28 agosto 2005

Intervenciones humanitarias

La dureza con que nos sacude la realidad cuando un puñado de españoles pierden la vida y la conmiseración que sentimos hacia las víctimas y sus familias no deben empañar la percepción despierta que de esa realidad debemos aspirar a ejercer. Y, dicho sin ambages, la presencia de España en Herat so capa de intervención humanitaria es un alarde de hipocresía. En Afganistán son exigibles los mismos escrúpulos que el PSOE manifestaba con respecto a Irak cuando se trataba de defenestrar al gobierno Aznar.

Olvidamos la historia más reciente con incuria similar a la que aplicamos a siglos pasados. Parece que muchos hayan transcurrido desde que el gobierno de los Estados Unidos –una nación conmocionada por los atentados de 2001– decidiera aprovechar aquella tesitura para invadir un país soberano y asegurarse a sangre y fuego los oleoductos que los talibanes iban a entregar a los chinos. Parece que al presidente Zapatero no le preocupa colaborar con un gobierno señalado por Amnistía Internacional como una de las mayores amenazas contra los derechos humanos en el mundo.

Ninguno de los problemas de Afganistán se ha solventado; alguno, como el de la difusión masiva de los opiáceos, se ha intensificado. Pero el petróleo centroasiático está en buenas manos gracias a, entre otras, las tropas españolas. Por eso vamos a mandar más. ¿En tan poco cifra la inteligencia de los españoles el señor Zapatero, que cree que sustituir un escenario por otro bastará para apaciguar su repugnancia a participar en aventuras imperiales? ¿O acaso tiene razón? Última Hora.

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