículo o el incremento de la formación y de la retribución de los docentes, el ICEE incentivará “que algunos colegios o institutos abran por las tardes para la realización de actividades lúdicas que ayuden a fomentar la socialización” (“programas de inserción socioeducativos” se llama esta tontuna). En la línea: donde esté lo lúdico que se quite el estudiar. Casi 30.000 euros va a dedicar el Govern a semejante memez. “La lucha contra el fracaso escolar la vinculamos a la convivencia escolar”, ha afirmado la señora Galmés en un momento de máxima lucidez. “Hemos de hacer algo por esos estudiantes que han perdido el tren y cuya forma de estar en el centro, durante el periodo de escolarización obligatoria, es ser antisistema”, afirma la consejera; y nada como un Instituto para la Convivencia y el Éxito Escolar para “coordinar todas las políticas en esta materia” y “articular medidas preventivas”. Llevo toda la vida escuchando discursos huecos por parte de demagogos profesionales; pero la señora Galmés es, en este sentido, una artista.

Doña Bàrbara sustituye, pues, un artefacto del gobierno Matas por otro de factura propia que dispondrá, según las noticias, de una “Unidad para la Convivencia” –en el Observatorio se llamaba “Comité de Expertos”– a la que colegios e institutos podrán acudir, y de “un equipo de intervención con técnicos y juristas que se desplazarán a los centros educativos que deban afrontar un momento puntual complicado de violencia o indisciplina”. Así pues, en el caso de que a ese repetidor cafre que todos hemos conocido se le ocurra medirle el recto al empollón de turno con un cartabón mellado, imagino que, tras la apertura del correspondiente expediente, la recepción de los oportunos informes y su valoración en debate plenario, después de oír a las partes implicadas y al director del centro y –en fin– en el breve plazo de tres meses, el ICEE enviará al lugar de los hechos a su flamante “equipo de intervención”, que suena como a unos hombres de Harrelson al pedagógico modo pero temo no pase de un par de “técnicos y juristas” novatos que, eso sí, le darán una aleccionadora charla al joven macarra (quien, si tienen suerte, no les sacudirá también a ellos con la colaboración de su padre) y un poco de técnico consuelo a la víctima, en el caso de que haya sobrevivido. Y a otra cosa. Nada de formar en valores, nada de mejorar los contenidos, nada de buscar con ahínco la excelencia del profesorado como hacen esos pedantes de los finlandeses, nada de legislar un régimen disciplinario como el que necesitan los centros, nada de insistir en el valor del esfuerzo, de la paciencia, del respeto… Pamplinas: aquí decretamos un par de institutos, les ponemos nombres positivos y modernos, convocamos una rueda de prensa, salimos por la tele un poco y se han acabado todos los problemas.

Se han acabado en la escuela y en casa: propongo que el Govern, para paliar la violencia doméstica, cree un Instituto para la Convivencia y el Éxito en el Hogar que, cuando algún marido enfurecido quiera imponerle un correctivo a su mujer valiéndose de la llave inglesa y se oigan los gritos por la ventana, reúna en pleno la Unidad para la Convivencia en el Hogar y lance el correspondiente equipo de intervención a proceder sin contemplaciones, amenazando al agresor con retirarle el acceso al bar durante tres días e implantando un programa de inserción con actividades lúdicas como, no sé, partidas de brisca en el salón de su casa para fomentar su socialización con su magullada señora. Y lo mismo con la Convivencia en los Campos de Fútbol, el Éxito en el Botellón Nocturno y un largo etcétera... Porque, en fin, no sé si ustedes se hacen cargo de cuántos menores de dieciséis años pueblan nuestras aulas: exactamente tantos como nuestros hogares y casi tantos como nuestros botellones. Ni siquiera una división acorazada de intervención poblada de psicólogos, pedagogos y juristas, incluso aunque se tratase de buenos profesionales y no de meros funcionarios descontentos de sus condiciones laborales, daría abasto, dada la magnitud del actual desastre educativo español y, particularmente, balear. No es catastrofismo: hay estudios serios y recientes que prueban que, en comparación con los países de su contexto, la enseñanza española forma titulados muy deficientes.

Dicen algunos malpensados que doña Bàrbara ha desmontado el Observatorio para la Convivencia, sin que éste hubiera tenido aún el recorrido suficiente para rendir sus por otra parte improbables frutos, por el mero hecho de que se trataba de una criatura del gobierno del PP. Otros, tan malpensados o más, se preguntan quién estará al frente del nuevo instituto (si un funcionario o un nuevo cargo de confianza), quién nombrará a sus miembros, qué dietas cobrarán los expertos que acudan a sus sesiones y de quiénes serán hijos los trabajadores contratados. Algunos papanatas, porque de todo ha de haber, se preguntan en qué consiste eso del éxito escolar, y si en lugar de jugar con las palabras y multiplicar los gastos en parches absurdos con cargo al contribuyente no merecería más la pena reformar a fondo las escuelas de magisterio y las facultades, formar a los licenciados que vayan a ser docentes como a verdaderos docentes (porque todo el mundo sabe que el CAP nunca fue una herramienta formativa eficaz, sino un trámite para cubrir el expediente), dotar a los centros con los recursos suficientes, implantar una disciplina más severa y olvidar de una vez por todas las perspectivas localistas, la batalla de las lenguas y las memeces identitarias; pero éstos, aparte papanatas, seguro que son unos fachas.

Unión, Progreso y Democracia propone una reforma en todos los niveles educativos con el fin de incrementar los conocimientos medios de los estudiantes españoles, presupuestando lo que sea necesario para mejorar los centros de enseñanza, favorecer la cualificación del profesorado y aumentar su retribución. El llamado partido de Rosa Díez desea una educación de calidad y laica, atenta al mérito y a los conocimientos de los alumnos con independencia de sus recursos económicos. Entre las formaciones que presentarán candidaturas en las próximas elecciones generales, UPYD es la única que considera necesario y promoverá, si está en posición de hacerlo, que el Estado vuelva a hacerse cargo de las competencias en materia de Educación y, desde luego, de las relacionadas con fijar unos contenidos curriculares troncales únicos en todo el territorio nacional, con la financiación que sea pertinente. Porque un elemento esencial no sólo para la formación de una ciudadanía crítica y responsable, sino también para la productividad, la competitividad y el desarrollo económico de una nación, junto con la tecnología y las infraestructuras, es una educación que en todos los niveles atienda al conocimiento y al esfuerzo. Así lo demuestra la experiencia internacional. El aterrador fracaso de la LOGSE no puede ser parcheado mediante la creación de comisiones, consejos e institutos que distraigan al ciudadano del verdadero problema, sino a través de una nueva concepción del sistema educativo que asuma sinceramente la importancia del esfuerzo (frente a la motivación) y de la excelencia (frente a la mediocridad) en todos los ámbitos e imponga el respeto a las normas como marco de convivencia.

En uno de sus artículos más recientes, Arturo Pérez-Reverte describía rotunda y certeramente la casta de demagogos que hoy señorean los despachos de la enseñanza en España y que tanto mal han hecho y seguirán haciendo a los españoles si en marzo no les ponemos coto. “Qué miedo me dais algunos, rediós”, escribía el creador de Alatriste. “En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que un malvado”. Amén. Pero incluso un problema tan grave tiene solución. Puede ser en marzo. Periodista Digital. España Liberal. Es Diari Digital de Menorca. Mallorca Actual. Baleares Liberal.

13 diciembre 2007

¿Pechos o valores democráticos?

Leo en un periódico la habitual crónica de sociedad. Junto a la fotografía de una pareja –él de hechura recia y frente huidiza, ella un pastel de silicona– el pie de foto llama mi atención: “Si no lo sabían, se lo cuento. Fulanito y la showoman Menganita, sin duda el mejor descanso para un buen guerrero, son novios”. Como hago desde hace décadas en cualquier momento en que conecte el televisor o lea ciertas secciones de la prensa escrita, me pregunto primeramente por qué razón ha concluido el redactor que a mí o a nadie le pueda interesar el grado de proximidad que haya entre estos dos señores. Después reparo –deformación profesional– en el feo e innecesario anglicismo. Mal vamos. Pero, sobre todo, me indigna ese concepto de las relaciones de pareja en virtud del cual si una señora de buen ver es novia de un señor –de buen ver o no, que esto es lo de menos–, él es el único que debe aliviarse de sus tensiones, y ella, trofeo o recompensa del guerrero, la que debe proporcionar cumplido alivio. No hace falta ser una feminista con gafas de pasta y jersey de rayas para percibir una discriminación muy notable, que consiste en asumir naturalmente que la mujer que, como es el caso de la mayor parte de ellas pero de muy pocos hombres aún hoy en día, compagina el trabajo en casa con sus ocupaciones profesionales, puede aspirar en la sección de este gacetillero y en muchos ámbitos de la vida, si tiene suerte y está buena o es amiga del plumilla de turno, a ser admirada exclusivamente por su condición de dispensadora de recreo para el varón. El firmante podría haber escrito: “Menganita es la puta de Fulanito”, y no no nos habría dicho nada esencialmente diferente de lo que nos dice. Y, sin embargo, el diario en el que trabaja este señor se dice progresista.

A la mañana siguiente conecto la radio mientras conduzco. Escucho una tertulia que ha ganado adeptos en los últimos tiempos por haberse desmarcado del modelo tradicional de tertulia de actualidad política. Este programa, no cabe duda, es divertido, dinámico, ligero, juvenil. Que lo protagonicen cuarentones no encierra contradicción alguna: se trata precisamente de ejemplares de esa primera generación que desdeñó los valores éticos y de cohesión social, como el esfuerzo, el rigor y el servicio a los demás, para sustituirlos por un enorme conformismo de apariencia rebelde, por el rechazo a madurar, por las formas, por un hedonismo de cáscara progre y corazón tremendamente reaccionario e insolidario que casa poco con ciertas preocupaciones indignas de un ingenioso profesional… El caso es que llega el momento de presentar a una invitada que va a hablar sobre no sé qué tema más o menos serio o importante. Como el tono es informal –juvenil– hasta la caricatura, antes de iniciar su exposición, la invitada se cree en la obligación de justificar no recuerdo qué extremo de su vestimenta, seguramente en relación con el tema comentado inmediatamente antes. “No llevo puesto no sé qué cosa”, se disculpa. Y aquí viene el jocoso director del programa y le dice: “No te preocupes, tú tienes tus pechos”.

Tú tienes tus pechos. A las nueve y media de la mañana. La invitada suelta una risita y sigue a lo suyo como si nada. Uno, que no es feminista pero tiene madre, mujer e hija, y que encima tiene una nociva tendencia a hacerse preguntas, no puede evitar formularse las siguientes: ¿el locutor es un majadero? ¿Sus jefes le pagan por insultar a sus invitadas? ¿A la víctima no se le pasó por la cabeza levantarse, llamarlo imbécil y marcharse con las mismas; ya no oso decir cursar una reclamación ante sus superiores y elevar una denuncia ante el juez? Porque, vamos a ver, esta buena señora probablemente venía a hablar de un asunto que a ella le parece interesante y a la radio que la invita se supone que también se lo parece; pero toda su intervención se ve marcada de antemano por un estúpido comentario previo que hace pocos años nos hubiera avergonzado oír y que, a falta de contacto visual, convierte a la invitada básicamente en una mujer tetuda para miles de oyentes. Sí, iba a hablar de algo, pero en la imaginación de todos los que escuchan ya es y seguirá siendo no ya una mujer con tetas, sino unas tetas con mujer. Rubia o morena, alta o menuda, dotada del talento de un Einstein o tan desprovista de él como Pepiño Blanco, del Barça o del Madrid, buena o mala oradora, buena o mala profesional… Todo esto pasa a segundo plano: tiene unos buenos pechos, lo cual debe justificar su presencia en aquel estudio de radio a falta de una indumentaria adecuada… Y que conste que no es feminismo; si el locutor hubiera ponderado el volumen de las nalgas de un señor que viene a hablar de su último libro, o el del paquete de alguien que lo va a hacer sobre la hipertensión en los ancianos, me hubiera parecido exactamente lo mismo: un insulto y una ordinariez. Pero la cadena de radio que tolera semejante desmán también es, en la consideración general, de signo progresista.

Luego dicen algunos que no hace falta Educación para la Ciudadanía. Yo no sé qué asignatura nos hace falta en nuestros planes de estudios, aunque me creo que no es cuestión de asignaturas, sino de una reforma integral de la Educación que sirva para volver a formar ciudadanos críticos que consideren los valores democráticos en su auténtica dimensión, y no consumidores-votantes más atentos a lemas y consignas que a las implicaciones reales de lo que hay detrás de esos lemas y consignas en sus vidas en particular, es decir, al compromiso cotidiano con los propios principios, a la lealtad con el lenguaje; a no llamar progresista a lo que es reaccionario sin paliativos. Una reforma educativa complementada con una reivindicación muy seria del código deontológico de la profesión periodística y con la denuncia de sus prácticas menos rigurosas y de sus contenidos más banales y reaccionarios. En el fondo, no es tanto un asunto de Educación como de mera educación. En un país serio, la bromita de marras hubiera ocasionado una avalancha de llamadas telefónicas, la consiguiente petición de disculpas, posiblemente la sanción o el defenestramiento del lenguaraz... Alguien debería pararse a pensar un poco, coger de las solapas con suavidad al pseudoperiodista y preguntarle: pero, por muy moderno, desinhibido o provocador que usted se crea, ¿es que no tiene recurso más inteligente que aludir a los pechos de la mujer más cercana, so bobo? Porque, si es así, apártese usted, deje paso y permita que alguien que conozca el valor del trabajo ajeno y respete la dignidad personal, sea la de un hombre o la de una mujer, haga eso que es evidente que usted no sabe hacer. Vuelva a la escuela y hágase un curso de algo: ciudadanía, urbanidad, discreción, lo que le toque. O mejor un trasplante.

No obstante ser en gran medida educativo, el problema va más allá. Son generaciones enteras, sí, las que deberían pasar de nuevo por el instituto (después de erradicar la LOGSE, claro), pero nos hallamos ante manifestaciones anecdóticas de un mal social generalizado: el enorme prestigio de la banalidad, el individualismo y la irresponsabilidad en eso que antes llamábamos nuestra escala de valores y hoy sólo es un ranquin de posturas. No hay nada más reaccionario que esto. Así las cosas, no les extrañe que nos gobiernen quienes nos gobiernan; ni que los periodistas más arrojadamente progres releguen a las mujeres en los medios en que segregan sus pequeñeces a la condición de meros objetos sexuales. Periodista Digital. Baleares Liberal. España Liberal. Foro Civis.

05 diciembre 2007

El voto útil

Se van despejando las posibilidades ante la próxima campaña electoral, que básicamente se resumen en dos: o votar a los partidos instalados en el sistema, de los que no cabe esperar reforma alguna del mismo, o bien optar por la llamada tercera vía, la que en estos momentos representa Unión, Progreso y Democracia: UPyD, más conocido aún como el partido de Rosa Díez. La nueva formación cuenta con el liderazgo eficaz de la exsocialista vasca y con el aval de una nutrida cohorte de pensadores que, hartos del discurso político surreal del último decenio, han dado el paso de abanderar este movimiento cívico: Fernando Savater, Carlos Martínez Gorriarán, Mario Vargas Llosa, Albert Boadella, Arcadi Espada…

Estas personas y este nuevo colectivo progresista, en el que a día de hoy militan ya algunos miles de españoles, propugnan lo que muchos siempre hemos creído necesario pero el prejuicio políticamente correcto impedía poner por escrito: una profunda reforma constitucional que defina de una vez por todas el modelo territorial del estado en un sentido descentralizado pero igualitario –es decir: se acabó el centralismo, pero también las diferencias entre comunidades autónomas, incluidos los conciertos vasco y navarro– y con cierre de competencias –es decir: se acabó el trapicheo de competencias para lograr mayorías coyunturales–; la regeneración de la democracia a través de una reforma de la nefasta ley electoral que ponga en vigor el límite de los mandatos a dos legislaturas, las listas abiertas y un sistema equilibrado que impida que el voto concentrado de los nacionalistas (esto es, el 10%) se imponga legislatura tras legislatura sobre la voluntad de la inmensa mayoría tanto a escala autonómica como nacional, así como la posibilidad de que los electores controlen efectivamente la acción de sus representantes mediante algún mecanismo cuya falta permite hoy frivolizar las promesas electorales hasta extremos tan bochornosos como, por ejemplo, los alcanzados por el presidente Antich en relación con el emplazamiento del nuevo hospital palmesano de Son Espases; la recuperación de ciertas competencias por parte del estado, como todas las que garanticen la unidad fiscal del estado y la unidad del sistema educativo (la calidad de la educación es esencial en los planteamientos de UPyD, que pretende expulsar los mitos identitarios de la escuela y regresar a la valoración del aprendizaje de contenidos, el esfuerzo personal y la disciplina); la implantación de un verdadero estado laico libre de ataduras con ideologías y estamentos religiosos o míticos (a saber, principalmente, el catolicismo, el islam y los nacionalismos); el combate firme y decidido contra el terrorismo y la corrupción, que jamás han de albergar más esperanza ni menos que la que les den los jueces; la consecución de una separación real de los poderes que haga genuinas la representatividad del Parlamento y la independencia del poder judicial y del Tribunal Constitucional, hoy más que nunca pasto de las hienas; y, en suma general, algo tan sencillo como la priorización y la protección indeclinable de los derechos y libertades del individuo. Y mientras todos sabemos que PP y PSOE venderán a CiU, PNV o ERC lo invendible con tal de tocar poder y con independencia de lo que hayan prometido hasta ese momento durante la campaña, porque así se lo permite el sistema y así lo han venido haciendo durante los últimos veinte años, UPyD ha prometido defender su programa sin casarse tras las elecciones ni con los nacionalistas ni con quienes pacten con ellos, aunque ello suponga renunciar al poder a corto plazo, sino con quienes asuman sus propuestas programáticas o las admitan a debate en las Cortes.

Así las cosas, me consta que algunos electores que comparten los planteamientos de UPyD tienen, no obstante, la intención de seguir votando al menos malo de los partidos que conocen: así se lo inspiran cierta comprensible inercia y el temor a que el voto a una formación pequeña pueda impulsar mayorías no deseadas. “Estoy de acuerdo en todo con UPyD, pero si le voto le quitaré el voto al PP y favoreceré que siga Zapatero”, dice un amigo mío; otro afirma: “si votamos a UPyD restaremos votos al PSOE y entonces tal vez gane Rajoy”. Este tipo de razonamiento es rotundamente erróneo: está estudiado que en unas circunscripciones el voto al nuevo partido será en menoscabo del PP, pero en otras sus votantes provendrán mayoritariamente del PSOE. La prueba de la utilidad de este voto es que a todos les parece imprescindible minimizar el posible impacto de UPyD sobre sus respectivos caladeros electorales: Pepe Blanco afirma en cuanta ocasión tiene que la tercera vía daña al PP, mientras que Ángel Acebes sostiene que perjudicará al PSOE porque se trata de un partido de izquierdas. ¿De qué tienen tanto miedo, entonces? Pero lo más importante es que, aunque UPyD no lograse diputados más que en algunas provincias, un descenso notable de los sufragios destinados a PP y PSOE en todas ellas haría que estos partidos se replanteasen muy seriamente sus políticas. No estamos contando aquí, por otro lado, con los ciudadanos que tradicionalmente han venido faltando a las urnas por no conformarse con el menos malo: la abstención alcanzó en los últimos comicios el 40% del censo en muchas circunscripciones, y en Barcelona el 50%.

Obtener en marzo un puñado de diputados en Cortes otorgaría a UPyD una cuota de actividad parlamentaria, una presencia en los medios y unos recursos económicos que serían vitales para una política de regeneración democrática a medio plazo. Conviene tener en cuenta lo que UPyD ya ha conseguido en estas últimas semanas, sin tener representación en las instituciones: el PSOE lanza –con la boca pequeña– mensajes que retoman el laicismo, el PP sugiere tímidas reformas del modelo electoral –y pocos se lo creen– y cinco organizaciones civiles encabezadas por el Foro Ermua acaban de proponer una reforma muy detallada de la Constitución que recoge tesis cercanas a las manifestadas cada día por UPyD… Por primera vez parece que, siglas aparte, hay en España un movimiento cívico serio, con el respaldo de un pensamiento sólidamente fundado y encarnado por un grupo prestigioso de personas que se han acercado a la política por primera vez, preocupadas por el avanzado grado de descomposición de nuestro sistema político. Hay que pensar que la capacidad de influencia de este movimiento cívico aumentará enormemente en cuanto los partidos tradicionales constaten que el electorado deja de atender sus propios y gastados requerimientos. El voto más útil no es el que aspira a procurarle el poder inmediato al menos malo aun en perjuicio de la ética, sino el que busca habilitar representantes que, sin traicionar sus principios, promuevan las políticas necesarias para alcanzar metas positivas para la nación, aunque hayan de remitirse al medio plazo y las ejecute finalmente quien las ejecute. Visión de estado, se llama esto. Lo otro: cambalache. Periodista Digital. Baleares Liberal. España Liberal.

01 diciembre 2007

Lo que nos ofrecen

Con el anuncio del ínclito Pepe Blanco de que, si ganan las elecciones, José Bono será presidente del Congreso, se suceden en las tertulias los comentarios en torno a si con esta jugada José Luis Rodríguez Zapatero desea sugerir al electorado visos de una mayor o mejor españolidad en un segundo mandato. De que ésta es su intención no me cabe la menor duda, aunque yo le agradecería mucho más que ilegalizase al brazo político de los asesinos, ANV-PCTV, como le vienen pidiendo diversos colectivos ya hace demasiado tiempo.

Sin embargo, no puedo evitar quitarle importancia a la clave estratégica: no es más que otra anécdota del zapaterismo, otro movimiento burdo y a corto plazo con el fin de perpetuarse en el poder, grano para cebar el pavo de aquí a marzo. Sabemos que a estas alturas no nos van a sorprender con una jugada brillante, aunque machacones sí son. Después del nueve de marzo, ancha es Castilla: cuatro de años de banquete. Por otro lado, floja promesa parece: nada arriesgaría el presidente si la incumpliese (ya ha incumplido muchas) salvo, tal vez, la confianza del exministro de Defensa; aunque ésta parece ciertamente a prueba de puñaladas, como quedó probado cuando hubo de dimitir para allanarle el terreno al nuevo Estatuto de Catalunya.

Lo que de verdad me preocupa de esta noticia es el descaro con el que los dirigentes del PSOE asumen en su discurso público la absoluta sumisión del Congreso con respecto a la cúpula del partido vencedor. Se suponía que son los diputados electos los que escogen entre ellos al mejor para desempeñar las funciones de presidente de la cámara baja. No estamos hablando de fruslerías: el Congreso es la representación de la soberanía popular y sus miembros teóricamente representan a sus electores. El sistema electoral que padecemos hace que, en efecto, el poder legislativo y el poder ejecutivo dependan de un grupo selecto (por lo escaso, ya que no por su calidad) de políticos profesionales cuya garantía de promoción no estriba ni en la labor realizada ni en su fidelidad a los votantes, sino en sus manejos entre bastidores y en la estricta obediencia al líder. Seguramente es usted consciente, estimado lector, de que Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero tienen la posibilidad efectiva de designar sin obstáculo mayor desde el candidato a presidente del Congreso hasta el candidato para regidor de cultura de mi pueblo, pasando por diputados, senadores, miembros del Consejo General del Poder Judicial, magistrados del Tribunal Constitucional, fiscales, Defensor del Pueblo… Todos somos conscientes; pero Pepe Blanco pretende que no sólo lo sepamos, sino que lo asumamos como natural e inevitable.

Pero no. No es esto lo que preconizó Montesquieu, cuyo regreso algunos llevamos esperando años –desde que Alfonso Guerra decretara su ostracismo, ya que su entierro no está al alcance del primero que pase. Sin una separación de poderes efectiva no existe verdadera democracia. ¿Quién va a controlar al gobierno si la composición de su parlamento depende –grosso modo– de dos personas? El nuevo partido de Rosa Díez (Unión, Progreso y Democracia, UPYD) propone una seria reforma de la Constitución y de la ley electoral: la revisión de las circunscripciones electorales y de la aplicación de la ley d’Hondt –al mismo tiempo tan célebre y tan desconocida–, las listas abiertas, la doble vuelta para cargos unipersonales, la limitación de mandatos, el cambio de los mecanismos de nombramiento de las magistraturas… Con los partidos tradicionales ya sabemos lo que tenemos. Lo que con tamaña desfachatez nos ofrece Pepe Blanco, so capa de una política de carácter más presuntamente nacional encarnada en José Bono, no es distinto de lo que nos ofrecen el Partido Popular y los demás partidos, instalados desde hace treinta años en el sistema: la certificación última de que nuestra democracia está vacía de contenidos. En las generales de marzo nos pedirán nuestro visto bueno. Periodista Digital. Baleares Liberal. España Liberal. Mallorca Actual.

17 noviembre 2007

Fabada Litoral y otras manías de soltero

Durante la comida discuto con mi mujer sobre las virtudes de la fabada Litoral, esa marca de potajes en lata que lleva décadas haciendo la felicidad de miles de españoles. No acertaron con el cocido madrileño, le digo, ni con el pote gallego. En cambio, su fabada es un producto digno de preservación, algo que a muchos de mi generación nos sigue devolviendo hoy el perfume (si cabe decirlo así) de un pasado feliz, libre. No tiene nada que ver con una fabada asturiana casera como Dios manda, no. Es otra cosa, estimable por sus virtudes intrínsecas: simple, sin sorpresas, de fácil consumo. Algo que no debería desaparecer nunca de nuestras vidas. Ante la mirada incrédula de mi mujer, me sorprendo afirmando: “la fabada Litoral es algo más que un plato precocinado; forma parte de nuestra identidad”. Mi mujer me mira de hito y suelta: “Tú lo que tienes es muchas manías de soltero”.

En la sobremesa le echo un vistazo a un par de catálogos; primero, al que el Espai d’Art Miquela Nicolau y el Ayuntamiento de Son Servera editaron este año con motivo de la última exposición de escultura de Pedro Flores, Autoretrat en pedra i ferro: una colección de piezas que combinan dichos dos materiales en la búsqueda de esencias reconocibles. En sus páginas encuentro la reproducción de una hermosa obra en la que la presencia de la piedra domina abrumadoramente sobre la del metal. Se trata de tres grandes bloques de roca de evidentes reminiscencias prehistóricas, sin apenas tallar, cosidos en fila por tensores de hierro oxidado: una especie de tren pétreo, inmóvil por su propio peso y por su antigüedad. La mineral instantánea de un viaje a ninguna parte. Una estructura que pretende articular lo que por su propia naturaleza no tiene movimiento. La geología fuera de contexto. El contrasentido hecho forma. El título de la obra no podría ser más explícito: Nacionalismo. El comentario del autor al pie de la imagen, tampoco: “la ignorancia es el alimento de los necios”. Tan rotundo como revelador.

Otro artista mallorquín que precisamente estos días vuelve a exponer en Palma, Fernando Megías, daba a conocer su obra el año pasado en el volumen Modos de ver, que hojeo ahora. Megías aplica la imaginación y la ironía a la realidad más cotidiana y, así, nos sugiere otros puntos de vista, interpretaciones nuevas y desprejuiciadas. Poeta visual lucidísimo, asume la diversidad como ingrediente especialmente importante y significativo de la realidad; con su obra pretende despabilar los sentidos, desautomatizar la percepción y llevarnos a nuevas consideraciones sobre lo que vemos. Modos de ver, editado a principios de 2006, incluye reproducciones de esculturas, fotografías y textos asociados que emplean las palabras más sencillas y, si recordamos a Brecht (“con sólo decir lo que está pasando, a cualquiera se le tendría que partir el corazón”), las suficientes. Mostrando algo más de sutileza que Flores, pero mayor tino si cabe, Megías escribe en el centro de una de las páginas de este libro: “La identidad no es más que una idea fija”.

Mi mujer no me lo habría dicho mejor. Luke. Periodista Digital.

22 abril 2007

Inmoral

Si miramos bien todo lo que ha rodeado la designación de Maria de la Pau Janer como candidata del PP por decisión personal de Jaume Matas y las controvertidas declaraciones de la escritora y colaboradora de Última Hora contra el partido en cuyas listas se encuadra, no acertamos a ver dónde está el meollo. Para unos, el PP de Matas es moderado y tolerante, afortunadamente distinto a su cúpula nacional. Para otros, la inclusión en las listas de una catalanista que confiesa afinidad por Convergencia Democrática y menosprecia a Rajoy y al PP en general no es de recibo. Para unos, ella entra en la lista como independiente y, por tanto, es perfectamente libre de manifestar simpatías personales o colectivas. Para otros, no resulta muy conveniente postular como candidata y, probablemente, consejera de Cultura a alguien que no parece dispuesta a defender la política del partido y que, es más, la critica contundentemente a poco que le den pie.

Lo curioso de esto es que todo el mundo tiene razón en alguna medida, y que el debate en sí es –ya me dirán– absolutamente intrascendente. El hecho es, me temo, que esta señora, que cuenta en su haber con un par de premios literarios extremadamente importantes desde los puntos de vista económico y mediático, basa su popularidad y buena parte de su éxito como escritora y, ahora, como opinadora y política principalmente en su destacada presencia en los medios; y ello parece interesar sobremanera a Jaume Matas.

Mientras, ayer casi doscientas víctimas regaban con su sangre las calles de Bagdad y nadie pestañea. No, no pretendo hacer demagogia; es que me irrita tanta y tan soberana, mediática, identitaria, frívola, inmoral soplapollez. Última Hora.

08 abril 2007

Años oscuros

Me dice un amigo que no prodigue mis comentarios políticos. “Tú tienes tus reseñas de arte; el arte está por encima de todo eso”. Él, nada sospechoso de recelar de las libertades ni, en particular, de la de expresión, me habla desde el conocimiento y la experiencia. “No te conviene”, me asegura.

Parecen lejanos los tiempos en que dos españoles podían hablar de cualquier asunto desde posiciones políticas antagónicas, ceder a la vehemencia del debate y, a continuación, irse a tomar unas cervezas juntos, trabajar en la misma oficina, comprar el pan en la misma cola. Hoy, dirigir las simpatías hacia un partido supone un posicionamiento fatal: significa más contra quién me sitúo que a favor de qué ideas. Tal vez sea porque no nos quedan ideas y todo, al final, es una despreciable lucha por el poder. Ni siquiera se reconoce la buena fe: si uno piensa de una manera determinada es, a ojos de sus oponentes, porque es un descerebrado, en el mejor caso. En el peor, un cabrón con pintas. Y a alguien así no solamente no se le da la razón en el debate político, sino que se le cierran los círculos sociales, el acceso al trabajo, a la beca o a la subvención pública y, a la menor, se lo machaca en los medios de comunicación.

Sin embargo, le contesto a mi amigo, uno no sabe hacer otra cosa que opinar de aquello que le viene en gana y como le viene en gana. Sin renunciar al derecho de hacerlo ni a la determinación de no enfadarse con nadie. Pero me temo que mi amigo tiene razón y no me conviene. ¡País!, que diría Forges. Última Hora.

12 marzo 2007

Menos "pásalo" y más respeto a la verdad

Sigue circulando por Internet y hoy recibo la "lista de presos de ETA condenados a 30 años por acumulación de penas que salieron en libertad en el período 1996-2004". En ella se apuntan los nombres de los reclusos, las condenas acumuladas, las fechas de inicio del cumplimiento de la pena y de excarcelación y los nombres de los ministros del PP que firmaron sus respectivas salidas de la cárcel. En negrita se señalan aquellos presos de ETA que, una vez liberados, volvieron a delinquir. "¿A qué juegan?", clama el presunto autor del correo electrónico, tildando a los exministros de Interior Rajoy y Acebes de hipócritas cuando critican la excarcelación de Iñaki de Juana Chaos y preguntándose por qué la AVT calló en aquellos casos y no calla ahora. Esta lista es la que divulgó hace unos días el boletín PSOE, y ahora circula con un "pásalo" al pie.

Ya se ha explicado mucho, pero parece que todavía no lo suficiente, pues aún hay personas que, equivocadas o de mala fe, siguen haciendo circular esta burda manipulación. Todos los presos relacionados redujeron condena de acuerdo con la ley vigente cuando se los condenó (el código penal de 1973), y fueron los jueces quienes los excarcelaron, con la firma, claro, de la autoridad penitenciaria de entonces, es decir, de los ministros de Interior del PP. A De Juana Chaos lo había condenado un juez a tres años, y en manos del gobierno estaba que cumpliera la condena íntegra, porque desde la reforma Aznar esto es posible y De Juana había sido condenado después de esa reforma.

Lo que ha hecho ahora Rodríguez Zapatero es aplicar una medida que depende del gobierno y que la ley prevé para enfermos graves, no para chantajistas. Pero el gobierno ha hecho su propia interpretación y ha optado por mandarlo a casa: posiblemente es legal, pero es muy dudoso que sea justo y a los cientos de miles de ciudadanos que se manifestaron el otro día en Madrid, que no eran precisamente una banda de fascistas peligrosos (más que nada porque no hay tantos cientos de miles de fascistas en España), les parece que no lo es; y, desde luego, no era una medida obligatoria: el gobierno ha optado, pero podía haber optado en sentido contrario; eligió atenuar la pena a De Chana, y ahora es responsable de su elección. Mientras que los ministros del PP mencionados, por muy mal que nos puedan caer, no optaron, no eligieron: firmaron lo que la ley les obligaba a firmar, y por tanto no son responsables de esas excarcelaciones. También es falso que la AVT "callase" mientras tanto: siempre clamaron por una reforma que sólo pudo llevarse a cabo cuando el presidente Aznar ganó unas elecciones por mayoría absoluta y pudo legislar sin depender del PSOE ni del PNV, que siempre se habían opuesto en las Cortes al cumplimiento íntegro de las penas de los condenados por crímenes terroristas.

Usar esa lista contra el PP es una manipulación muy burda, tan engañosa como ese discurso cutre, simplista y falaz de "había matado a veinticinco y lo han liberado", puesto que De Juana es, sí, un terrorista no arrepentido, pero ya no cumple pena por los veinticinco asesinatos, sino por un delito de amenazas, y no lo han liberado, sino que han atenuado su prisión. Las excarcelaciones de 1996-2004 eran obligadas por la ley vigente y la atenuación de la pena de De Juana no era obligada por la actual; y, en todo caso, al gobierno Aznar se le podrán atribuir muchas cosas, pero no precisamente tibieza contra el terrorismo, que combatió más eficazmente que nadie, incluida, entre otras cosas, la reforma del código para que los terroristas cumplan sus penas íntegramente. A nadie se le escapa que, cuando Aznar salió del poder, ETA estaba arrinconada, y hoy día no hace falta más que mirar las primeras páginas de los periódicos para ver quién protagoniza el debate público.

Puedes estar de acuerdo o no con la política antiterrorista de Aznar, o con la de Zapatero, puedes desear la unidad de España o la independencia del País Vasco, y la de tu barrio si quieres; pero con la verdad por delante. Porque confundirlo y enfangarlo todo no ayuda a que nos entendamos y superemos la grave crisis política que estamos viviendo. Podemos ser votantes de uno u otro partido, podemos adorar a José María Aznar o creer que fue una plaga (lo más razonable, creo yo, es pensar que en unas cosas acertó plenamente y en otras, y muy graves, se equivocó mucho), podemos creer que Zapatero es tonto de baba o bien que su proceso de paz es el no va más e incluso que es el primo guapo de George Clooney. Pero, comulguemos con lo que comulguemos, el hecho es sólo uno: con la ley actual en la mano, De Juana podría perfectamente haber cumplido sus tres años íntegros en la cárcel, o bien morir por su propia voluntad (aunque dudo que hubiese llegado a las últimas consecuencias: los psicópatas se quieren demasiado a sí mismos), y Zapatero eligió no arriesgarse a que muriese, aunque eso supusiera agraviar a millones de ciudadanos.

Ésta es la realidad, y ahora el presidente Zapatero debe arrostrar la consiguiente impopularidad o la consiguiente popularidad que esa realidad le acarree. Y, a ser posible, recuperar la serenidad y el sentido común y ordenar a algún esbirro especialmente tozudo que en lo sucesivo se abstenga de difundir falsedades con el membrete del PSOE. Basta ya de mentiras, por favor; téngannos un respeto. Periodista Digital.

08 marzo 2007

Un salto cualitativo

Con la atenuación de la condena de Iñaki de Juana Chaos, el gobierno de la nación ha dado un salto cualitativo en su estrategia, y así parece que lo percibe la mayoría de la ciudadanía. Las sucesivas actuaciones de la fiscalía y la opción de Rodríguez Zapatero (aunque haya dado la cara Pérez Rubalcaba) de enviar a casa a De Juana (una opción legal, pero opción al fin y al cabo: cabía la opción contraria) indican que el gobierno está firmemente dispuesto a llevar hasta sus últimas consecuencias su absurda política de aproximación a los terroristas a cambio de nada.

Para enturbiar el ambiente y distraer a los ciudadanos indignados, Zapatero y su jefe de propaganda, Pepe Blanco, insisten en convencernos de que lo que ellos hacen en materia de presos y de negociaciones es exactamente lo mismo que hicieron los gobiernos de Aznar. Pero, una vez más, o mienten o se equivocan: el primer gabinete Aznar nunca tuvo el apoyo del PSOE para endurecer las leyes que combaten el terrorismo, y recurrió –con el acierto que queramos otorgarle– al apoyo del PNV para sacar adelante su política. El segundo gobierno Aznar contó con mayoría absoluta en las Cortes, y entonces las leyes antiterroristas se endurecieron. Si representantes de Aznar negociaron o no con ETA es algo que nunca tuvo la trascendencia pública que el mal llamado proceso de paz de Zapatero tiene. De una u otra forma, las acciones legislativas y policiales del gobierno Aznar y las herramientas que dio a los jueces fueron suficientes como para arrinconar a ETA y asfixiar económicamente su estructura visible, es decir, Batasuna. Jamás en la historia de España se había visto ETA en circunstancias tan apuradas, y sólo eso es lo que impulsó a la banda a echarse ahora en brazos de un gobierno receptivo.

Los resultados de la política de Zapatero, en cambio, hasta el momento son los siguientes: ETA sigue sin renunciar a las armas, sigue practicando la extorsión a empresarios, sus presos siguen sin arrepentirse, Batasuna sigue sin condenar la violencia, la kale borroka ha resucitado y después de muchos años hemos vuelto a conocer un grave atentado. Pese a todo ello, ETA ha recuperado un protagonismo en la vida pública vasca y española que ha llegado a eclipsar el del PNV de Ibarretxe, hace un par de años omnipresente en las portadas; la política penitenciaria, la legalización de Batasuna, el futuro de Navarra, la autodeterminación se hallan sobre la mesa del debate público por voluntad de los voceros de ETA, que hablan alto y claro sin que desde el gobierno se alcen voces que les contradigan con la contundencia necesaria; la ciudadanía tiene, como nunca tuvo en toda la existencia de la banda criminal, la intensa sensación de que es ella la que lleva las riendas y de que el gobierno es el que tiende una y otra vez la mano sin que hasta ahora se haya obtenido fruto alguno y sí, en cambio, un retorno a la violencia; y la distorsión del lenguaje nos remite permanentemente a un erial ético que permite disfrazar de “accidentes” los atentados, o que sigamos escuchando eso de “un año de tregua”, obviando los asesinatos de Barajas, y que, mientras, desde el gobierno se elogien unos etéreos signos de cambio o evolución que aparentemente sólo el lince de Zapatero sabe percibir.

Pero la excarcelación de De Juana Chaos ha sido la gota que colma el vaso de la indignación de muchos. Nunca un gobierno democrático, ni en las situaciones más apuradas (el secuestro del más de 500 días de Ortega Lara, el asesinato de Miguel Ángel Blanco), cedió ante el chantaje de los terroristas. Felipe González, bajo cuya presidencia se organizó el GAL y que hoy dice apoyar la decisión de Zapatero, dejó morir a un preso del GRAPO en huelga de hambre (porque éste sí la hacía de verdad). Que Zapatero acuda hoy a razones humanitarias para justificar lo injustificable sólo puede indignar más a las víctimas de ETA.

La confrontación sistemática de un gobierno acorralado por sus propias torpezas (un equipo bisoño que ganó sucesivamente unas tristes primarias socialistas por descarte y unas elecciones generales de pura carambola) y una oposición ahogada en su propia radicalización (cegada por la rabia de haber perdido hace ya tres años unas elecciones que se creía con derecho a ganar) redunda en un grave perjuicio para la credibilidad de las instituciones. El espectáculo de ayer en el Senado, más digno de un parlamento bananero que de una institución con muchos siglos de tradición y de responsabilidad como son las Cortes, subraya la certeza de que PSOE y PP toman todo este asunto como pura lucha de poder y han olvidado la conveniencia pública. Se trata de una crisis política en toda regla, en que gobierno y oposición se muestran incapaces de asumir la razón de estado y se enfangan en afrentas mezquinas. Y los criminales y sus cómplices, mientras, ríen a mandíbula batiente y se permiten dar instrucciones a las instituciones democráticas españolas, como ayer hizo Joseba Permach. Nunca estuvieron tan cómodos en los últimos años.

La responsabilidad de esta situación absurda, que deja a nuestros socios europeos boquiabiertos, es de todos, pero la lógica nos dice que sobre todo de quien asumió esa responsabilidad hace tres años por decisión de los electores. Zapatero y varios miembros de su equipo causan una penosa impresión de impericia, de indiscreción, de falta de criterios prácticos y morales, de improvisación. Parecen haber olvidado por completo que los asesinos están al otro lado; que el PP, con todo y sus errores, es un partido tan democrático como el PSOE, con unas ideas que no dejan de ser legítimas por no coincidir con las del presidente del gobierno y su aprendiz de goebbels, con nada menos que diez millones de votantes y, sobre todo, que en la defensa de sus criterios no utiliza las bombas, sino los argumentos, sean éstos más o menos afortunados. Arnaldo Otegi, ese hombre para quien el gobierno tiene palabras mucho más amables que para Mariano Rajoy, habla en nombre de unos pistoleros que no han mostrado intención alguna de dejar las armas, ¿o es que ya se nos ha olvidado? Que el gobierno insista en colocar al PP en la balanza como contrapeso de Batasuna y en asociarlo con la extrema derecha es de auténtica risa: nuestros amigos europeos saben qué es la ultraderecha y cómo se las gasta. En este punto es necesario y urgente retomar un discurso a la vez civilizado y firme. Un discurso que llame asesinos a los asesinos y que como a tales aspire a aplicarles la ley. Un discurso inequívoco contra los chantajistas. Se negocia con los iguales; a las fieras se las acorrala, se las caza y se las encierra. Sólo cabe tener compasión con la fiera que demuestra haber abandonado su fiereza; el que la quiera desenjaular antes se arriesga a sufrir sus zarpazos.

En éstas y no en otras nos tiene hoy el presidente Zapatero. La manifestación convocada por el PP para el próximo sábado será una magnífica oportunidad para que los ciudadanos se lo digan claramente al gobierno, siempre que a continuación el PP sepa administrar ese capital de apoyo popular sin revanchismos: con la moderación y la sensatez que todos deseamos. Si no, será otra oportunidad perdida. Periodista Digital.

21 febrero 2007

Otra cumbre internacional para Zapatero

Ayer se han reunido en Ibiza José Luis Rodríguez Zapatero y Romano Prodi con nutrido séquito de ministros. La denominada XIV Cumbre Hispanoitaliana ha tratado temas tan importantes como el Mediterráneo, las energías renovables ante el cambio climático, las “autopistas del mar”, los programas de investigación y desarrollo, el intercambio de información sobre mercados laborales y la dieta mediterránea. A algunos ha sorprendido la escasa atención que los medios han prestado a esta reunión.

Los dos próceres se han comprometido a “impulsar el desarrollo económico en la orilla sur del Mediterráneo”: un compromiso con muchas décadas de tradición y frutos objetivos más que evidentes. Han ratificado su compromiso con la estabilización del Líbano, que no depende de ellos, y han anunciado la creación (no nos dicen cuándo ni cómo) de una “Agencia Mediterránea para el Desarrollo Empresarial”.

En el apartado europeo, Zapatero ha vuelto a hacer gala de su particular gusto por los paralelismos y otros juegos verbales cuando ha proclamado a España e Italia dos países “hermanos en el Mediterráneo y socios en Europa”; bien está. Codo a codo con Prodi, ha asegurado “apoyar” a la presidencia alemana para pasar “de una etapa de estancamiento a un tiempo de iniciativa” y han apostado por encontrar una solución para el Tratado Constitucional que permita incorporar a los países que no lo han ratificado y que, al tiempo, mantenga su "esencia" para lograr una Europa "más unida y más eficaz", con nuevas reglas de funcionamiento. Toma, y yo. Ahora bien: ¿hay algo más concreto que el “apoyo” o la “apuesta por encontrar una solución”? Aparentemente, no. Prodi aportó su grano de arena al discurso, mostrándose “preocupado” por el futuro de Kosovo. Clarividente, Prodi.

En materia de cooperación bilateral, los dos presidentes “hablaron” de la fallida fusión de Abertis y Autostrade, y Prodi declaró su confianza en que, tras la modificación de la legislación italiana, “todo puede salir adelante” (así se habla, con confianza), aunque, claro, la decisión dependa exclusivamente de las empresas. Pero por hablarlo que no quede. También hubo acuerdos en favor de la cooperación tecnológica e industrial, “la dieta mediterránea”, la protección agrícola y el intercambio de información en materia laboral y de inmigración (algo que dábamos por hecho, pero al parecer nos equivocábamos) y se “analizó” el proyecto de las “autopistas del mar”, una alternativa ciertamente interesante al transporte terrestre.

Ahora veamos por qué me parece a mí que estas reuniones no generan interés; aunque no descarto que se me escapen algunos misterios de la cooperación bilateral.

1. Los presidentes de los gobiernos de dos estados sin apenas influencia política internacional se reúnen para resolver nada menos que el Mediterráneo, el Líbano, la Constitución de Europa y, ya que estamos, la dieta mediterránea.

2. Entre los dos países que acuden a la cumbre no hay conflicto importante alguno. A algún malpensado podría parecerle más interesante que Zapatero se reuniese, no sé, con George Bush, por ejemplo, para desbloquear la absurda relación que hoy mantienen España y Estados Unidos; o con representantes de Mauritania y Senegal para coordinar con una política realista y a largo plazo (y no con parches y talonario) los esfuerzos contra el acuciante problema del tráfico de inmigrantes. Pero no: nos reunimos con Italia, no vaya a ser que haya que discutir de algo un poco complicado y luego, en la foto, salgan las sonrisas forzadas.

3. A la reunión acuden, entre otros, personajes como Miguel Ángel Moratinos y Jesús Caldera, con lo cual descartamos inmediatamente cualquier intención de entablar un debate serio. Sólo faltaba Elena Salgado.

4. Como conclusión, se lanza una serie de manifestaciones de buena intención que poco tienen que ver con la realidad de los objetos “analizados”, ya que éstos dependen de las empresas, o del mercado, o de la Unión Europea (que nunca se ha caracterizado por seguir a pies juntilla las indicaciones de las cumbres hispanoitalianas), o de Israel y Hezbolá (que creo que tampoco).

5. Algunas de esas buenas intenciones se expresan mediante anuncios indefinidos: se va a crear este o aquel organismo bilateral con un nombre muy rimbombante para ocuparse de un asunto que, en el caso de que el organismo llegase a materializarse, no dependería de los estados, sino del mercado, ni desde luego de España e Italia, sino de muchos otros agentes internacionales. Así sucede con eso tan chulo de la “Agencia Mediterránea para el Desarrollo Empresarial”, que tanto nos recuerda aquel otro invento del “Grupo de Alto Nivel para la Alianza de Civilizaciones”: una de esas entelequias con que Zapatero tiende tanto a solazarse en su presunta imagen de líder internacional, un proyecto en que enterrar eficazmente los dineros públicos, colocar a algunos funcionarios, por si hubiera pocos, o tal vez a algunos simpatizantes, en el peor caso, y de sustancia poco más. Dadas las dificultades estructurales e ideológicas para un entendimiento norte-sur, hoy aún más difícil que antaño, todas estas iniciativas, aun si somos condescendientes, se nos antojan cándidas.

6. Cuando entran a debatir un proyecto no solamente deseable, sino realmente factible, como es el de las “autopistas del mar”, nos dejan apenas el aroma de haber “analizado un proyecto”. ¿A qué nivel, con qué profundidad, qué proyecto es ése?

7. Todo ello transcurre en el escaso tiempo que separa los desayunos de un almuerzo de despedida con Jaume Matas; es decir, que si descontamos los saludos protocolarios, los no protocolarios, la revista al Regimiento Inmemorial del Rey, la recepción del presidente del Consejo de Ibiza (a quien Zapatero saludó como “alcalde”), la del alcalde de la capital insular (no nos consta con qué tratamiento se dirigió a él el Presidente), el inevitable comentario del Madrid-Bayern de anoche, las sesiones de fotos, el café y el aperitivo, díganme ustedes cuántas horas dedicaron estas personas (dos presidentes de gobierno, seis ministros españoles y siete italianos, por no hablar de secretarios, traductores, intérpretes, taquígrafos, bedeles, guardaespaldas, pilotos de aeronaves oficiales, policía local y nacional, etc.) a solucionar el mundo. Yo se lo diré: “algo más de una hora” reunidos en el Ayuntamiento de Ibiza. La capacidad de concentración de estos prohombres es inaudita.

A la vista de las circunstancias objetivas y de las conclusiones publicadas, uno puede imaginar la calidad de las conversaciones y, así, explicarse el escaso interés que estas cumbres bilaterales generan. Los asuntos que son objeto de auténtico debate dependen de los técnicos, son terriblemente densos y no se solucionan porque se reúnan “algo más de una hora” unos políticos absolutamente profanos en los temas que se van a tratar. Nadie espera ninguna solución de estas reuniones, por lo cual la primera pregunta que a cualquier cristiano le acomete es la siguiente: ¿por qué se celebran? El notable dispendio que suponen se justificaría si se utilizasen las cumbres para ratificar proyectos avalados por un trabajo previo, profesional y contrastado por parte de los técnicos ministeriales: los líderes firman una labor ya hecha y presentan con el máximo nivel de representación los resultados de una gestión común eficaz. Por el contrario, y salvo que alguien me demuestre lo contrario –y sinceramente me daría una alegría– estos espectáculos se plantean para, de forma ficticia, sentar las bases de unas tareas futuras que nadie tiene ni idea de cómo se desarrollarán, ni de si se desarrollarán; son foros donde hacerse fotos y proclamar bellas ideas generales e intenciones magníficas que nada solucionan, cuando no perogrulladas manifiestas como declarar “preocupación” por el futuro de Kosovo, o insultos a la inteligencia como dedicar una reunión al máximo nivel entre naciones vecinas para tratar de forma genérica nada menos que la dieta mediterránea.

Sólo motivos de imagen explican (ya que no justifican) la XIV Cumbre Hispanoitaliana. Pero ni siquiera este objetivo han logrado las gestiones gubernamentales: relegada a las páginas interiores de los periódicos, la noticia se disuelve en un océano de informaciones de mucha más sustancia. Si no nos pueden ofrecer nada mejor, por favor, que no nos tomen el pelo: que no se reúnan más, que no nos hagan perder nuestro tiempo ni el dinero de nuestros impuestos. Que, por cierto, en el caso del sueldo de nuestro presidente, parece un despilfarro clamoroso. Periodista Digital.

19 febrero 2007

El referéndum andaluz, las autonomías y el futuro de España

El referéndum andaluz ha demostrado algo parecido a lo que demostró el catalán en su día: los políticos no han conseguido movilizar más de un tercio de su electorado en favor de una reforma estatutaria que al parecer a pocos interesaba salvo a ellos. De nuevo nos brindan la muestra de un divorcio entre la clase política y la sociedad que no puede traer nada bueno a España. Muchas de las interpretaciones de tan abrumadora abstención (el 63,74 por ciento) son chuscas.

La opinión oficial del PSOE andaluz es que los votantes se han abstenido “por exceso de confianza”. Es decir: como todos estaban de acuerdo y pensaron que el sí ganaría de todos modos, se quedaron celebrando el Carnaval. No es desinterés, no; es confianza. Todos se felicitan por un nuevo triunfo de la democracia y a Manuel Chaves, promotor de la reforma, ni se le pasará por la cabeza dimitir tras semejante ridículo. ¿Es que a nadie se le va a ocurrir hacer algo de autocrítica en este PSOE que gobierna un Rodríguez Zapatero sin sentido de estado, ni de la responsabilidad, ni brújula que le dé un norte?

Pero es que esta mañana en Punto Radio, en el programa de Julia Otero, he oído a Pilar Rahola (¿cómo no oír sus gritos?) asegurar que no hay que preocuparse de la baja participación en el referéndum. Según esta antigua diputada de ERC, lo normal es que cuando hay bienestar la gente no vote: los ciudadanos se movilizan más en momentos de crisis. O sea que toda la vida escuchando a los políticos celebrar “la alta participación ciudadana”, “el triunfo de la democracia” y “la madurez del pueblo español” tras las consultas populares y ahora resulta que, según esta antigua colaboradora de Crónicas Marcianas, la abstención es índice de buena salud democrática… Se me ocurren dos preguntas. Una: ¿no será más bien que la gente sólo vota cuando le interesa lo que le proponen, sea salvar una crisis o adoptar una medida de futuro que percibe como realmente justa o provechosa? Dos: ¿en calidad de qué habrá contratado Julia Otero a la inefable señora Rahola?

El PP andaluz, por su parte, tiene la poca vergüenza de venir ahora a ponerse medallas: no, si ya decíamos nosotros que esto no era una prioridad para los andaluces... ¿Y por qué, entonces, apoyaron el sí? ¿Por qué se avinieron a proclamar esa estupidez de la “realidad nacional” de Andalucía, en contra del sentir de prácticamente todos los andaluces, o a esa majadería de la “deuda histórica” del Estado? ¿Por qué aconsejaron a sus votantes algo en lo que no creían o, al menos, dijeron no creer cuando se trataba del Estatuto catalán, del que el andaluz ha tomado prestada una parte no pequeña de su articulado?

Reacciones más ecuánimes las hay también, pero me llama la atención la de Antonio Pérez Henares en su columna de hoy en Periodista Digital, que titula “Contra el Estado de las Autonomías”. Para él, éstas son el cáncer de la democracia española; el pozo sin fondo que se lleva todos sus recursos; el parche que se usó en 1978 para aplacar los separatismos, sin que este objetivo se haya alcanzado en treinta años de aplicación, sino todo lo contrario; la causa de una enorme ineficacia en la gestión de los problemas comunes; y el gran pesebre para una clase política que en pocas cosas se pone de acuerdo salvo, eso sí, en reformar los estatutos y –añado yo– en subirse desmesuradamente los sueldos. Para Pérez Henares, el pueblo es soberano y debería aspirar a cambiar este lamentable estado de cosas.

Es saludable leer de vez en cuando discursos como éste, que ningún político pronuncia en voz alta pero con los que comulga una buena parte de la ciudadanía, sin que por ello se la pueda acusar de reaccionaria. En la Alemania de Merkel el estado está recuperando competencias que antes residían en los länder (estados federados: algo no homólogo pero sí similar a nuestras comunidades autónomas). Y no olvidemos que las repúblicas francesa y portuguesa, por poner ejemplos cercanos, son estados centralizados, y no por ello más injustos ni menos prósperos que España.

No obstante, no estoy de acuerdo completamente con el argumento de Pérez Henares. La autonomía en España ha equilibrado mucho las inversiones públicas desde el punto de vista territorial, ha sido tremendamente beneficiosa para regiones que estaban abandonadas por el centralismo, como Extremadura o Canarias, en sectores como la sanidad o las carreteras, y cualquier usuario o testigo imparcial lo podrá atestiguar. Pero no estoy seguro de que ello compense los efectos negativos: la descoordinación en la gestión de problemas comunes hasta extremos tragicómicos (el reparto del agua, el combate de los incendios veraniegos), el gasto público desmedido, la desvertebración territorial y el innegable aliento a los nacionalismos regionales, que contemplan con enorme satisfacción cómo el modelo de estado se sitúa permanentemente al frente del debate político, como uno más de los asuntos con los que es posible presionar a un contrincante débil o escaso de principios, como es hoy el caso.

Creo que las autonomías no son malas per se; sí es malo, terrible, que nunca acaben de estar cerradas, que estén sometidas a perpetuo cambalache, que afecten a terrenos necesarios para la cohesión nacional y que un sistema electoral perverso las haya convertido en feudos sin control. Un federalismo moderno y bien entendido (solidario, con un reparto equilibrado y razonable de competencias, definitivo, no sujeto a contingencias electorales ni a la necesidad de formar mayorías parlamentarias, respetuoso tanto de la identidad de los entes federados como de la unidad nacional) podría constituir una solución práctica y, también, salvando evidentes anacronismos, conforme con cierta manera de entender la historia de España. Ni el centralismo ni el actual estado de las autonomías han demostrado serlo. Si ha de haber reformas, han de ir en este sentido; lo demás –lo de ayer– es demagogia en estado puro, y cada vez más evidente a todos. Periodista Digital.

05 febrero 2007

De Juana y el delito de opinión

El caso del terrorista Iñaki de Juana Chaos es naturalmente polémico. Acabo de recibir el comentario de una querida amiga que se lamenta de que, tras haber cumplido la condena que se le había impuesto, De Juana esté ahora encarcelado por un “delito de opinión”. Es evidente que mi amiga y yo estamos de acuerdo en que nadie debe ser encarcelado por delitos de opinión. La diferencia entre mi amiga y yo es que, mientras ella cae en la trampa del lenguaje nacionalista y se cree que estamos ante un caso de esa naturaleza, yo estoy convencido de que en España, afortunadamente, no hay delitos de opinión.

De Juana, como todos los ciudadanos españoles, está sometido al imperio de la ley y a la acción de la justicia, y órganos responsables de la administración de justicia han determinado que es culpable de un delito relacionado con el terrorismo. Todo ciudadano en España está sujeto, si comete un delito, a ser acusado, perseguido y privado de libertad si el juez competente así lo estima necesario. Un juez, no la perversa policía española, ni ese gobierno del PP lleno de malos malísimos. Esto es así en España y en todo el mundo que llamamos libre. Y en España, como en el resto de ese mundo libre, nadie es encarcelado por un delito de opinión. Si así fuera, estarían en la cárcel muchos dirigentes políticos vascos que han opinado y opinan públicamente lo mismo que opina De Juana aunque, eso sí, sin amenazar con un tiro en la nuca; una diferencia que a algunos puede parecer insignificante, pero a mí no me lo parece. En cambio, si a la opinión añadimos la amenaza y la apología de la violencia para imponer el propio parecer sobre el de los demás, entonces no estamos tratando de la víctima de un estado represor (como cualquiera diría al ver las imágenes que el reo acaba de difundir con la connivencia de The Times); nos hallamos ante una bestia sedienta de sangre que, no contenta con sus veinticinco cadáveres, por no hablar de los centenares o miles de personas a quienes ha arrancado la libertad, la alegría y la posibilidad de vivir en plenitud, asegura que no se arrepiente y encima amenaza por escrito con más muerte a quienes no cumplen con los insensatos requisitos de su delirio nacionalista.

A mi amiga le repito que compartimos el repudio por los delitos de opinión; pero ni De Juana es un mero opinador ni se le persigue por opinar. Él asesinó repetidas veces, pagó por ello de acuerdo con la ley –de manera insatisfactoria en opinión de la mayor parte de la sociedad, gracias a la laxitud normativa que le tocó en suerte, pero efectivamente pagó por ello– y entre tanto siguió amenazando con la violencia y usando el terror como argumento, lo que nos hace pensar que repetiría sus crímenes si tuviera la oportunidad. Él debe creer que señalar objetivos para las balas de sus siniestros cómplices es ejercer la libertad de expresión; pero es que ya deberíamos ser conscientes de que los que como él niegan la realidad para chapotear en su propia inmundicia siempre caen en errores de concepto. Por sus amenazas, De Juana aún no ha pagado; si de mí dependiera, las pagaría con todos y cada uno de los años, días y segundos de prisión con que la ley pueda amparar a sus víctimas potenciales. Porque eso y sólo eso somos todos para él. Pero su suerte no depende de mi voluntad ni de quien más odio pueda profesarle; depende de los jueces: un beneficio que, al contrario que él a sus víctimas, al criminal De Juana le garantiza el estado de derecho. Periodista Digital.

29 enero 2007

Pepe Blanco, el opinador

Pepe Blanco es un gran opinador. Atendiendo al volumen de opinión, ya que no a su calidad, digo. Opina en su bitácora, que él mismo, Dios sabe por qué, gusta de calificar de “heterodoxa” en el apartado Mi perfil, un texto bastante cursi y tontorrón donde afirma: “este cuaderno no lleva corbata, yo tampoco”. Supongo que quedó tan ufano con su ocurrencia. Opina en cuanto le ponen un micrófono delante, todos los días lo vemos por la tele. No recuerdo que nunca haya dicho nada de sustancia, impedido como se encuentra por lo adocenado de su pensamiento, por sus prejuicios de progre de instituto y por una seria incapacidad para distinguir entre información y propaganda; pero todo esto no le impide seguir adelante con sus opiniones. El discurso del presidente Zapatero parece complejo y el de Ángel Acebes imprevisible, si los comparamos con las declaraciones habituales de Pepe Blanco; pero éste, impasible, sigue opinando. Es obvio que Dios no lo llamó por los caminos de la oratoria y la literatura –los Lunnis dominan bastante mejor que él los recursos de la retórica–, pero esto, para ser justos, no es su culpa. Al fin y al cabo, es lo que hacemos todos en España: opinar, y la responsabilidad de que lo hagamos no es de los que opinamos, sino de los que nos dan pábulo.

Que alguien de la escasísima formación, la abrumadora grisura intelectual y la evidente confusión ética de Pepe Blanco sea una de las cabezas pensantes (valga la expresión) del partido en el gobierno dice mucho de nuestro sistema político. Nadie se acordará de Pepe Blanco a los tres días de que deje el cargo; los libros de historia no gastarán dos líneas en su persona, porque no es carne de historia, sino fruta de temporada. Nada grave, por tanto. Pero su confusión a veces raya en lo insultante, sobre todo cuando cree que puede contagiárnosla. A propósito del caso del criminal De Juana, el otro día escribió en su heterodoxo cuaderno (en el que gusta de sembrar negritas que ahorraré al lector):

A partir de aquí mi opinión es clara: la decisión de mantenerle o no en prisión corresponde exclusivamente a los magistrados de la Audiencia Nacional.
Una nueva muestra de la perspicacia y la originalidad que le son características.

Y sea cual sea esa decisión, los socialistas vamos a respetarla.
Sólo faltaba.

Lo que resulta indignante es que el Partido Popular esté tratando por todos los medios de condicionar el fallo judicial.
Acabáramos: no era el Gobierno el que trataba de condicionar el fallo. Lo único que había hecho era promoverlo, y en un sentido muy concreto, a través de una petición explícita del fiscal general del estado que, como todo el mundo sabe, nombra el Gobierno y, como sólo sostenemos los malpensados y los enemigos de la democracia, actúa a sus órdenes. Luego, Blanco entra a juzgar con gran dureza la actitud del Partido Popular, frontalmente contraria a la atenuación de las condiciones del asesino en el cumplimiento de su pena de prisión; actitud que, espuria o no en su caso, coincide ciertamente con la de la inmensa mayoría del pueblo español, incluidos, ya que estamos hablando de ello, gran parte de los votantes del PSOE. Para resumir toda esta basura: el Gobierno toma una decisión injusta e impopular sin que nadie a este lado de la ley se lo haya pedido, pero según el clarividente Blanco la culpa de todo la tienen los que se quejan o pretenden remediar el desaguisado.

Si el señor Blanco y el gobierno que defiende tuvieran un mínimo respeto por la justicia (la de verdad, no la de los discursos y las instituciones) no promoverían actuaciones que pretenden favorecer a los enemigos de la sociedad. Que se ocupen de otras cosas, por favor. ¿Qué le deben a De Juana y a la mafia etarra si resultan capaces de enfrentarse a la gran mayoría del electorado por mejorar el destino de aquél? Un destino que sólo el asesino se ha buscado y que, por otra parte, no debe ser tan terrible –ni la huelga de hambre debe haberse cumplido tan rigurosamente como nos aseguraban– cuando las analíticas prueban que no está desnutrido.

Pepe Blanco es, entre otras cosas, la demostración en carne y hueso del fracaso de nuestro sistema educativo en las últimas décadas. No espero brillantez ni consistencia de sus declaraciones, aunque le agradecería menos solemnidad a la hora de las perogrulladas, que es algo que me molesta sobremanera. Lo que sí exijo, y no es que cuente con verme complacido, es lealtad constitucional, respeto por las víctimas del terrorismo y una perspectiva política a medio o largo plazo. Ah, y, por cierto, yo tampoco llevo corbata; lo digo por si era importante. Periodista Digital.

27 enero 2007

La España de Rubianes

Imagínense la siguiente situación: un actor es entrevistado en un programa de TVE1 y pronuncia los siguientes disparates: “Me cago en Euskal Herría, me limpio el culo con la ikurriña y ojalá revienten el lehendakari, su puta madre y todos los que llevan chapela.” Y el presentador del programa palmotea de la risa. ¿Lo imaginan? No: sencillamente es inimaginable. Afortunadamente, añado.

Todavía duelen en nuestros oídos las palabras que hace un año dedicó a España en un programa de TV3 (si no recuerdo mal, una televisión que pagamos de nuestros impuestos) el actor Pepe Rubianes, para gran regocijo del conductor del programa: "Que se vaya a la mierda la puta España." "Que se metan a España ya por el puto culo a ver si les explota dentro y les quedan los huevos colgando del campanario.” "A mí la unidad de España me suda la polla por delante y por detrás." Esto, de haber ocurrido en algún otro país europeo (lo cual es impensable), habría supuesto el paro perpetuo para el imbécil malhablado, para quien lo contrató y para el presentador que le rió la gracia, y eso con independencia del contexto en que hubieran sido pronunciadas. En España no pasa nada: hoy, Rubianes se enfrenta con una petición de multa por parte de la fiscalía de algo más de tres millones y medio de pesetas, una cuantía que es poco probable que el tribunal conceda y que, en todo caso, se verá compensada por los actuales contratos del fino pensador, cuya popularidad es hoy mayor que la que tenía antes de su atentado (perdón, accidente).

Pero, eso sí, que nadie ose criticar aun educadamente al nacionalismo, porque éste –arrogándose injustamente la representación de todos los catalanes o del pueblo vasco– clamará al cielo de las libertades democráticas... Desprecio y siempre despreciaré esa faramalla de prejuicios y falsedades que los nacionalistas llaman ideología y los ciudadanos de izquierdas asumen como algo respetable, igual que llamo y llamaré siempre a la actual cúpula del Partido Popular manipuladores de la patria –además de torpes. Contra argumentos, consignas. Es así de sencillo y triste, pero así nos conducimos unos y otros. Porque, vamos a dejarnos de tonterías: aquí nadie pretende ser más demócrata, ni más práctico, ni más justo, ni más patriota, ni más nada. Aquí lo que pasa es que en lugar de estudiar historia vivimos de consignas y fútbol. Para los conservadores, comprar cava extremeño es hacer patria. Para los progres menos reflexivos, España es caca y meterse con ella queda mejor. Para los más cafres, como Rubianes, la violencia es argumento. Así es nuestra España, y por ello llega a merecer españoles como Rubianes.

Cada vez estoy más convencido: no me cansaré de repetir que no todas las ideas son válidas ni respetables, y cuando una persona o un colectivo (por muy amplio que éste sea) están equivocados hay que decírselo cuando aún es tiempo, antes de que se produzca una catástrofe. Y los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos, y también los del género nacional-aznarista, están sumamente equivocados; y los ciudadanos progresistas que históricamente se han dejado arrastrar por el prejuicio antiespañol y dejan en manos de personajes como Eduardo Zaplana o Ángel Acebes la defensa del concepto de España, son gravemente irresponsables y deberían tomar nota de la relación que mantienen con su patria los ciudadanos de izquierdas en Francia o el Reino Unido, por ejemplo. Así hay que decirlo cuantas veces sea necesario. Basar nuestro discurso en la confrontación nos hace más próximos al simio que al humanista. No ser nacionalistas nos hace –en el ámbito que corresponda y sólo en ése– infinitamente superiores a los nacionalistas y a quienes se dejan engañar por su discurso, y por tanto los complejos sobran tanto como las generalizaciones. También sobran los odios: ante el error sólo cabe la paciencia y mucha pedagogía. Y, contra las ofensas, acudir a los tribunales. Periodista Digital. Última Hora.