25 mayo 2005

Crudo

Ni los civiles afganos e iraquíes ni los militares negros y chicanos que mueren cada día significan nada para quienes deciden las invasiones. Sólo, tal vez, estadísticas al servicio de la rentabilidad política. En Irak nadie defendió la justicia. Unos, podridos de corrupción, quisieron perpetuar un régimen tiránico que los beneficiaba. Otros, hambrientos de dinero, ansiaban extender sus tentáculos –léase oleoductos– sobre los enormes yacimientos de Oriente Medio. En medio, los muertos. En este escenario, ¿qué solución cabe sino la fe, la autoinmolación, la tortura, la aniquilación del enemigo? Última Hora.

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