17 abril 2005

Humanos

A uno lo divierte la insistencia informativa en esos detalles que sugieren que los príncipes de la Iglesia son beatíficos y desinteresados seres: no pueden postularse, no pueden hacer campaña... Pero en ese cuerpo numerosísimo que es la Iglesia sólo llegan a cardenales unos pocos: los brillantes, los laboriosos, los portadores de criterio. Los discretos. Y, sí, los ambiciosos. Será papa quien más sutilmente se haya situado estos últimos años. Si ha de ser italiano o nigeriano, sexagenario o setentón –no me cabe ninguna duda–, es secundario. Última Hora.

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